“Internet lo registra todo y no olvida nada”
Jeffrey Rosen
“Reclamamos transparencia mientras exigimos intimidad”
Luis Fernández-Galiano
En
una semana en la que casualmente el Congreso de los Diputados aprueba el Proyecto de Ley de Transparencia, acceso a la información y buen gobierno, @monicamoro, @manyez y @ChemaCepeda proponen
en el #carnavalsalud
del mes de septiembre un tema muy sugerente: “Marca personal-marca profesional, ¿juntas
y revueltas?” o lo que viene a ser lo mismo, dónde situamos los
difusos e imprecisos límites de la transparencia con respecto a nuestra «identidad digital», en esta confusa época en la que vivimos “extraviados entre el jardín tapiado y el
escaparate mediático” al que nos expone el tráfico de las redes.
En
su libro “Partes públicas” el periodista Jeff
Jarvis explica que nuestra identidad es una expresión en primera persona
de nosotros mismos, mientras que la reputación es la opinión y el concepto en
tercera persona que otros se han formado de nosotros a través de la imagen que
transmitimos. Debido a la creciente “publificación” (entendida como el acto de
compartir información, pensamientos o acciones), ambas fuerzas se encuentran en
una tensión constante y, en ocasiones, entran en conflicto.
En
una entrada anterior del blog hablábamos de diversas
iniciativas y estudios de investigación sobre el uso responsable de los 'social media' por los profesionales sanitarios. Desde hace ya algunos años numerosos organismos e
instituciones sanitarias han venido estableciendo directrices, guías,
recomendaciones y normas para mejorar/asegurar la presencia de los
profesionales en el ámbito digital. Todas ellas hacen hincapié en la necesidad
de tener en cuenta la persistencia, trazabilidad, replicabilidad y las "audiencias invisibles", que caracterizan a muchas plataformas de social media y que pueden afectar de
forma permanente a la reputación y a la huella digital, alterando la imagen de
los profesionales entre los pacientes y colegas e incluso socavando la
confianza pública en la propia profesión.
Desde el punto de vista
ético-profesional, en las relaciones con los pacientes lo más importante es,
sin ninguna duda, preservar su privacidad y la confidencialidad en todos los
entornos; realizar un seguimiento periódico de nuestra presencia on line y mantener los límites
adecuados en esa relación profesional sanitario/paciente y valorar considerar o
sopesar siempre la (posible) separación de los contenidos profesionales y
personales on line. La mayoría de las directrices y recomendaciones intentan
sensibilizar y generar conciencia de la responsabilidad de los profesionales tanto
en la publicación de contenidos poco ‘rigurosos’ como en transmitir una imagen
poco ‘acorde’ con las expectativas de (sobre) la profesión.
En el ámbito clínico
(cuando existe una relación directa con los pacientes), puede no ser deseable la
transparencia ‘radical’ sobre esa confusa mezcla de las diferentes facetas que
nos conforman, y resulta conveniente mantener siempre una actitud atenta de prudencia
y responsabilidad a la hora de enfocar o manifestar nuestra presencia en las
redes. Con todas las excepciones que sean menester. Por supuesto que las
intervenciones y opiniones son exclusivamente de carácter personal, pero hay
que descargar siempre de responsabilidad a la organización o institución en la
que trabajamos y debe quedar claro que en ningún caso reflejan o comprometen la
opinión y las políticas pasadas o presentes de la misma.
Por lo demás, siempre será bueno
conocer esas guías, normas y recomendaciones oficiales de uso y estilo en
Internet, pero es complicado establecer reglas, y nada podrá sustituir a la
reflexión y al juicio prudente, ponderado y razonable que aporta la experiencia
personal y el aprendizaje (muchas veces a través de la técnica ensayo-error).
Somos lo que hacemos o, mejor
dicho, nos ven no cómo somos o creemos que somos, sino por lo que hacemos
(decimos) y la imagen o información que transmitimos. Y parece que no hemos
acabado de entender todavía qué ocurre cuando todo es registrado por todos y es
conocible o consultable durante todo el tiempo…
Es (muy) difícil separar los
diferentes aspectos o niveles privado-público-profesional, y cada vez es más complicado
‘poner puertas al campo’. En mi caso tiendo a mezclar y a (sobre)compartir. Mi
vida personal y profesional se interrelacionan y es inevitable encontrar ideas,
comentarios, opiniones personales, lecturas, noticias (hasta valoraciones políticas),
en el timeline de mi cuenta de Twitter. Otras redes más específicas o menos
generalistas casi se autolimitan por su propio objeto o contenido. También, aunque
existe una clara y evidente línea de continuidad que aparece recogida en el
frontispicio: “…reflexiones, comentarios
y observaciones sobre salud y enfermedad, gestión sanitaria, medicina e
historia, sociología, economía de la salud, literatura y otros aspectos
relacionados con un ámbito cada vez más incierto y complejo…” en este blog pueden
hallarse, juntos y revueltos, aspectos personales y profesionales. Por otro
lado, un grupo de amigos mantenemos un blog colectivo (El Frikismo Ilustrado) en el que se abordan otros asuntos relacionados con aficiones comunes (cine,
literatura, viajes, fotografía…), en general más "frikis", pero he llegado a escribir alguna entrada que
se ha publicado en ambos blogs.
Como en la vida real, (sobre)compartir
en la red tiene sus riesgos. Si tuviera que dar algún consejo diría que es
bueno también actuar como en la vida real: naturalidad, ser uno mismo (autenticidad),
coherencia, honestidad (honradez), una buena dosis de sensatez (sentido común),
contención, educación y respeto.
Si tenemos alguna duda siempre
podemos recordar algunas de las sugerencias y reglas (serias) a tener en cuenta
que ofrece con bastante humor Jeff Jarvis:
La regla del tatuaje. Todo lo que publicas en Internet es
como un tatuaje. Es permanente, no desaparece (al menos no fácilmente).
La regla de la primera plana. No debes publicar nada en Internet que no te gustaría ver en el New York Times (o en El País).
La regla de la bancarrota social. No podemos responder a todo lo que publicamos si además generamos expectativas de respuesta.
La regla de no dar de comer a los ‘troles’. Internet no tiene la culpa de que existan memos, simplemente los hace más visibles y les da un megáfono. No alimentar ni dar pie de conversación a estos personajes.
La regla del Cabernet. Algunas pociones pueden convertir a la persona más sensata en un trol. Los amigos no permiten que sus amigos blogueen, tuiteen, actualicen su estado social, posen para fotos de Facebook, graben videos de YouTube o manejen otro tipo de maquinaria cuando están ebrios.
La regla dela honradez. Cuando cometas un error, reconócelo. Las correcciones no
disminuyen la credibilidad, sino que la aumentan.
La regla de oro. Esta regla sustituye y resume todas las anteriores. La pauta ideal de comportamiento en los blogs y en los social media se reduce a una única cosa: no ser imbécil, no comportarse como un idiota o actuar como un majadero y no hacer payasadas.
La regla de la primera plana. No debes publicar nada en Internet que no te gustaría ver en el New York Times (o en El País).
La regla de la bancarrota social. No podemos responder a todo lo que publicamos si además generamos expectativas de respuesta.
La regla de no dar de comer a los ‘troles’. Internet no tiene la culpa de que existan memos, simplemente los hace más visibles y les da un megáfono. No alimentar ni dar pie de conversación a estos personajes.
La regla del Cabernet. Algunas pociones pueden convertir a la persona más sensata en un trol. Los amigos no permiten que sus amigos blogueen, tuiteen, actualicen su estado social, posen para fotos de Facebook, graben videos de YouTube o manejen otro tipo de maquinaria cuando están ebrios.
La regla de
La regla de oro. Esta regla sustituye y resume todas las anteriores. La pauta ideal de comportamiento en los blogs y en los social media se reduce a una única cosa: no ser imbécil, no comportarse como un idiota o actuar como un majadero y no hacer payasadas.
Concluye Jarvis: “Internet es la vida, sólo que a mayor
escala y más rápido. Las lecciones que aprendiste de pequeño y las que enseñas
a tus hijos sobre cómo tratar a los demás todavía se aplican. La Web no es más
que un lugar lleno de personas.”
El público somos nosotros. En
última instancia las preguntas clave que debemos hacernos serían: ¿Qué necesitamos mantener en privado y por qué? Y ¿Qué daños se infligen (y
a quién) cuando se produce una transgresión (voluntaria o no) de la intimidad?
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ddsadsa
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