George Orwell. (1984)
«Somos la memoria que tenemos y la responsabilidad que asumimos. Sin memoria no existimos, sin responsabilidad quizá no merezcamos existir.»
José Saramago. (Cuadernos de Lanzarote)
En 1950, George Orwell enviaba a la imprenta su última novela, 1984, una magnífica obra en la que criticaba a las dictaduras y, sobre todo, a los medios de manipulación de masas que las perpetúan en el poder. Considerada como una de las obras cumbre de la llamada trilogía de las distopías del pasado siglo XX (también denominadas como ciencia ficción distópica), junto a Un mundo feliz (Brave new world), de Aldous Huxley, publicada en 1932, y Fahrenheit 451 de Ray Bradbury, de 1953.
En
su novela, Orwell imagina y dibuja una sociedad distópica en la que el pensamiento único
se lleva al máximo extremo, y donde no sólo la libertad de expresión está
absolutamente prohibida, sino que se controla hasta la libertad de pensamiento. Winston Smith, el protagonista, trabaja en el Ministerio de la Verdad del Gran Hermano, junto con otros muchos miles de funcionarios cuya única labor es reescribir
constantemente la historia para ajustarla a las necesidades políticas del
partido en el gobierno. En su trabajo re-escriben y re-crean la historia para
que coincida con la cambiante propaganda del Estado. Destruyen y editan no sólo
la prensa diaria, sino incluso los libros, fotografías, folletos, impresos y artículos
pasados o cualquier otra prueba de que la realidad es o fue distinta a la que dicta
y proclama en cada momento la verdad oficial. Para ello se utilizan los
denominados “agujeros de la memoria”, unos orificios donde arrojar cualquier prueba comprometida,
sea un trozo de papel, una nota o cualquier otra cosa que comprometa esa verdad
oficial. Los orificios, a través de un pequeño
conducto, desembocan en un gran incinerador utilizado para esta censura y en el que "no quedan ni las cenizas".
Sin embargo, la destrucción y modificación de la realidad no sería tan completa y absoluta sin el esfuerzo intelectual que de forma adicional se exige constantemente a los ciudadanos: el doblepensar, la facultad de sostener simultáneamente en cada momento una cosa y la contraria, y de creérselo absolutamente. Hasta tal punto es necesario ese ejercicio de esquizofrenia consciente que se convierte en un principio fundamental del partido, y así el Ministerio de la Verdad se ocupa de la mentira, el Ministerio del Amor se ocupa en realidad del odio y la represión y el Ministerio de la Abundancia de la escasez controlada, que mantiene a la población en un estado de embrutecimiento colectivo.
Alguien dijo que la memoria colectiva es más la
suma de los olvidos que la suma de los recuerdos pues ante todo, y
esencialmente, éstos son el resultado de una elaboración individual, en tanto
que aquéllos tienen en común, precisamente, el haber sido olvidados. Por lo
tanto, puede decirse que la sociedad se encuentra menos unida por sus recuerdos
que por sus olvidos. Comprobamos que prácticamente suele existir una casi
certeza en cuanto a los olvidos comunes de un grupo y de una sociedad, pero
nunca es posible estar seguros del todo en cuanto a los recuerdos, pues cada
uno de ellos, -incluso los históricos-, recibe la particular impronta de la
memoria individual. La ausencia es segura, las modalidades inciertas de la
presencia quedan por determinar.
Memoria organizacional y amnesia
corporativa
En
el ámbito de las modernas organizaciones, empresas e instituciones (sean éstas
de naturaleza pública o privada) el
concepto de Memoria organizacional, (a veces llamada memoria institucional o corporativa),
se enmarca en el campo más amplio de la Gestión del Conocimiento.
La memoria organizacional es el cuerpo acumulado de datos,
información y conocimiento creado a lo largo de la existencia de una
organización. Tiene dos repositorios fundamentales: los archivos de la
organización, incluyendo sus bases de datos electrónicas, y los recuerdos de las
personas.
Para hacer uso de la memoria organizacional las organizaciones
deben tener eficaces sistemas de recuperación de sus archivos y buena memoria
entre los individuos que conforman la organización. Su
importancia para una organización depende de cómo los individuos, pueden
aplicar el aprendizaje experiencial y la práctica basada en evidencias. En el
caso de los recuerdos de las personas, la veracidad de la memoria
organizacional está invariablemente comprometida por las limitaciones
inherentes de la memoria humana. La renuencia de las personas a admitir errores
y dificultades agrava el problema. El mercado laboral flexible ha impuesto una
cierta amnesia corporativa, (una especie de Alzheimer de las organizaciones), que
está provocando la incapacidad de beneficiarse de la visión retrospectiva. Este
olvido institucional constituye una de las mayores restricciones a la
excelencia en la toma de decisiones y una de las principales causas que
contribuyen al déficit de productividad.
En
su concepción original la Memoria organizacional consiste, por tanto, en la documentación
de la institución, los objetos y artefactos que se almacenan en la base de datos
corporativa/biblioteca electrónica y que puede ser aplicada o utilizada junto a
los empleados residentes y que están íntimamente relacionados con las experiencias
y eventos específicos de la
institución. La evidencia física (procedimientos, manuales),
se conoce como conocimiento explícito mientras que el más cerebral o intangible (hábitos, costumbres, aspectos
culturales), se denomina conocimiento tácito. Ambos son necesarios para una eficiente toma de decisiones y para aprender a
construir con éxito a partir de las experiencias, escapando de la pandemia de
errores repetidos, ruedas reinventadas y otras lecciones no aprendidas (u olvidadas),
que abundan en la economía y en la gestión actual.
En resumen, la Memoria institucional viene a ser el conjunto de hechos, conceptos,
experiencias y conocimientos que lleva a cabo un colectivo o grupo de personas.
Dado que trasciende al individuo, requiere de la transmisión de estos recuerdos
entre los miembros de este grupo. Los elementos de la memoria institucional
pueden encontrarse en las corporaciones, grupos profesionales, organismos
gubernamentales, grupos religiosos, instituciones académicas y, por extensión,
en culturas enteras.
La Memoria institucional influye en la identidad organizacional, en
los procesos de reclutamiento y selección de los individuos y en las acciones
de los individuos cuando interactúan con la propia institución.
Transparencia,
receptividad y responsabilidad son elementos básicos y esenciales de la gestión
pública, que obligan a estar en disposición permanente para rendir cuentas y
dar explicaciones de su ejercicio. Como explicaba un reciente editorial del medio digital El Porvenir de Castilla-La Mancha (Deleted-Eliminado),
algunos se han empeñado en eliminar de su página Web la memoria de gestión y de
actividades del Servicio de Salud de Castilla-La Mancha (SESCAM) entre los años
2002 a
2010. Como en la novela de Orwell, podemos en este caso denominar “agujero de memoria” a cualquier mecanismo utilizado para
alterar y hacer desaparecer esos documentos incómodos o embarazosos,
fotografías, transcripciones u otros registros, como los de un sitio Web u otro
tipo de archivos, particularmente como parte de un intento de dar la impresión
de que algo nunca ha ocurrido.
Precisamente
en la Introducción a la Memoria del SESCAM de 2005 se citaba a Carlos Castilla
del Pino, al referirse a la memoria personal de los individuos como «…un instrumento
del que dispone el sujeto para su actuación en la realidad». Pero, decía, en el
uso de tal instrumento subyace siempre un componente moral: «Los seres humanos
se definen por lo que hacen y se les recuerda por lo que hicieron». Alguien
dijo que «somos lo que somos, porque fuimos lo que fuimos», es decir, somos
porque recordamos. En este sentido, explicaba el eminente académico y psiquiatra,
«la función de la memoria está intrínsecamente ligada a una de las
características del sujeto: su dependencia del pasado, la imposible abdicación
de su pasado, el saber indeclinable que uno es lo que “ha ido siendo” hasta
ahora…» Individualmente nos reconocemos en tanto que sujetos, esto es,
entidades con experiencias de vida vivida, sujetos con historia, con recuerdos.
Somos porque se ha hecho en nosotros nuestra historia, elaboración y
reelaboración de nuestro pasado.
De
igual manera, en relación con el Servicio de Salud de Castilla-La Mancha, puede
decirse que la memoria es la condición necesaria para el logro de la identidad. Somos
porque tenemos memoria; es más, somos nuestra memoria. De aquí que la memoria
de lo que hacemos nos da la medida de lo que somos, haciéndonos conscientes de
que existimos y, con ello, de nuestra identidad como organización.
Poner
de manifiesto el trabajo desarrollado, recordar lo que se hace (o se ha hecho)
en el SESCAM, es por tanto, una tarea imprescindible y necesaria que constituye
una obligación moral, (ética), para con todos los que desempeñan su trabajo
diario en el sistema sanitario público regional. Aunque algunos se crean con el
derecho a imponer (a los demás) el monopolio de la memoria legítima, oscilando entre
la amnesia colectiva y el deber exigente de memoria.
En
los siguientes enlaces de Slideshare,
se puede acceder a las memorias –que hemos rescatado- del SESCAM entre los años
2002 y 2010 (último año en que se elaboró este importante documento),
Memoria del SESCAM 2002 |
Memoria del SESCAM 2003 |
Memoria del SESCAM 2004 |
Memoria del SESCAM 2005 |
Memoria del SESCAM 2006 |
Memoria del SESCAM 2007 |
Memoria del SESCAM 2008 |
Memoria del SESCAM 2009 |
El SESCAM en cifras. Memoria de actividades 2010 |
Estupenda y muy oportuna entrada Rodrigo: un toque de atención para todos y un mazazo para algunos...aunque no quieran enterarse. Ademas de todo lo que dices, y dices mucho, la roganizaciones públicas "tienen el deber inexcusable de rendir cuentas, de informar a los ciudadanos de sus actividades" visto lo que esta pasando poducen sonrojo todas las estrategias de legislar la transparencia y lo hacen tan mal, que ni siquiera podemos escudarnos en que nos esten engañando. Es estupendo poder decirlo tan alto y tan claro como lo has dicho aqui.
ResponderEliminarMuchas gracias, Mayte. Tú fuiste corresponsable de alguno de estos documentos y sabes mejor que nadie lo que suponen...
EliminarGracias por tu amable comentario.
Afortunadamente ahora disponemos de tecnología que permite sortear los mecanismos del poder mal entendido y mal ejecutado, mecanismos de transparencia que la sociedad civil puede y debe usar.
ResponderEliminarEn efecto, David. Como bien sabes, "transparencia" es una palabra que les viene muy grande a muchos y suelen confundirla con otros términos algo más opacos...
EliminarGracias por el comentario y un saludo.
Al patólogo Quirke, después de una noche pasada por alcohol, le habían dado cambiazo en su sala de autopsias, había dejado el cadáver de una chica joven que no debería estar allí; y con la cabeza saliendo fuera de si por culpa de aquella pasada noche, no solo había comprobado que estaba desaparecida, sino que se encontró al levantar el sudario a una anciana medo calva y bigotuda, cuyos párpados no estaban cerrados del todo, y los labios exangües y retirados en un rictus que dejaba al aire las puntas de unos dientes incongruentemente blancos y relucientes (B.B.).
ResponderEliminarDevuélvame mi cadáver!!.
Me encanta que hayas utilizado al conspicuo patólogo forense de las novelas de Benjamin Black (John Banville), para comentar la entrada, Juan. Muchas gracias por la referencia...
EliminarUn abrazo.
Grandes verdades como siempre Amigo Rodrigo!
ResponderEliminarHay verdades que no se pueden ocultar, y por mucho que se empeñen en borrar el pasado en los agujeros de la memoria, hay algo que la gente no olvida nunca, y es el sufrimiento infundido a tantas personas.
Saludos
Alvaro Leal
La memoria siempre es frágil, por eso hay que intentar buscar silos que permitan conservarla y tener presente el verso de aquel hermoso poema de Cernuda "1936": "Recuérdalo tú y recuérdalo a otros."
EliminarSaludos, Álvaro