Schalkwijk (Holland) Foto: Michael Kooren. Reuters
Los gobernantes actúan, adoptan decisiones y toman medidas, se asignan recursos, (o en estos tiempos que corren más bien se detraen y recortan), y se imponen obligaciones en los más diversos ámbitos. En nuestra sociedad la esfera pública alcanza a todos los ámbitos: desde la seguridad hasta la cultura, desde la educación hasta la asistencia sanitaria, desde la fiscalidad hasta el transporte. De un modo u otro, cada individuo siente sus efectos, bien personalmente y de manera directa, o indirectamente a través de sus relaciones con quienes le rodean.
Entre los textos clásicos más citados en el campo de estudio de las políticas públicas (policy analysis y public management) se encuentra un viejo artículo publicado por Charles Lindblom en 1959: “La ciencia de salir del paso” (Science of Muddling Through).
El autor proponía un modelo alternativo al enfoque pluralista-racionalista hasta entonces dominante en el análisis teórico de la actuación administrativa y de las políticas públicas. La perspectiva de Lindblom, que veinte años más tarde (1979) seguía manteniendo en un nuevo artículo: “Todavía tratando de salir del paso” (Still Muddling -not yet Through), supuso una verdadera ruptura con la teoría racionalista vigente, de carácter deductivo y normativo, para centrarse en el análisis empírico de procesos concretos y observables en el transcurso de políticas puestas en práctica, un enfoque posteriormente denominado “incrementalismo” o “gradualismo”.
Básicamente, la forma de proceder y la explicación que subyace a este modelo es la siguiente: En los sistemas democráticos se modifican o cambian las políticas casi siempre a través de “ajustes incrementales”. La toma de decisiones sigue la regla pragmática de "salir del atolladero, del lío" ("Muddling through") y el "método de las comparaciones sucesivas limitadas". Proceder de esta manera es una estrategia que busca simplificar el análisis y la toma de decisiones, sin caer en la improvisación irracional.
Dado que los gobernantes, decisores y responsables políticos dejan directamente de lado aquellas medidas que son políticamente imposibles, y por tanto irrelevantes, no es una estrategia caprichosa buscar la simplificación del análisis, examinando únicamente las políticas que difieren solo de manera incremental.
El principal problema de la simplificación del análisis es que llegue a ignorar posibles e importantes consecuencias de las políticas, así como ignorar valores que podrían ser lesionados por determinadas consecuencias que no se tuvieron en consideración.
Es verdad que cualquier decisión no es una decisión inédita, sino que forma parte de una historia de decisiones, de una cadena de decisiones sucesivas que buscan alcanzar un objetivo o resolver un problema, sin lograrlo cabalmente: "Una política no es algo que acontece de una vez por todas. Es algo que se rehace sin cesar. Elaborar una política es un proceso de aproximaciones sucesivas hacia algunos objetivos deseados que van también cambiando a la luz de nuevas consideraciones".
Es evidente que esta manera de proceder puede conducir a una cierta improvisación, y transmitir la idea de provisionalidad y por tanto de incertidumbre. Como reconocía el propio Lindblom, su método era una abierta invitación a "irse por las ramas" más que "ir a la raíz" en el tratamiento de las cuestiones sociales, al tiempo que dejan de abordarse temas importantes o trascendentes, no tenidos en cuenta, y por tanto no incluidos en la agenda.
En una de sus obras más relevantes “Conjeturas y refutaciones” (1974), el filósofo Karl Popper ya señalaba:
“Uno de los aspectos más sorprendentes de la vida social es que nada sale exactamente como se había previsto. Las cosas siempre salen de manera algo diferente. En la vida social, rara vez producimos exactamente el efecto que deseamos producir y, normalmente, conseguimos cosas que inicialmente no habíamos pretendido. Evidentemente, actuamos con determinados objetivos in mente, pero aparte de esos objetivos (que podemos realmente alcanzar o no), existen siempre determinadas consecuencias indeseadas de nuestras acciones y, por lo general, esas consecuencias no pueden ser eliminadas. Explicar por qué no pueden ser eliminadas es la tarea más importante de la teoría social”.
Resulta interesante comprobar cómo determinadas actuaciones que en diversos sectores viene adoptando el Gobierno, a diferentes niveles, se detectan elevadas dosis de provisionalidad, “parcheo”, dudas, cuando no directamente incompetencia y escasa capacidad de análisis y reflexión. El cambio radical que se pretende operar en el modelo de sistema sanitario público es un ejemplo paradigmático tras la promulgación del ya tristemente famoso RDL 26/2012, de 20 de abril.
Sobre este asunto la ministra de Sanidad, Servicios Sociales e Igualdad protagonizó hace unos días una complicada rueda de prensa, -que sin duda quedará en los anales de la antología del disparate-, en la que, visiblemente nerviosa, mientras le apuntaban sus acompañantes, dijo entre otras cosas que el Gobierno "ha universalizado la sanidad", que "no hay cosa que tenga más valor que una medicina que cura enfermedades" o que "hemos aprobado una medida aprobada". Sencillamente grotesco.
Aquí está el enlace en el que se pueden escuchar directamente sus palabras.
La política de comunicación de cualquier gobierno debiera servir para transmitir confianza y seguridad. La imagen que transmite la titular del departamento de Sanidad, Servicios Sociales e Igualdad es la de inseguridad, desconocimiento y desconcierto. Es evidente que tiene enormes dificultades para “salir del paso”, explicar su política y no generar desconfianza.
Mientras tanto, entre la ciudadanía, y coincidiendo precisamente con el aniversario del movimiento 15-M sigue extendiéndose un clima de malestar y una especie de pandemia de pesimismo social…
Y es que las noticias de la última semana en torno a la sanidad -algunas de ellas cargadas de enorme dramatismo- no invitan precisamente al optimismo:
Es todo muy poco tranquilizador, al comprobar por ejemplo, como recuerda Manuel Rivas, en su columna "Emergencia" que “Los miles de millones para sanear el pufo bancario son justos los birlados a Sanidad o Educación. Se han escamoteado hasta los fondos para el VIH-sida”…
Una vez más, el título de la columna de Juan José Millás explica crudamente, pero de forma muy certera, su visión de lo que está pasando: “Chantajes”.
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