Portada de la revista New Yorker de
18 nov 2013 despidiendo al Alcalde Michael Bloomberg
“[Salubristas] Los que emprenden grandes obras de
actividad pública, los que tienen que estar a prueba de las dilaciones más
fatigosas, las desilusiones más penosas, los insultos más ofensivos, y lo que
es peor aún, los juicios presuntuosos de los ignorantes.”
Una entrada de Miguel Ángel Mañez [@manyez] en su blog Salud
con cosas sobre el papel
de los impuestos en la lucha contra la obesidad, me recordó la figura
del ex-alcalde de Nueva York Michael Bloomberg y el papel de celoso guardián de la salud pública que
ejerció a lo largo de sus tres mandatos (entre 2002 y 2013). Una figura pintoresca, políticamente controvertida e independiente, que mantuvo la firmeza de sus
convicciones y alguno de sus polémicos proyectos contra viento y marea.
La última de sus batallas en su lucha contra la obesidad fue el
intento (fracasado) de prohibir la venta de los desmesurados envases de refrescos
y bebidas azucaradas:
Un artículo publicado hace unos meses en el JAMA (Reconsidering the Politics of Public Health. September 11, 2013, Vol 310, Nº 10) se refería precisamente al papel de la Administración y del Estado enla Salud Pública. Una
vez más la reedición del clásico y viejo debate entre el intervencionismo y el
liberalismo (o, como hubiera dicho el propio Stuart Mill, el enfrentamiento entre libertad social
y autonomía del individuo contra la tiranía de la mayoría).
Un artículo publicado hace unos meses en el JAMA (Reconsidering the Politics of Public Health. September 11, 2013, Vol 310, Nº 10) se refería precisamente al papel de la Administración y del Estado en
Los autores sostienen que uno de los dilemas centrales en salud pública
es precisamente (intentar) reconciliar el papel del individuo con el papel del
gobierno en la promoción de la
salud. Por un lado, el enfoque de las políticas gubernamentales
—mediante tasas, impuestos, prohibiciones y otros reglamentos— puede verse como
un ejemplo emblemático de la injerencia de un "Estado niñera" (nanny state). Desde este punto de vista,
las regulaciones de la salud pública son parte de una ‘pendiente resbaladiza’
hacia la creciente intromisión del gobierno en la libertad individual. Desde
otro punto de vista, las políticas reguladoras o intervencionistas pueden considerarse
como un instrumento fundamental de un “Estado inteligente” (savvy state) para combatir las
condiciones que subyacen a la (casi) ‘inexorable’ epidemia de enfermedades
crónicas. Los defensores de las regulaciones en salud pública citan la asociación
entre un agresivo control del tabaco, la actividad física y las intervenciones sobre
la nutrición, que han producido aumentos demostrables en la esperanza de vida.
Bajo
el mandato del alcalde Michael Bloomberg, la ciudad de Nueva York ha servido
como laboratorio para desarrollar una agresiva política de salud pública. El
ejemplo más reciente de la administración Bloomberg fue la tormenta desatada
con la controvertida norma que limitaba el tamaño de los envases de bebidas
azucaradas para intentar luchar contra la obesidad. Sus
detractores, como el denominado Center
for Consumer Freedom (Centro para la Libertad del Consumidor) se oponían a
dicha limitación con el lema: "los neoyorquinos necesitan a un alcalde, no
una niñera". La amenaza de que los municipios adoptaran medidas similares
a las de Nueva York fue suficiente para que los legisladores de Mississippi
aprobaran una ley, conocida como la "Ley anti-Bloomberg", que prohibía a
las autoridades locales establecer regulaciones sobre alimentos y bebidas.
Mientras tanto, los partidarios de las regulaciones del gobierno tienen que luchar
porque la mayoría de la gente no percibe sus ventajas al no obtener un
beneficio inmediato de muchas de las intervenciones en salud pública. Y además,
con frecuencia existe un pequeño pero ruidoso grupo (a veces con poderosos
intereses corporativos) que se opone vigorosamente a estas regulaciones. Otra
consideración sobre los activistas es que a veces existen pocas pruebas de que
una intervención específica de salud pública será efectiva. Ante estos importantes
retos vale la pena preguntarse cuáles son las perspectivas que se plantean a
los puntos de vista más intervencionistas o reguladores en la mejora la salud
pública.
En primer lugar, la existencia de un esfuerzo concertado para cambiar los términos del debate en torno a las políticas reguladoras (según aparece en el cuadro anterior). Las normas y reglamentos sobre la salud pública aparecen a menudo falsamente descritos como un dilema entre la responsabilidad (de los individuos) frente a la restricción (de la libertad), y raramente se presentan como una opción reguladora de las consecuencias de la inacción sobre la salud pública. La actual “epidemia” de enfermedades crónicas ha emergido en un entorno en el cual la exposición a conductas poco saludables es a menudo lo más difundido y valorado. En la medida en que este ambiente está propiciado por las políticas existentes, debe haber una mayor transparencia sobre lo que supone la decisión de salud pública de no actuar. Por ejemplo, la inexistencia de una prohibición de fumar en el lugar de trabajo sería considerada una decisión política activa que provocaría una mayor exposición de los empleados a los agentes carcinógenos y un mayor riesgo de infarto agudo de miocardio.
Además, para que los líderes de la salud pública promuevan y defiendan con mayor eficacia su discurso público, deben abordar y hacer frente en primer lugar a los argumentos sobre la (supuesta) "pendiente resbaladiza". El juez Milton Tingling, en el fallo de la Corte Suprema de Nueva York contra la limitación del tamaño de los envases de bebidas azucaradas en la ciudad de Nueva York, declaró: "aceptar la interpretación de los comparecientes sobre la autoridad otorgada a la Junta [de salud]... supone concederle autoridad para definir, crear, mandatar y obligar con la única limitación de su propia imaginación. Si se confirmara la norma que limita el tamaño de los envases de bebidas azucaradas, ello supondría crear un Leviatán administrativo". Para contrarrestar esos temores, los líderes de la salud pública podrían proponer unos principios para asegurar al público que la actuación reguladora es limitada, juiciosa, y más eficaz que otras alternativas razonables. Las alternativas que se consideraran y que tuvieran menos probabilidades de ser eficaces (por ejemplo, una campaña educativa sobre grandes refrescos) podrían describirse y enumerarse —con ejemplos específicos de las intervenciones que podrían ir "demasiado lejos" (como prohibir la venta de bebidas gaseosas grandes en supermercados). Delimitando las decisiones políticas de esta manera, el debate político puede centrarse en los desacuerdos legítimos sobre los costes y beneficios de una determinada actuación reguladora.
El artículo explora cinco posibles vías para avanzar:
Además, para que los líderes de la salud pública promuevan y defiendan con mayor eficacia su discurso público, deben abordar y hacer frente en primer lugar a los argumentos sobre la (supuesta) "pendiente resbaladiza". El juez Milton Tingling, en el fallo de la Corte Suprema de Nueva York contra la limitación del tamaño de los envases de bebidas azucaradas en la ciudad de Nueva York, declaró: "aceptar la interpretación de los comparecientes sobre la autoridad otorgada a la Junta [de salud]... supone concederle autoridad para definir, crear, mandatar y obligar con la única limitación de su propia imaginación. Si se confirmara la norma que limita el tamaño de los envases de bebidas azucaradas, ello supondría crear un Leviatán administrativo". Para contrarrestar esos temores, los líderes de la salud pública podrían proponer unos principios para asegurar al público que la actuación reguladora es limitada, juiciosa, y más eficaz que otras alternativas razonables. Las alternativas que se consideraran y que tuvieran menos probabilidades de ser eficaces (por ejemplo, una campaña educativa sobre grandes refrescos) podrían describirse y enumerarse —con ejemplos específicos de las intervenciones que podrían ir "demasiado lejos" (como prohibir la venta de bebidas gaseosas grandes en supermercados). Delimitando las decisiones políticas de esta manera, el debate político puede centrarse en los desacuerdos legítimos sobre los costes y beneficios de una determinada actuación reguladora.
En
segundo lugar, la salud pública -a menudo en el extremo del espectro político liberal-
aboga por redescubrir el centro político y ganarse las recomendaciones de los
moderados y conservadores. El exgobernador de
Arkansas Mike Huckabee en su Vision for a Healthier
America ("Visión
para una América más saludable"), incluyó apoyar el consumo de alimentos
saludables en las comunidades desfavorecidas; proporcionar incentivos para
programas de bienestar patrocinados por los empresarios; y abordar la nutrición
en las escuelas. Igualmente, el alcalde de Oklahoma, Mick Cornett, también
republicano, diseñó una campaña sobre el lema This City
Is Going on a Diet ("Esta
ciudad está siguiendo una dieta"), y basó su apoyo público en inversión en
infraestructura para nuevas áreas recreativas, para transporte público y
ciclismo. Fuera de los Estados Unidos, países tradicionalmente más
conservadores como Hungría y Rumania han experimentado con impuestos a los alimentos
para promover hábitos alimenticios más saludables. Colectivamente, las
intervenciones de salud pública apoyadas por los conservadores pueden
representar un punto de partida de consenso para la acción política.
En tercer lugar, cabe destacar las consideraciones de rentabilidad
como una forma de compromiso político, particularmente a nivel federal. Al
igual que las condiciones de austeridad han cambiado los cálculos políticos sobre
los impuestos a los alimentos en ciertas partes de Europa, ello podría
aprovecharse en los Estados Unidos para avanzar en el debate sobre la salud
pública. Las intervenciones reguladoras ofrecen una oportunidad poco frecuente de
mejorar la salud a bajo coste — y a veces incluso generar retornos. Los opositores
pueden, incluso razonablemente, desafiar la regulación por motivos políticos,
pero las consecuencias en la salud y en los costes deberían ser sopesadas y
valoradas frente a las consecuencias filosóficas, de manera transparente. Como
en Europa, las políticas de reducción del déficit pueden dar lugar a
coaliciones inesperadas —en particular teniendo en cuenta que los contribuyentes
están pagando cada vez más por otras decisiones sobre salud a través de la
ampliación de los programas de aseguramiento del gobierno.
En cuarto lugar, los financiadores privados, podrían invertir en
campañas bien cuidadas para conseguir más defensores de la salud pública. Esté
o no uno de acuerdo con este planteamiento, Bloomberg elevó la prioridad de la salud
pública y revitalizó el discurso sobre cuál sería el papel apropiado del
gobierno. Otros alcaldes y gobernadores podrían ser el foco de un deliberado y mayor
esfuerzo para educar a los líderes sobre la prevención de enfermedades y la
salud de la población.
Las campañas deben tener en cuenta los datos de la opinión
pública sobre las iniciativas de salud. Por ejemplo, un estudio demostró que la
creencia en que "gente como yo"
puede influir en los problemas de salud pública que el gobierno decide
priorizar era un fuerte y consistente predictor de apoyo en la acción de
gobierno. Por tanto, incluir el "cómo" movilizar a la opinión pública
en el apoyo de las iniciativas de salud pública no es menos importante que el
"qué".
En quinto lugar, los médicos pueden tener una especial responsabilidad
en abordar el problema que los psicólogos y economistas llaman "descuento hiperbólico"
—la tendencia humana a descontar el valor de las condiciones futuras por un
factor que aumenta con la duración del retraso. Los médicos pueden dar fe de los
remordimientos que ocurren en determinados momentos que resultan conmovedores, por
las decisiones poco saludables adoptadas previamente —por ejemplo, el ex
fumador con disnea tratando de poder jugar o seguir la corriente a los nietos— y
trabajar para impedir que otros pacientes experimenten consecuencias evitables.
Tal vez los médicos y otros profesionales de la salud tienen el deber especial
de opinar sobre cómo la sociedad enfrenta las condiciones sociales y
ambientales que conducen hacia opciones poco saludables.
El artículo concluye con algunas consideraciones sobre el liderazgo
en Salud Pública, reconociendo que existe
un importante y legítimo debate sobre el papel y el alcance que deben
desempeñar los enfoques normativos para mejorar la salud pública, todo ello enmarcado
en un debate más amplio acerca del papel del Estado y de la intervención de la
Administración en la vida de los individuos. Sin embargo, llama la atención
acerca de que este debate político puede derivar rápidamente hacia caricaturas
y falsas disyuntivas. Los líderes que tienen como prioridad la salud pública son
la excepción más que la norma, a menos que la población establezca un camino claro
hacia un estado inteligente y políticamente acertado. Este camino debe
responder directamente a las preocupaciones legítimas que subyacen en las
críticas al “estado niñera” — al tiempo que guía y dirige el liderazgo político
hacia planteamientos serios y creativos frente a la
epidemia de enfermedades crónicas relacionadas con el moderno estilo de vida.
El
caso del alcalde Bloomberg, como abanderado
de la salud pública, es ciertamente singular ya que en este campo puso en
marcha e hizo suyas otras notables iniciativas, como la lucha antitabaco y la
promoción de la lactancia natural:
Sin duda una figura única cuyo particular carácter se reflejaba en sus hábitos: iba al
trabajo en metro, cobraba un dólar al año y sin embargo, era poseedor de la
séptima fortuna de EEUU, estimada en 27.000 millones de dólares…
Video de la campaña contra los grandes envases de refrescos. Man Drinks Fat New York City Health Department Anti
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