Foto: Ed Yourdon, vía flick
Hace
ya un cuarto de siglo, en 1988, John Ashton y Howard Seymour publicaron un
pequeño libro: The New Public Health, traducido dos años más tarde como “La nueva Salud Pública. La experiencia
de Liverpool”, que pretendía, a partir de una experiencia local en dicha zona, divulgar el movimiento Healthy Cities
(Ciudades Saludables). Esta iniciativa, promovida por la Organización Mundial
de la Salud
(OMS) en Europa desde pocos años antes, tenía como objetivo fundamental mejorar
el bienestar de los ciudadanos potenciando estilos de vida saludables y un
medio ambiente sostenible.
La
denominada “Nueva Salud Pública” daba un paso más allá de su función tradicional
de prevención de la enfermedad, desarrollando las ideas y conceptos de los
Determinantes de la Salud
y la actuación sobre ellos mediante la Promoción de la Salud y otras estrategias.
En
el prólogo a la edición inglesa del libro los autores contaban una breve historia,
a modo de fábula con moraleja, que siempre me ha parecido fascinante por su capacidad
metafórica y gran poder de evocación:
En
el movimiento de la “nueva salud pública” –explicaban- los profesionales
sanitarios aparecen frecuentemente representados como socorristas que están a
la orilla de un río que discurre muy rápido. Continuamente aparecen personas
que vienen arrastradas por la corriente y que piden auxilio para no perecer
ahogadas. Todos los socorristas están muy ocupados en las tareas de rescate, salvando
la vida a “sus enfermos”.
En
cuanto rescatan a uno, inmediatamente aparecen otros. Tan ocupados están en
esta tarea de salvar vidas, que no tienen tiempo apenas para pensar en lo que
hacen, caminar un poco corriente arriba y averiguar por qué se cae tanta gente
al agua.
Desde
la perspectiva de la salud pública, -con un enfoque colectivo y poblacional-, se
argumenta la necesidad de que los trabajadores sanitarios cambien su mentalidad
y se preocupen más de pensar en lo que está ocurriendo “aguas arriba”. Evidentemente, dependiendo del punto de vista que
adopte cada uno, lo que ocurre aguas arriba puede tener varias lecturas.
Algunos pensarán que es la gente la que cae (o salta) al río por sus propios
errores; otros, creerán que son empujados de alguna manera; incluso habrá quien
considere que todos los caminos conducen inevitablemente al río, o que los que
caen son víctimas de su mala suerte, del azar o tal vez de la ira divina…
En
resumen, apenas quince años después del Informe Lalonde, la “nueva” salud pública, formulaba de manera más clara, un modelo teórico
que incorpora ya el papel causal de los determinantes de la salud, las ‘causas delas causas’, es decir de los factores ambientales y biológicos que subyacen y
preceden a la aparición de los problemas de salud. Como señalaba Fernando
García Benavides (La epidemiología “moderna” y la “nueva” salud publica.
Rev San Hig Púb 1994; 68: 101-105):
“El conocimiento cada vez
más detallado de estos determinantes, llamados por algunos causas componentes
ha hecho que la Salud
Pública no sea tan sólo un discurso cargado de razón acerca
del papel causa de los factores sociales en el origen de la enfermedad, sino
también un instrumento útil para mejorar la salud de los individuos.”
“Pero para la Salud Pública no es
suficiente conocer los determinantes de la salud y la enfermedad. A
diferencia de la epidemiología, la práctica de la Salud Pública
necesita transformar los conocimientos existentes en acción. Una de las
consecuencias del desarrollo reciente de la Salud Pública es que
su práctica se ha hecho más compleja, hoy es necesario manejar conceptos y
técnicas procedentes de ciencias de la conducta, de la educación o de la
comunicación, junto con otras ciencias sociales como la sociología, la
antropología o la economía.”
Siguiendo con esta línea de pensamiento, y en el contexto actual, nos ha
interesado mucho un breve trabajo que Javier Padilla [ @javierpadillab ] colgaba en
su blog hace un par de días en el que explica los dos principales enfoques o
discursos dominantes que en la actualidad podrían encontrarse en el paisaje de
la salud pública: "Influencia de la dialéctica individualismo-colectivismo en la salud pública del siglo XXI". Una lectura muy recomendable.
Para
terminar, la historia de esos profesionales sanitarios tan ocupados y atareados
en la orilla del río recuerda una de las tesis explicadas por el influyente
gurú Stephen Covey en su libro “Los 7 hábitos de la gente altamente efectiva”, que en su día se convirtió en un auténtico best
seller de la "literatura" de gestión y desarrollo personal y empresarial que se vendió por millones en quioscos de estaciones y aeropuertos. La
formulación de esa tesis es la siguiente:
“Afile la sierra”
El
capítulo del libro en el que Covey explica este principio comienza con la
historia de un leñador que se encuentra tan inmerso en su trabajo de talar
árboles que apenas si tiene tiempo para otra cosa, olvidando que dedicar unos
minutos a afilar su sierra le haría ahorrar muchas horas de esfuerzo.
Aplicado
tanto a las empresas y organizaciones como a nuestra vida diaria, afilar la sierra se refiere a dedicar al
menos algo de tiempo a mejorar nuestras condiciones físicas e intelectuales
mediante el ejercicio físico, la reflexión y el estudio…
(En
todo caso, al margen de la excesiva y cargante retórica de los libros de
autoayuda son unas buenas recomendaciones).
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