Foto: Luca Rossato vía flickr
Justamente
en estos días el newsletter de FierceHealthcare recoge
una interesante historia que ilustra muy bien lo que supone para mucha gente
asumir el coste de la asistencia sanitaria en los Estados Unidos: "Why pricing transparency does matter. A
first-hand account of the true cost of care".
El
artículo resume la ‘dolorosa’ experiencia que Andrew T. Gray, un asociado médico
(o physician assistant) de una clínica que atiende a enfermos de VIH en Beverly Hills, explicaba en un
relato de primera mano: Saving My Appendix.
Cuando
apenas llevaba seis meses en su trabajo, Gray presentó un repentino cuadro de
apendicitis aguda. Aunque tenía cubierto el seguro médico, había descuidado
rellenar el papeleo necesario para activarlo. Con grandes dolores, y asustado
por el previsible alcance económico que le supondría el tratamiento, remitió
por fax la documentación del seguro y esperó hasta el
día siguiente para solicitar ayuda en las urgencias del hospital local.
Mientras esperaba, con su smartphone
encontró un estudio sueco que daba cuenta del
éxito del tratamiento de la apendicitis con antibióticos ("Antibiotics as first-line therapy for acute appendicitis:evidence for a change in clinical practice").
Ni los resultados del estudio ni las dudas de Gray sobre los
costes de la cirugía impresionaron al médico residente y al adjunto del
servicio de urgencias que le atendieron. “Esto
no es Suecia”, vinieron a decirle. Ordenaron un TAC y programaron la cirugía
para más tarde ese mismo día.
Poco
después, cuando la enfermera llegó a su habitación con una encuesta del
hospital, Gray expresó de nuevo su preocupación sobre el coste que le iba a
suponer su asistencia. Ella le dijo que no se preocupara y que ya lo resolvería
cuando se recuperase.
"Cuántas veces me había
escuchado a mí mismo decir estas palabras cuando un paciente manifestaba su
preocupación por los gastos del tratamiento. Pero ahora me daba cuenta de la
verdad: nadie involucrado en mi asistencia sabía en realidad el coste de
cualquiera de los tratamientos que proponían."
Una vez más con su smartphone encontró un artículo de la Harvard Medical School que apoyaba el uso de antibióticos en (para) la apendicitis aguda. También encontró una revisión Cochrane sobre el tema.
A pesar de todo, explica Gray, “cuando eres un asociado médico, es difícil hacer frente a un ejército de MD’s diciéndote que necesitas cirugía. Aunque temía que mi seguro no lo cubriría, me resigné a pasar ‘bajo el cuchillo”.
Cuando el supervisor de su trabajo le llamó para ver cómo se
encontraba, y Gray le comentó que el dolor había cedido, su jefe le dijo que
dejara el hospital y le propuso programar una apendicectomía de forma ambulatoria
para el día siguiente. Así se ahorraría mucho dinero, le dijo el supervisor.
Gray firmó el alta voluntaria en contra del consejo de los médicos
y pidió a su supervisor que le prescribiera los antibióticos utilizados en el
estudio. Esa misma noche empezó a tomarlos. Al día siguiente tenía menos
dolores, se sintió mejor y canceló la cirugía ambulatoria.
Las
facturas por la asistencia en el servicio de urgencias, el TAC, una dosis de antibióticos
intravenosos y el ingreso hospitalario sumaron más de $30.000 sin la
apendicectomía. El coste de un tratamiento de dos
semanas de antibióticos orales fue de $50.
Con
posterioridad Gray supo que su seguro médico podría haberse hecho cargo del
tratamiento, de forma retroactiva. Es bastante probable que, de haberlo sabido
antes, no se habría salvado de que le realizaran la apendicetomía.
Es
relativamente fácil decirle a un paciente: “No
te preocupes por el coste del tratamiento, ya te ocuparás de ello cuando estés
sano”, pero ahora, habiendo sido paciente por un día él mismo, Gray considera
que el miedo a las facturas médicas puede borrar cualquier preocupación por la
salud y la curación.
Así
que ahora, cuando un paciente pregunta sobre los costes del tratamiento, Gray
procura averiguarlo.
Mientras
tanto, la pugna política por la reforma sanitaria en EE.UU. sigue su curso…
En
nuestro país, tras la puesta en marcha de la contrarreforma iniciada con el RDL16/2012 de 24 de abril,
que supone la pérdida de la universalidad y gratuidad del SNS, seguimos una aplicada
senda de supresión de derechos y prestaciones. Puntual e inexorablemente se actualiza
la cuantía de las tasas y precios públicos (aquí las del SESCAM), que deben abonar las
personas (ciudadanos) que no tienen la condición de “asegurado”, pasando a ser
simples terceros obligados al pago o usuarios sin derecho a asistencia
sanitaria.
También
en esta semana el Gobierno acaba de dar otra vuelta de tuerca en las medidas de
recorte de la sanidad pública al aprobar una resolución que modifica las
condiciones de financiación
de determinados medicamentos incluidos en la prestación farmacéutica del SNS. Llueve
sobre mojado: la medida supone el establecimiento de un nuevo copago en un grupo de
fármacos de dispensación hospitalaria, que constituye un auténtico impuesto a
la enfermedad.
Como
era de esperar el anuncio ha cosechado el rechazo general de comunidades autónomas, pacientes,
profesionales y partidos políticos.
Pero así estamos, un sistema sanitario que ya no es universal ni gratuito, y cada vez es menos público, (como en EE.UU.)...
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ResponderEliminarHas compartido un buen artículo aquí sobre la reforma de salud. Su artículo es muy informativo y útil para saber más sobre la última reforma de atención médica. Estoy agradecido por compartir este artículo aquí. Seguro Obamacare
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ResponderEliminarSiempre he procurado ser riguroso en los temas contenidos en el blog. Por ello, le agradezco muy sinceramente su valoración y el comentario a un post escrito hace ya casi siete (!) años. Lamentablemente las cosas no parecen ir mejor en EE.UU. Saludos.
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