«…el mundo no empieza hoy y sabemos, vemos, que ésta no es la primera lección de anatomía bajo el firmamento, pero todavía es posible conocer cosas nuevas mediante la observación, la disección, la vivisección, la práctica y la suma de las experiencias que nos son accesibles.»
Danilo Kis
«El médico, que ve cómo las enfermedades crecen y devastan los cuerpos, comprende mejor la mortalidad que el florecimiento de la vida.»
Sir Thomas Browne
En las primeras páginas de su extraordinaria novela (o, digamos mejor, “artefacto narrativo”) Los anillos de Saturno, (1995), W. G. Sebald, fallecido prematuramente de manera trágica, realiza un interesante análisis y una curiosa interpretación de la conocida obra de Rembrandt La lección de Anatomía del doctor Nicolaes Tulp, que citábamos en una entrada anterior.
Supone Sebald que entre los asistentes a la sesión anatómica representada en la pintura se encontraría Thomas Browne, quien se encontraba ampliando sus estudios de Medicina en Amsterdam e incluso el filósofo, físico y matemático René Descartes, exiliado y residente por entonces en aquella ciudad:
«En enero de 1632, durante su estancia en Holanda, y por consiguiente en una época en la que Browne se había enfrascado más que nunca en los secretos del cuerpo humano, se practicó en el Waagebouw de Amsterdam una autopsia pública en el cuerpo del maleante de la ciudad, Adriaan Adriaanszoon, alias Aris Kindt, ahorcado pocas horas antes por robo. Pese a no haber documento alguno que lo justifique claramente, es más que probable que Browne no se hubiera sustraído a la notificación de la autopsia y que haya presenciado el espectacular acontecimiento preservado por Rembrandt en su retrato del gremio de cirujanos, sobre todo en tanto que la clase de anatomía del doctor Nicolaas Tulp, que se celebraba anualmente en pleno invierno, era del mayor interés no sólo para un médico novicio, sino que también era una fecha significativa en el calendario de la sociedad de aquel tiempo, convencida de estar saliendo de la oscuridad a la luz. Sin duda alguna, en el espectáculo ofrecido ante un público de pago procedente de las clases favorecidas se trataba, por un lado, de una demostración de un intrépido afán investigador de la ciencia moderna, por otro, no obstante, aunque seguramente esta afirmación la hubieran rechazado con firmeza, de un ritual arcaico de desmembración de un ser humano, de la mortificación de la carne del malhechor hasta más allá de la muerte, que, como antaño, seguía formando parte del registro de los castigos habituales que se infligían. El solemne carácter que se infiere de la representación de Rembrandt del despedazamiento del muerto —los cirujanos lucen sus mejores galas, y el doctor Tulp incluso lleva un sombrero en la cabeza— así como el hecho de que tras la consumación del procedimiento se celebró un banquete ceremonioso, simbólico en cierto sentido, habla en favor de que en la clase de anatomía de Amsterdam se trataba de algo más que de un conocimiento más hondo de los órganos internos del ser humano. Cuando hoy día nos hallamos en el Mauritshuis [la galería real de pinturas de La Haya] ante el cuadro de anatomía de Rembrandt, de más de dos metros por uno y medio, estamos justo en el lugar de aquellos que en el Waagebouw de entonces siguieron el proceso de la disección, creyendo ver lo que ellos han visto: el cuerpo verdoso de Aris Kindt tendido en un primer plano, con el cuello partido, el pecho horriblemente abombado hacia fuera y con la rigidez de la muerte. Y sin embargo, es cuestionable que alguien haya visto este cuerpo, ya que el por aquel tiempo nuevo y próspero arte de la anatomización estaba no en último lugar al servicio de ocultar el cuerpo culpable. Es significativo que las miradas de los colegas del doctor Tulp no se fijen en este cuerpo como tal, sino que, casi rozándolo, la pasen por alto para dirigirse hacia el atlas abierto de anatomía, en el que la espantosa corporalidad está reducida a un diagrama, a un esquema del ser humano, tal como se imaginaba René Descartes, apasionado anatomista aficionado, al parecer también presente aquella mañana de enero en el Waagebouw. Como es sabido, Descartes, en uno de los capítulos principales de la historia de la sumisión, explica que se ha de prescindir de la carne incomprensible y dedicarse a la máquina que ya está esbozada en nuestro interior, a lo que puede entenderse en su totalidad, a aquello que puede aprovecharse íntegramente para el trabajo y, en caso de defecto, puede repararse o desecharse. Al extraño aislamiento del cuerpo expuesto al público le corresponde que la muy alabada aproximación a la realidad del cuadro de Rembrandt resulta no ser más que aparente cuando se observa con mayor exactitud. Esto es, en contra de toda costumbre, la autopsia que aquí se representa no comienza con la disección del abdomen y con la extracción de las vísceras que más rápidamente entran en estado de descomposición, sino (y es posible que también esto remita a un acto de penitencia) con la disección de la mano que había incurrido en el delito. Y esta mano tiene una característica peculiar. No sólo está desproporcionada de una forma grotesca en comparación con la que está más próxima a la persona que ve el cuadro, sino que también desde el punto de vista anatómico está a la inversa. Los tendones abiertos que, según la posición del pulgar, deberían ser de la palma de la mano izquierda, son los del dorso de la derecha. De modo que se trata de una colocación puramente educativa, sacada sin más de un atlas anatómico, a través de la que el cuadro, si así puede decirse, que por lo demás reproduce con exactitud la vida real, se echa a perder justo en el punto de mayor significado, allí donde ya se han hecho los cortes, y se convierte en una construcción fallida. Es casi imposible que Rembrandt se haya equivocado. La ruptura de la composición me parece aún más premeditada, si cabe. La mano informe es la señal de la violencia que se ha practicado en Aris Kindt. El artista se equipara con él, con la víctima, y no con el gremio que le había hecho el encargo. El es el único que no tiene la mirada absorta, cartesiana, es el único que percibe el cuerpo extinguido, verdoso, ve la sombra en la boca entreabierta y sobre el ojo del muerto.»
El magnífico cuadro de Rembrandt ha sido ampliamente reproducido, estudiado y ‘diseccionado’ -valga el pleonasmo- desde distintos puntos de vista (¡incluyendo pintorescas interpretaciones psicoanalíticas!), sirviendo además como modelo para otras representaciones posteriores. Ejecutado cuando contaba tan solo veintiséis años, es muy posible que el pintor se inspirara en obras anteriores como ‘La lección de anatomía del doctor Sebastiaen Egbertsz’ (1619), de Thomas de Keyser o en la menos conocida ‘Lección de anatomía del Dr. Willem van der Meer’ (1617), de Michiel Jansz van Mierevelt.
Una excelente interpretación simbólica y fisiológica de este fascinante cuadro aparece en el siguiente artículo que señala algunas claves para entender el entorno social, intelectual y espiritual del siglo XVII: Masquelet AC. The anatomy lesson of Dr Tulp. Journal of Hand Surgery (British and European Volume, 2005) 30B: 4: 379–381.
Además del jefe del gremio de cirujanos, el Dr. Nicolaes Tulp, en el cuadro aparecen representados también los cirujanos Jacob Blok, Hartman Hartmanszoon, Adraen Slabran, Jacob de Witt, Mathijs Kalkoen, Jacob Koolvelt y Frans Van Loenen. Al menos dos de estos personajes fueron incorporados seguramente más tarde a la obra original. La relación de sus nombres, también añadidos con posterioridad, figura en la lista, (inicialmente solo una ilustración), que uno de ellos tiene en su mano.
Con motivo del 400 aniversario del nacimiento de Rembrandt, The Journal of Hand Surgery publicó en 2006 un interesante y curiosísimo artículo –profusamente ilustrado- en el que comparaban la (in)exactitud de la representación y los posibles errores anatómicos de la pintura con una disección real del brazo izquierdo de un cadáver, (The Anatomy Lesson of Dr. Nicolaes Tulp by Rembrandt (1632): A Comparison of the Painting With a Dissected Left Forearm of a Dutch Male Cadaver IJpma F et al. J Hand Surg 2006;31A:882–891).
Brazo disecado de la pintura con identificación de las estructuras anatómicas
Merece la pena incorporar aquí también la descripción de la pintura que hizo el escritor yugoslavo Danilo Kis (1935-1989) en la Introducción a una de sus obras, en la que narra una increíble campaña de difamación de la que fue objeto:
«El profesor Tulp estira con las pinzas el tejido muscular del antebrazo izquierdo desollado y muestra a los alumnos ese ovillo de músculos y tendones, venas y arterias a través de los cuales ya no fluye la sangre, los muestra con la calma y concentración del hombre que sabe que el cuerpo humano, al margen de las funciones espirituales, al margen del alma y de la moral, no es más que una máquina de digerir, una panza, una maraña de intestinos y nervios, un montón de tendones y carne, como ese buey despellejado (en el Louvre) que Rembrandt pintó unos cinco años después: un montón de carne colgada boca abajo [en realidad fue pintado 23 años más tarde, en 1655]. La mano izquierda del profesor, con el pulgar y el índice muy juntos—ese roce de la epidermis en las yemas de los dedos, donde se puede sentir el contacto más fino del polvo de las alas de una mariposa o el polen de las flores, sutil, casi ausente, como el aliento, como la fina película que recubre una manzana, lo que los franceses llaman bruma de campanas (brume des cloches)—, esa mano viva alzada en un gesto atrae la atención de algunos alumnos más que el antebrazo muerto y los tendones rajados: como si de esos dedos casi pegados fuera a brotar la electricidad, la encarnación del alma, la emanación de la vitalidad, en contraste con los tendones muertos del cadáver y como una moraleja. Lo que vibra, cual una emanación, entre el pulgar y el índice casi juntos del doctor Nicolaes Pieterszoon (Tulp), esa chispa de conocimiento y experiencia casi a punto de saltar como una descarga eléctrica entre dos alabastros cargados de la masa de los electrones (por lo que los alumnos tienen la impresión de que ese conocimiento empírico de los dedos del doctor los va a inspirar como un santo sacramento), esa experiencia de conocimientos (anatómicos) anteriores contiene en sí, sin duda, también la lección del profesor doctor Sebastiaen Egberts, del mismo modo que Rembrandt toma en su trabajo como «modelo y precursor» la Lección de anatomía del Dr. Seb. Egberts que pintó Thomas de Keyser (1597-1667), donde en el centro de la composición aparece un esqueleto humano desnudo, no sin mensaje metafísico.»
Acabamos casi como empezábamos, con una cita de Sir Thomas Browne que recoge W. G. Sebald en Los anillos de Saturno:
«Cada conocimiento está rodeado de una oscuridad impenetrable. Lo que percibimos son únicamente luces aisladas en el abismo de la ignorancia, en el edificio de un mundo traspasado por profundas sombras. Estudiamos el orden de las cosas, pero lo que está esbozado en este orden no lo concebimos. Por eso no podemos escribir nuestra filosofía más que en pequeñas letras, en las abreviaturas y los taquigramas de la naturaleza transitoria, sobre los que únicamente asoma un destello de eternidad.»
Al hilo de la actualidad...
Precisamente ayer mismo se cumplían 407 años del nacimiento de Rembrandt. Google lo conmemoró con un hermoso doodle:
Y la dura realidad de los titulares de prensa
Imágenes, al fin: arte, tiempo y memoria… (sobre todo memoria).
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