Las encuestas y barómetros sanitarios son estudios de opinión que permiten evaluar la sanidad desde una perspectiva ciudadana y acercarse de forma más precisa a la realidad cotidiana de las experiencias y opiniones de los usuarios. Se evita con ello el denominado “sesgo del experto”, que tiende a evaluar la realidad de forma diferente a como realmente es (de hecho su experiencia como usuarios de la sanidad es diferente a la del resto de la población).
Según la mayoría de estas encuestas los pacientes están razonablemente satisfechos con el sistema sanitario español. Sin embargo, además de los estudios y barómetros sanitarios que desde hace años vienen realizando periódicamente las distintas administraciones sanitarias, existen otros estudios importantes, bastante menos conocidos, o a los que se ha dado menos difusión.
En el otoño de 2009, en colaboración con el CIS, el Observatorio de la Calidad de los Servicios Públicos de la AEVAL (Agencia Estatal de Evaluación de las Políticas Públicas y la Calidad de los Servicios) realizó una encuesta a cerca de 8.000 personas, siendo la muestra representativa a nivel de CCAA. El estudio pretendía valorar la percepción de más de cincuenta políticas y servicios públicos que son responsabilidad de los distintos niveles de gobierno y administración en España. Sin embargo, su objeto no era simplemente medir el grado de satisfacción de los ciudadanos con los servicios; se trataba también de subrayar las cuestiones susceptibles de mejora en relación con los servicios prestados por los distintos gobiernos, a la vista del análisis comparado de las actitudes de los ciudadanos residentes en cada Comunidad Autónoma. Su pretensión última era generar información relevante que pudiera ser útil para mejorar tanto la agenda política, como la agenda pública, es decir, el conjunto de temas que articulan el debate social.
A pesar de que han transcurrido casi tres años, y en el ámbito público han ocurrido y cambiado muchas cosas (tal vez demasiadas) desde entonces, merece la pena observar con cierto detalle algunos de los resultados y conclusiones de este estudio.
Con respecto a la sanidad, el Informe, publicado en 2010 (Agenda Pública y Satisfacción con los Servicios Públicos en el Estado Autonómico) reflejaba que la evaluación ciudadana respecto de los servicios sanitarios públicos era mayoritariamente positiva. Además, la valoración de la sanidad pública mejoraba si se preguntaba por servicios sanitarios específicos como la atención primaria y el ingreso y asistencia hospitalaria. Del mismo modo, los usuarios del sistema público tenían una valoración del mismo significativamente mejor que aquellos que solo usaban el sistema privado o utilizaban ambos. (En este aspecto no difería mucho del barómetro sanitario realizado por el Ministerio de Sanidad).
Esta valoración general positiva –decía el Informe- no significa que no existan numerosos aspectos del sistema público que deban ser mejorados a juicio de los ciudadanos. Por ejemplo, aunque algunos servicios específicos son mejor valorados que la sanidad en su conjunto, en otros ocurre lo contrario. Es el caso de las urgencias hospitalarias y de las consultas externas de atención especializada.
En contra de una opinión bastante extendida, (como lo demuestra una reciente entrada de @frelimpio en su blog), que, en mi opinión, valora en exceso la libertad de elección en sanidad, el Informe pone de manifiesto lo siguiente: “…el estar satisfecho con el sistema público de salud trae como consecuencia que, aunque el ciudadano pudiera elegir, preferiría continuar en tal sistema público. Sin embargo, debe llamarse la atención sobre que la mayoría de los insatisfechos con el sistema público preferirían, si pudieran elegir, el privado en la atención primaria [sobre todo pediatría] y consultas de especialistas. Es decir, la percepción de deterioro de los servicios públicos parece ocasionar una pérdida de confianza hacia el sistema sanitario público y podría provocar una eventual huída de quienes se lo pudieran permitir. Tal situación podría provocar dos consecuencias. La primera sería la desafección de aquellos que siguen pagando sus impuestos, pero ya no utilizan la sanidad pública y tienen que pagar un seguro privado [de aquí el notable interés de determinados grupos por promover la desgravación fiscal de este tipo de seguros de salud]; la segunda es que, probablemente sin la presión por la mejora de estos colectivos, el sistema podría empeorar su calidad y su equidad. Ello no significa –dicen los autores del estudio- que los españoles prefieran un sistema privado de salud, ya que quienes están insatisfechos son más partidarios de incrementar el gasto en sanidad. En cualquier caso, si hasta ahora el sistema sanitario público español ha sido considerado por distintos organismos internacionales públicos y privados como uno de los mejores del mundo en términos de calidad y de equidad y si se tiene la ambición de que esto siga siendo así, deberían tenerse en consideración algunos de estos aspectos.
En relación con esto, no está de más recordar aquí un tipo de comportamiento social descrito en su día por el sociólogo Robert K. Merton al que denominó profecía autocumplida.
Básicamente se trata de una predicción que, una vez hecha, es en sí misma la causa de que se haga realidad: La profecía que se autorrealiza es, al principio, una definición «falsa» de la situación que despierta un nuevo comportamiento que hace que la falsa concepción original de la situación se vuelva «verdadera».
En este sentido, la conclusión es obvia: quienes se refieren de manera permanente al mal funcionamiento de los servicios públicos, o predican las ventajas o la superioridad –nunca probada, por cierto- de la gestión privada sobre la pública, contribuyen a su deterioro y desprestigio, (muchas veces como un paso previo a su privatización).
Y por añadir algo más acerca de la libertad de elección, como recoge Barry Schwartz en un conocido libro publicado hace unos años (Por qué más es menos. La tiranía de la abundancia. Taurus, 2005): “…aunque tener un cierto poder de elección sea bueno, esto no implica necesariamente que un mayor número de opciones equivalga a estar mejor”. (…) “La libertad de elección no siempre nos hace más libres”. Y además, en otro orden de cosas y como es bien sabido, ¿tiene el paciente o ciudadano ‘medio’ la información suficiente y necesaria para poder elegir entre diferentes opciones con libertad? (sobre todo en el ámbito sanitario, donde la transparencia deja mucho que desear…). Pero ese es otro tema.
Volviendo al estudio de la AEVAL, otra cuestión de interés es que distintos grupos y colectivos también manifiestan opiniones diferentes en relación con la sanidad. En general los españoles están más preocupados con la sanidad y son más críticos con el funcionamiento de los servicios sanitarios que los extranjeros que residen en España (algo que ya había revelado un estudio de la UNED publicado en noviembre de 2008).
También en el caso de los hombres y de los más jóvenes, estos aparecen menos preocupados que las mujeres y las personas de más edad. Ello puede ser debido a un menor contacto con el sistema sanitario de los primeros, ya que las personas mayores y las mujeres acuden con mayor frecuencia a las consultas para sí mismas, o como acompañantes de otros.
Por último, sin duda uno de los aspectos más relevantes y de interés del Informe, es la existencia de un efecto netamente territorial en las actitudes de los ciudadanos hacia este sector de las políticas públicas. Esto hace que en distintas CCAA existan diferentes grados de preocupación por la sanidad, (y por tanto asignen o dispongan de más recursos o presupuestos), siendo estas diferencias muy llamativas en ocasiones. Hay que señalar que en los diferentes territorios autonómicos existen agendas sanitarias específicas, que incorporan asuntos diversos dentro del sector, lo que se traduce después en una mejor o peor valoración por parte de los ciudadanos.
Ideología política, (no deja de ser curioso: “los individuos de derechas tienden a declarar en menor porcentaje que están satisfechos con la sanidad” pág. 53), cuestiones sociodemográficas como edad y lugar de residencia, resultan también significativas a la hora de valorar los servicios sanitarios públicos…
¿No es interesante?
Por alusiones (que me aludan, aunque sea para bien): creo que mis conciudadanos valoran mucho el Sistema Público. De verdad. Pero, si tuviera alguien una conversación íntima con muchos de ellos, lo que quieren es usarlo como lo usan los políticos. O los enchufados. Acceso directo. A quien quiero. Sin barreras. Pero dentro del Sistema Público. Fdo. Federico Relimpio @frelimpio
ResponderEliminarNo solo los políticos, Federico. Seamos honestos: también los sanitarios tienen (tenemos) "puertas traseras" y tenemos mejores conocimientos y mecanismos para navegar por este complejo sistema en el que muchas veces los pacientes quedan a la deriva...
EliminarGracias por tus comentarios. Saludos. @rogufe