viernes, 23 de agosto de 2013

La catástrofe de la I+D+i

Foto: Andrew Moore

Un escándalo y una vergüenza. No se me ocurren otras palabras para calificar lo que está ocurriendo con la ciencia y la investigación en este país. Parece que regresamos al espíritu del tristemente célebre ¡Que inventen ellos!, proferido al parecer por don  Miguel de Unamuno hace ya más de cien años, en uno de sus arrebatos místicos, reaccionarios y tecnofóbicos.
Trascribo sin más -incorporando algunos enlaces de interés que pueden ayudar a entender mejor la magnitud del problema-, la tribuna de opinión en forma de carta al Presidente del Gobierno, que la investigadora Amaya Moro-Martín publicaba hace unos días en el diario El País (20-8-2012). Desprende sobre todo frustración, tristeza y amargura a partes iguales, reflejando el estado de ánimo de muchos cientos de investigadores que luchan contra lo que supone un auténtico desmantelamiento de la ciencia en España y que solo puede considerarse como una auténtica catástrofe. Este es el texto:

«Estimado Sr. Presidente,

Aprovechando el periodo estival, y para minimizar los costes de mi próximo traslado trasatlántico, estoy haciendo limpieza de mi oficina en el CSIC y me gustaría devolverle algunos documentos que ya no voy a necesitar.

Adjunto le devuelvo el certificado oficial de haber superado positivamente la evaluación del Programa I3, el Programa de Incentivación de la Incorporación e Intensificación de la Actividad InvestigadoraAgradezco el detalle del Ministerio de Economía y Competitividad pero, en el contexto actual de la investigación en España, no entiendo los conceptos “incentivación”, “incorporación” e “intensificación” (tampoco el de “actividad investigadora”, más allá de la basal). Gracias de todos modos por comunicarme que soy “apta” para investigar; del feedback de la comunidad científica uno no se puede fiar.

Así mismo le devuelvo la homologación española del título de doctor que obtuve en EEUU y la docena de documentos necesarios para su trámite. Todos los documentos vienen con la apostilla de la Haya y las consiguientes firmas del Gobernador del Estado, traducciones oficiales y copias compulsadas con las firmas del Cónsul español en Nueva York. Se incluyen las descripciones detalladas de todas las asignaturas cursadas, que resultaron de mucho interés tanto para el Gobernador como para el Cónsul. Afortunadamente España lidera la cruzada de las homologaciones. Fuera de nuestras fronteras cualquier título original vale, un verdadero escándalo.

El documento que guardo con más cariño, y que también le devuelvo en este envío, es el BOE que describe mi contrato bajo el programa Ramón y Cajal. Subrayado en amarillo encontrará el párrafo donde se detalla el compromiso explícito de, superadas las evaluaciones pertinentes, convocar una plaza con el perfil del investigador contratado. Fue ese párrafo el que me hizo poner fin a más de una década en EEUU. También le devuelvo otro BOE, el de la Ley de la Ciencia, que reafirma ese compromiso de estabilización laboral, introducido precisamente por su grupo parlamentario en el Senado. Le envío esos documentos en una bolsa hermética, son puro papel mojado.

Por el mismo conducto le envío las 700 páginas de certificados y documentos que tenía preparados para el día en que se convocara una plaza con mi perfil, algo que nunca ocurrió. Es la documentación requerida para acreditar la veracidad de mi currículum. Recopilar esa documentación fue una labor de investigación tremendamente gratificante. Sepa usted que en los muchos trabajos que he solicitado fuera de España la documentación requerida es algo más escueta, aproximadamente de 10 páginas: un plan de trabajo y un breve currículum, que no hay que justificar porque la comunidad científica opera con un código de honor. Si quiere un día se lo explico. Sepa usted también que nunca he podido presentarme a una oposición en una universidad española por no tener la acreditación de la Agencia Nacional de Evaluación de la Calidad y Acreditación, acreditación que, por otro lado, sólo se consigue si uno tiene una vinculación previa con una universidad española. Es curioso que ni la Universidad de Princeton ni la Universidad de California en Berkeley, donde hice hace unos años sendas entrevistas de trabajo para plazas de profesor, echaran en falta dicha certificación de aptitud. Quizá la permeabilidad tenga algo que ver con la excelencia, ahora que estamos tan preocupados por los rankings internacionales.

También le devuelvo la carta que la Fundación española para la Ciencia y la Tecnología tuvo el detalle de enviarme hace unas semanas a mi antigua dirección en la Universidad de Princeton. El objetivo de dicha misiva es realzar la “marca Españacon un programa denominado “Ciencia Española en el Exterior”. Sepa usted que me trasladé a España hace cinco años y cuando emigre próximamente la ciencia que haga ya no será española, ni será gracias a España; seguiré haciendo ciencia a pesar de España. No se molesten en enviarme esa misma misiva a mi nuevo centro de trabajo en NASA. Ese esfuerzo ímprobo que han realizado ustedes para localizar a investigadores españoles en el extranjeroque ha llegado incluso a recopilar los viejos correos electrónicos de los que habíamos regresado hacía años, podrían canalizarlo en contactar con los investigadores que todavía están en España y cuya permanencia en el país pende de un hilo. Quizá sea interesante evaluar el alcance del problema, analizar las causas y diseñar una estrategia para buscar soluciones. ¿Cómo, que no sabe a qué problema me refiero? Al de la fuga de cerebrosesa realidad sangrante que su equipo describe como un “topicazo”. Les sugiero un nuevo eufemismo para su colección: inquietud laboral.

Ya sé que tiene usted copia porque la dejamos en el Registro de Entrada, pero permítame enviarle de nuevo el CD con las 50.000 firmas de la primera Carta abierta por la Ciencia y otro con las 80.000 firmas de la segunda. Y una sugerencia: en la verja del Ministerio de Economía y Competitividad, cuyas puertas cerraron a cal y canto el pasado 14 de junio ante la llegada de la mayor manifestación de investigadores en la historia de España, tenga usted disponible, por favor, un rollo de celo. Lo digo para que podamos pegar en la verja la siguiente carta abierta por la ciencia, como pasó con nuestra última carta. O ponga usted un corcho. Entiendo que ambas cosas, el celo y el corcho, excedan el presupuesto de la I+D(*) en España; nos apañamos con uno u otro.
También le devuelvo todas las afirmaciones que su equipo ha hecho de cómo España sigue apostando por la I+D(*).

Deduzco que esa apuesta fue hecha en Eurovegas y perdimos. Le devuelvo esas afirmaciones con el mismo afecto con que las recibimos. En realidad usted personalmente no miente, porque no ha dicho nada, absolutamente nada al respecto. Pero aquí le envío los contactos de los 156 periodistas nacionales e internacionales con los que hasta ahora he tenido el placer de hablar sobre su política científica, por si algún día se decide a decirles algo sobre este asunto. Somos todo oídos.

En este abultado envío también le adjunto mi certificado de empadronamiento y dudo si devolverle o no el pasaporte de mi hija de nueve meses; tiene doble nacionalidad pero nuestro futuro en España es tan incierto que me pregunto si volverá a necesitar el pasaporte español. Ahí le van. Se los envío con un nudo en la garganta, el nudo doble de los que se enfrentan a la emigración por segunda vez.

Por último, y a cambio de todos estos documentos que le devuelvo, le pido tan sólo una cosa: devuélvame usted mi dignidad como investigadora, y en el mismo envío, si no le es mucha molestia, devuélvasela a toda la comunidad de investigadores en España, y no se olvide de los de humanidades.

Mariano, durante su legislatura la investigación en este país se está hundiendo irremediablemente hacia el abismo de la fosa de las Marianas. Y si bien es cierto que nuestros colegas científicos han descubierto que hay vida allá abajo, sepa usted que es bacteriana.

Un cordial saludo,
Una investigadora.»
(*) P.S. I+D significaba Investigación y Desarrollo.

[Amaya Moro-Martín es investigadora Ramón y Cajal del CSIC y promotora de la Plataforma Investigación Digna]

Pues eso: un auténtico escándalo y una vergüenza. Mientras tanto, por estas tierras, los responsables del ramo anuncian ahora la próxima aprobación de un Plan Estratégico de Desarrollo y Gestión de la Investigación e Innovación en el SESCAM que incluirá la mejora del soporte metodológico, la centralización de la gestión de la investigación y la resolución definitiva de los aspectos financieros, entre otras cosas. Además, propiciará una mayor sinergia con la Universidad de Castilla-La Mancha para el desarrollo de la actividad investigadora y realizará nuevos convenios.” (sic).

La verdad es que es todo tan triste que se queda uno sin palabras…

5 comentarios:

  1. Estoy de acuerdo. Es una pena y una tristeza. Me pregunto si llegaremos a ver las terribles consecuencias de esto. ¿Qué país les dejamos a hijos y nietos?

    ResponderEliminar
  2. Tal vez nosotros ya no veamos las consecuencias "últimas", aunque podamos intuir por donde irán las cosas, por desgracia...
    La miopía política, la estrechez de miras o falta de perspectiva y el 'cortoplacismo' nos están llevando, una vez más, y salvo honrosas excepciones, al páramo meseteño que siempre acostumbró a ser este país en esta materia (y en otras muchas, claro).
    Gracias por tu comentario, Sonia.

    ResponderEliminar
  3. Pero es que no vamos a aprender nunca? Cómo vamos a emprender otras empresas que no sean relacionadas con el Turismo si echamos fuera a los que pueden sacar adelante otras con nuevos desarrollos? Repetimos la historia una y otra vez, hace poco leía "El árbol de la Ciencia" de Pío Baroja, una lectura que tenía mi hija para un trimestre de su curso, no lo había leído, pero a pesar de tener más de 100 años me parecía tan actual como si se hubiera escrito hace unos meses. En un capítulo del libro, una conversación con un amigo hablan de cómo no se puede hacer investigaciones serias en España, NO HEMOS APRENDIDO NADA en más de 100 años. Gracias por estas buenas reflexiones Rodrigo.

    ResponderEliminar
    Respuestas
    1. Ya ves, Carmen, parece que estamos condenados a repetir los seculares estereotipos de nuestra más rancia historia. Recuerdo que leí "El árbol de la ciencia" en mi primer año de la universidad y algunos de los episodios y de las peripecias que contaba la novela (incluidos los profesores y catedráticos de Medicina), me parecían entonces un retrato bastante fiel de lo que yo veía a mi alrededor... seguimos en las mismas.
      La verdad es que resulta difícil sustraerse a esta especie de ola de pesimismo "nacional" que todo lo invade, pero me resisto a creer que sea un destino ineluctable o una especie de maldición.
      Gracias por pasarte por aquí.

      Eliminar
  4. la verdad es que es una reflexión demoledora y lo peor es que esa misma sensación y desánimo afecta a profesionales de todos los sectores. Es una sangria tan demoledora que torpedea la linea de flotación de este país comprometiendo muy gravemente cualquier recuperación posible. en cambio no creo que las cosas no hayan cambiado en los últimos cien añossino que nos movemos en un permante y desquiciante efecto rebote.

    ResponderEliminar