Seguramente
la noticia más importante que se ha producido durante esta misma semana en el
ámbito de la salud pública (digamos de la salud, en general), haya sido la
publicación del informe de la OMS: "Review of Social Determinants and the Health Divide inthe WHO European Región". Óscar
Zurriaga (@ozurri) nos adelantaba la primicia en su blog Epi y Mas. Sir Michael Marmot, director del UCL Institute of Health Equity, que ha coordinado este estudio sin precedentes en el que han trabajado más de
80 expertos durante tres años, advertía en su presentación de que los elevados
índices de desempleo juvenil que presentan países como España constituyen una
auténtica «emergencia sanitaria»: «El paro, en especial los persistentes
elevados niveles de paro juvenil, son una bomba de relojería para la salud
pública a punto de estallar».
A pesar
de haber recogido la noticia, algún ilustre diario español no acaba
de darle demasiado crédito y se pone en ridículo con comentarios despectivos
(que no vienen sino a demostrar su propia ignorancia), en cualquier caso
impropios de un medio de comunicación que se pretende serio y respetable.
(Parece que les molestó especialmente que Marmot utilizara en una de sus
diapositivas una imagen de una manifestación de los "indignados" del
15M).
ABC
31-10-2013
Casi da
cierta pereza tener que recordar y hablar a estas alturas sobre los determinantes sociales de la salud y la abrumadora evidencia existente sobre el papel de la desigualdad social en
el origen de las inequidades sanitarias (diferencias injustas y evitables), y
en la distribución de la salud y la enfermedad en todo el mundo. Los determinantes sociales de la salud son las circunstancias
en que las personas nacen, crecen, viven, trabajan y envejecen, incluido el sistema
sanitario. Esas circunstancias son el resultado de la distribución del dinero,
el poder y los recursos a nivel mundial, nacional y local, que depende a su vez
de las políticas adoptadas (OMS-WHO).
Las inequidades son política, social y económicamente inaceptables. La crisis financiera mundial iniciada en la segunda mitad de 2008 ha contribuido a acentuar y hacer más visibles y evidentes esas desigualdades en nuestras sociedades. Desigualdades entre los países, pero también dentro de ellos. Desigualdades entre clases sociales, entre ricos y pobres, entre los que tienen y los que no tienen, entre jóvenes y viejos, entre hombres y mujeres, entre lo público y lo privado. Desigualdades que diferencian y dividen a las personas en sus derechos y obligaciones... y en la manera en que enferman y mueren.
Pero sobre todo el Informe deja muy claro que todos
los países europeos, cualquiera que sea su nivel de riqueza y desarrollo,
pueden adoptar medidas para mejorar la salud de sus poblaciones, es una cuestión
de prioridades. Como explicó Zsuzsanna Jakab, directora para Europa de la OMS, la crisis económica no puede ser un motivo
para la inacción, sino una llamada para actuar de forma urgente. También para
cambiar las dramáticas y dolorosas consecuencias que ya están teniendo las
políticas de austeridad implantadas en una gran parte de los países europeos.
Tal vez no esté de más recordar un conocido ejemplo de la cadena de "causas de las causas"...
Un
trabajo muy importante sobre el que, sin duda, seguirá hablándose durante bastante
tiempo y cuyas recomendaciones ojalá tuvieran la suficiente audiencia e impacto entre los responsables
y decisores políticos.
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