“There are countless
studies by psychologists and in behavioral economics that demonstrate that
educating patients is not enough. We need insight into what motivates people
and how contexts impact on their decisions.”
Tsung-Mei Cheng
Es suficientemente
conocido que, al menos desde finales de los años 50’s del pasado siglo, el gasto sanitario ha ido incrementándose
anualmente por encima del PIB nacional en los países desarrollados, por lo que con cierta periodicidad y cada cierto tiempo, resurge la idea de
llevar a cabo la correspondiente reforma que modifique dicha situación.
Como todas las políticas
públicas, las reformas de los sistemas sanitarios son siempre específicas y
dependen fundamentalmente del contexto en el que intentan llevarse a cabo. Su
planteamiento, diseño y aplicación estará siempre condicionado por múltiples y
diferentes factores que tienen que ver con los antecedentes, el sistema de
valores, las actitudes sociales y la situación política o económica concreta.
En general las reformas
que se implantan en la mayoría de los sistemas sanitarios persiguen un triple
objetivo. El primero es (siempre) reducir costes, es decir, mejorar la eficiencia
haciendo el mejor uso posible de los recursos existentes; en segundo lugar
mejorar los resultados clínicos, es decir, la efectividad y, finalmente,
mejorar la experiencia del paciente mediante la incorporación de sus preferencias.
La complejidad, la
diversidad de perspectivas y la multiplicidad de intereses en juego (en muchas ocasiones
enfrentados), el (enorme) volumen de recursos implicados y la existencia de numerosos
agentes y protagonistas con diferentes valoraciones y planteamientos, hacen que
las reformas del sector sanitario
tengan siempre un carácter cíclico y episódico, o sea, pasajero, transitorio o
provisional.
En su libro The Healing of America: A Global Quest for Better,Cheaper, and Fairer Health Care, publicado en 2010, el corresponsal y periodista norteamericano T. R. Reid desvela las denominadas
“leyes universales de los Sistemas de Salud”, formuladas por la experta
en sistemas sanitarios comparados de la Universidad de Princeton Tsung-Mei Cheng.
Estas tres leyes, (con una interesante addenda),
cuyo enunciado demuestra gran conocimiento y un afilado sentido del humor, pero
también unas notables dosis de realismo y perspicacia a partes iguales, ponen
de manifiesto que, en general, la gente tiende a estar siempre descontenta con la
atención sanitaria que recibe.
Estas
son las leyes:
1. En cualquier
momento, en cualquier parte del mundo, (no importa lo bueno que sea), siempre habrá personas que se quejen del
sistema sanitario del país.
2. No importa cuánto
dinero se gaste en asistencia sanitaria: los médicos y los hospitales siempre dirán
que no es suficiente. (Además, el nivel de decibelios de las quejas está sólo muy débilmente
relacionado con lo que un país gasta en salud).
3. En cualquier
momento, en cualquier parte del mundo, siempre habrá alguien (un experto, una
empresa consultora, un importante grupo de presión con intereses concretos…), que
exija o recomiende una "gran reforma
sanitaria". (De hecho, es muy posible que pueda afirmarse que la última
reforma llevada a cabo, fracasó).
Addenda: Los Ministros de Sanidad de cualquier parte del
mundo seguramente deben haber hecho algo malo en una vida anterior, o no
estarían condenados a ser Ministros de Salud en ésta. (Esto vale también para Consejeros/as de Sanidad).
En
fin, que no hay nada eterno, ni siquiera la (contra)reforma emprendida en
nuestro país…
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