Humanizar. Hacer humano, familiar y afable a alguien o algo.
Humano. Comprensivo, sensible a los infortunios ajenos.
Humanización. “Acción y efecto de humanizar o humanizarse”.
Diccionario de la Real Academia Española. 22ª edición
Introito
Siempre resulta paradójico hablar de humanización en el contexto de una relación, como la sanitaria, que fundamentalmente es (debe ser) interhumana, personal y de ayuda: un encuentro entre personas con la finalidad de establecer una relación diagnóstico-terapéutica que lleve a la curación o a la resolución (al menos) temporal de la dolencia de la persona enferma. Los componentes afectivos, personales, éticos y profesionales de esa relación a lo largo de miles de años fueron principal objeto de estudio y atención destacada de un maestro como Laín Entralgo, (hace ya mucho tiempo tuve la enorme suerte y el privilegio de asistir a sus clases de Historia de la Medicina).
No deja de resultar curioso (y oportuno, en los turbulentos y agitados tiempos que corren y en los que vivimos), señalar cómo, en el Prólogo a la edición en Alianza Editorial (en junio de 1983) de su obra “La relación médico-enfermo”, se refería Laín a las restricciones y recortes en el presupuesto sanitario y la influencia que ello pudiera tener en dicha relación:
“…sin más personal sanitario, sin la posibilidad de dedicar más tiempo a la exploración y el tratamiento de cada paciente –en definitiva, sin más dinero- y, por supuesto, sin suficiente atención académica a la formación psicosomatológica y antropológico-cultural de los futuros sanadores, no será posible que la relación de estos con sus enfermos sea la que tan vehementemente piden a una la dignidad de la condición humana y el infortunio de padecer enfermedad.”
Por una atención más humana, basada en valores
El lunes 12 de diciembre de 2011 un grupo de profesionales lanza la Iniciativa Colaborativa Mírame, diferénciate con la idea de poner sobre la mesa la necesidad y el objetivo de humanizar la atención prestada a los pacientes…con la idea de poner sobre la mesa la necesidad y el objetivo de humanizar la atención prestada a los pacientes…
Con demasiada frecuencia las prisas, la sobrecarga asistencial o la falta de tiempo, hacen que nos olvidemos de que “cuando una persona acude al Sistema Sanitario espera encontrar no sólo la competencia técnica de los profesionales, sino también a otras personas capaces de transmitirle seguridad, confianza y respeto acerca de sus decisiones.”
Mírame diferénciate es (pero no solo) una campaña de sensibilización que parte del convencimiento de que “la calidad asistencial puede mejorar con pequeños gestos, como mirar a los ojos de las personas que atendemos. Una idea que surge a través de las redes sociales, (@diferencia_T en Twitter, en Facebook), con el fin de traspasar la pantalla y provocar un gesto.”
Se ha puesto en marcha un blog (http://diferenciate.org/blog), y también puede accederse por mail en la dirección: miramediferenciate@gmail.com
Desde aquí animamos también a profesionales, asociaciones, grupos, organizaciones e instituciones a unirse a esta iniciativa por una atención sanitaria más humana.
Una cierta idea de “humanización”
En 1984, antes incluso de que se promulgase la Ley General de Sanidad, el INSALUD puso en marcha en toda su red asistencial un Plan de Humanización de la Asistencia Sanitaria. En su justificación establecía que la enfermedad genera una situación de indefensión que hace sentirse a la persona desvalida, por lo que necesita un sistema sanitario “lo más humano posible”. Expresaba, además, que: “La propia tecnificación de la medicina y la masificación despersonalizada, añade suficientes componentes para que el paciente se sienta frecuentemente desvalido, frente a esa situación que no domina”.
Como el mismo Plan refería, el reconocimiento del derecho a la protección de la salud y a la asistencia sanitaria, se había visto acompañado de un proceso de tecnificación y masificación. Parece como si, en un doble proceso paralelo y simultáneo, hubiera tenido lugar la extensión de la asistencia sanitaria y la deshumanización de la misma. Y en este segundo proceso, podría olvidarse fácilmente que la asistencia se está prestando a una persona que se encuentra en un particular momento de debilidad y cuya respuesta no puede reducirse a una simple intervención técnica, por muy apropiada que ésta sea y muy al alcance de todos que se encuentre.
Francesc Raventós, Director General del INSALUD en aquel momento, venía a decir:
“Un sistema sanitario humanizado es aquél cuya razón de ser es estar al servicio de la persona y, por tanto, pensado y concebido en función del hombre.
Para que esto se realice debe ser un sistema sanitario integrado, que proteja y promueva la salud, que corrija las discriminaciones de cualquier tipo, que dé participación al ciudadano en el mismo y, en definitiva, que garantice la salud de todos los ciudadanos en su concepción de estado completo de bienestar físico, mental y social, tal como declara la Organización Mundial de la Salud”.
El Plan reconocía que la humanización tenía que ver con la propia concepción del sistema, con la gestión y el funcionamiento de las estructuras sanitarias, con la mentalidad de las personas involucradas en el sistema, con la competencia profesional y con otros elementos no fácilmente comunicables ni tangibles, como "el dolor evitado, el sufrimiento prevenido, las capacidades recuperadas, y la alegría recobrada."
Se entendía también que, para que los centros sanitarios fueran más humanos y existiera un mayor respeto a la dignidad humana, se requería una mejor formación del personal y una adecuada organización de los servicios para una mejor atención del enfermo, informar al paciente sobre su enfermedad y tratamiento específico; y procurar que el enfermo pueda prepararse psicológicamente para la muerte.
La “deshumanización” según los pacientes
En un curioso libro –hoy casi inencontrable- publicado en España por el Instituto de Estudios de Administración Local, (E. Todd Wheeler. Diseño funcional y Organización de Hospitales, 1976), se refería el autor a la figura del paciente en los siguientes términos:
“No hay una descripción única que sea capaz de expresar cabalmente lo que es ese ser humano, temeroso, esperanzado, y a menudo en estado lastimoso, que es el paciente. Para unos es un simple número, para otros un caso; para algunos es una unidad estadística, para otros un corazón que late; para unos es un fastidio, una molestia; para otros un espectro; y para él mismo es un enigma, que con frecuencia ignora su propia condición y estado, con grandes aprensiones en cuanto a sus perspectivas y desconcertado con respecto a la situación en que se encuentra.”
Estas líneas indican algunas de las manifestaciones más comunes de lo que puede ser la deshumanización en la práctica sanitaria:
La «cosificación» del paciente, que pierde sus rasgos personales e individuales, se prescinde de sus sentimientos y valores y se le identifica con sus rasgos externos: “la cama número…”, “la colecistitis”, “el Ca de pulmón”, “la historia clínica número…”, etc.
La falta de calor en la relación humana, el distanciamiento afectivo por parte del personal, indiferencia o indolencia.
La ausencia de una relación adecuada entre los ámbitos personales del paciente y de los miembros del equipo asistencial que favorezca formas mutuamente enriquecedoras de encuentro.
La restricción de los derechos del enfermo (creencias, privacidad, confidencialidad, autonomía...), que puede llegar a la negación de sus opciones últimas.
El Dr. Albert J. Jovell, Presidente del Foro Español de Pacientes, en su libro ‘Cáncer. Biografía de una supervivencia’ (Ed. Planeta, 2008) explica, en su doble condición de profesional y paciente, que:
"No todo es medicina en el tratamiento del cáncer. No todo es razón, no todo es técnica y procedimiento. Lo importante es el enfermo, no la enfermedad."
Y sin embargo, se pregunta:
“¿Nos estamos acercando los médicos tanto al objeto –la enfermedad- que nos olvidamos del sujeto –la persona enferma-?”
En su opinión “…los médicos nos sentimos cada vez más dependientes de la tecnología y menos predispuestos a tender físicamente una mano al paciente.”
Desde su experiencia sostiene también que “los estudiantes de medicina inician sus estudios con una vocación clara de tratar a los enfermos y cuando los finalizan dirigen su vocación con firmeza a tratar enfermedades, más que a enfermos.”
La editora y escritora Esther Tusquets, en un artículo publicado en El País (Elogio de la amabilidad. 11-1-2009), comentaba:
“…tal vez el caso extremo de indefensión dentro de la vida que consideramos normal (o sea, dejando a un lado las cárceles, los manicomios, las guerras, las catástrofes) se dé en las consultas de los médicos y en los grandes centros hospitalarios, sean públicos o privados. Muy fuerte tiene uno que ser para, ante la enfermedad propia o la de un ser querido, no sentirse perdido e inerme en los pasillos y las salas de espera o de urgencias, donde con frecuencia nadie te dice nada, ni te explica nada, ni parece verte siquiera. En ese estado de indefensión total, una palabra alentadora, un gesto cariñoso, puede atenuar tu ansiedad y serte más útil que los conocimientos del más sabio de los doctores del centro.
Si algún día tengo que someterme a una operación de alto riesgo, lo tengo claro: no recurriré al mejor especialista mundial, me pondré en las manos de un médico que una, a la competencia en el oficio, una fuerte dosis de humanidad. Del más cariñoso, del más bondadoso, del más amable, en definitiva.”
En su novela "En tiempo de prodigios", finalista del Premio Planeta en 2006, Marta Rivera de la Cruz hace decir a la narradora:
"Cuando mi madre fue desahuciada (...) el médico que la trataba (...) solo hablaba de muerte inminente, de cuidados paliativos y una sucesión de horrores cuya sola mención nos secaba la boca y enflaquecía nuestro ánimo. Aquellos días fueron espantosos, porque no encontramos en los doctores el menor atisbo de piedad a la hora de hablar con nosotros. No puedo olvidar la forma en que aquel médico me confirmó que mi madre tenía cáncer, mientras caminaba por el pasillo, sin detenerse, (...) mirando las notas de su próxima visita, y ahora no entiendo por qué no le obligué a pararse, a mirarme a la cara, (...) emplea un poco de tu tiempo en decir las cosas como es debido, en comunicar a una hija que su madre va a morirse, háblame de tratamientos, de fármacos, (...) tengo derecho a exigirte cinco minutos en un lugar tranquilo donde pueda hacer preguntas y recibir respuestas."
(Algunas) Perspectivas y propuestas desde la enfermería
Virginia Henderson (1897-1996), teórica de las necesidades humanas, llamaba la atención y explicaba, desde su particular punto de vista, cuál era la situación de los pacientes ingresados en los hospitales:
“En la mayoría de los hospitales el paciente no puede comer como quiere, su libertad de movimientos está restringida, su intimidad invadida, se le viste con ropa de cama extraña que le hace sentirse tan poco atractivo como un niño castigado, se le separa de los objetos que más quiere, se le priva de casi todas las distracciones y del trabajo, y se reduce a depender de un personal a menudo más joven que él, y a veces menos inteligente y atento.”
También hemos referirnos aquí a la Teoría del Cuidado Humano Jean Watson (n. 1940), directora del “Center for Human Caring” en la Universidad de Colorado en Denver, del cual es fundadora.
Ante el riesgo de deshumanización en el cuidado del paciente, a causa de los cambios en la mayoría de los sistemas de cuidado de salud en el mundo, es necesario el rescate del aspecto humano, espiritual y transpersonal, en la práctica clínica, administrativa, educativa y de investigación por parte de los profesionales en el campo de la enfermería.
Actualmente nos encontramos en un espacio de convivencia cada vez más diverso y plural. En el ámbito sanitario las redes adquieren complejidades a medida que van absorbiendo a población de orígenes distintos, con necesidades desiguales, y donde el cuidado de la persona y la atención a sus necesidades pasan a ser acciones con un sentido complejo y fundamental, ligado a múltiples factores simbólicos individuales entrelazados, entre otros, con los culturales y los éticos. Surge la necesidad de acercarse al ser humano y repensar las relaciones y los cuidados.
Factores del Cuidado según Jean Watson:
1. Desarrollo de un sistema de valores humanista-altruista.
2. Tomar en consideración el sistema de creencias y de esperanza.
3. Cultivo de una sensibilidad para uno mismo y para los demás.
4. Desarrollo de una relación de ayuda y de confianza.
5. Promoción y aceptación de la expresión de sentimientos positivos y negativos.
6. Uso del método científico de resolución de problemas en el proceso de toma de decisiones.
7. Promoción de la enseñanza y el aprendizaje interpersonal.
8. Crear un medio ambiente mental, físico, social y espiritual de apoyo, protección y/o corrección.
9. Ayuda en la satisfacción de las necesidades humanas.
10. Tomar en consideración los factores existenciales y fenomenológicos.
Otras propuestas
Desde luego lo que parece claro, como ya señalaba hace unos años Fernando Lamata (en: Lamata F et al. Marketing Sanitario. Ed. Díaz de Santos. Madrid, 1994) es que “el sector sanitario tiene que centrar sur organizaciones en el paciente. Cada decisión tiene que pasarse por el tamiz de la pregunta: ¿qué es lo que le interesa de verdad al paciente?, ¿y a sus familiares?, ¿y a cada grupo humano al que sirve, y al conjunto de la sociedad? La actitud del personal, de cada uno de los profesionales, es clave para prestar un servicio de excelencia. Y la actitud del personal estará directamente relacionada con la actitud de la institución en cuestión hacia él.”
En ocasiones con más voluntad que acierto, aunque siempre de manera bienintencionada y con diferentes denominaciones, (Plan de las pequeñas cosas, Plan de los pequeños detalles, Plan de confortabilidad, etc.) en distintos Servicios de Salud del SNS se han venido desarrollando distintas propuestas encaminadas a mejorar la humanización de la atención sanitaria así como la calidad percibida, mediante la elaboración de estrategias con algunos contenidos similares y con resultados diversos, no siempre positivos. Entre los aspectos más destacables relacionados con la humanización de la asistencia, pueden señalarse:
· Atención centrada en la persona
· Calidad de trato personal
· Información adecuada y suficiente
· Comunicación comprensible
· Confianza y seguridad
· Continuidad de la atención
· Accesibilidad externa e interna
· Confort de las instalaciones
En esencia “humanizar” es una cuestión ética, que tiene que ver con los valores y con la búsqueda del bien de la persona a la que se atiende. Humanizar la relación asistencial consiste en utilizar la técnica para luchar contra las adversidades de la vida impregnándola de los valores y actitudes genuinamente humanos, acordes con la dignidad humana.
En este sentido, en mayo de 2008 el Dr Michael W. Kahn, psiquiatra del Beth Israel Deaconess Medical Center y de la Harvard Medical School's, publicó un magnífico artículo: Etiquette-Based Medicine (N Engl J Med 358;19 may 8, 2008) para llamar la atención sobre la importancia de la cortesía y los buenos modales en los médicos. Se trataba, a su juicio, de un aspecto muy descuidado que precisa mayor dedicación, porque está en juego la satisfacción del paciente y además es un problema sencillo de resolver. Proponía la elaboración de check-lists para introducirlas en la práctica cotidiana. Por ejemplo, cuando un médico visita por primera vez a un paciente hospitalizado debería tener presente estos seis puntos: 1) Pedir permiso para entrar en la habitación y esperar una respuesta. 2) Presentarse y mostrar su identificación. 3) Dar la mano (con guantes, si es necesario). 4) Sentarse y sonreír si es pertinente. 5) Explicar su función dentro del equipo médico. 6) Preguntar al paciente cómo se siente por estar hospitalizado. Esta lista podría variar en función de las diferentes situaciones o niveles asistenciales, pero en cualquier caso se trataría de una herramienta clara, sencilla y fácil de enseñar y de evaluar.
En una entrada anterior nos referíamos también a una breve monografía de Victoria Camps publicada en noviembre de 2007 (“La excelencia en las profesiones sanitarias”), en la que señalaba las virtudes que los profesionales sanitarios que busquen la excelencia deberían adquirir para una práctica clínica más humana.
Finalmente, una vez más, conviene referirse aquí al trabajo del Hastings Center y a su conocido informe sobre “Los fines de la Medicina”.
Daniel Callahan, presidente emérito del Centro, se pregunta:
“¿La medicina es un arte o una ciencia? ¿Se trata de una empresa humanística con un componente científico, o bien una empresa científica con un componente humanístico?
(…) cualquier postura firme acerca de los fines de la medicina debe incorporar la capacidad del hombre de tomar decisiones pese a la incertidumbre, un núcleo de valores humanistas y morales y los hallazgos de una ciencia rigurosa. Una medicina que procura ser al mismo tiempo honorable, moderada, asequible, sostenible y equitativa debe reflexionar constantemente sobre sus fines.
No deberíamos permitir que los medios burocráticos, organizativos, políticos y económicos empleados en lograrlos, eclipsen las cuestiones, siempre presentes y a menudo difíciles, de los fines y las metas. La medicina del futuro no será, ni debería ser, la misma medicina del pasado y del presente en sus estructuras institucionales y marcos políticos. Únicamente del esfuerzo común de médicos y pacientes, de medicina y sociedad, depende que ese futuro se modele correcta y satisfactoriamente, y el lugar de donde debe partir dicho esfuerzo son los fines de la medicina.”
La [práctica de la] medicina debería aspirar a:
• Ser honorable y dirigir su propia vida profesional.
• Ser moderada y prudente.
• Ser asequible y económicamente sostenible.
• Ser justa y equitativa.
• Respetar las opciones y la dignidad de las personas.
Estamos seguros de que la iniciativa Mírame, diferénciate puede sin duda contribuir a estos objetivos...
El paciente debe ser el eje de la atención sanitaria. El trabajador sanitario factor fundamental en la "Humanización
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