Golf en el Empire State en construcción (1922)
En 1976, en una edición limitada reservada únicamente para sus allegados, el historiador económico Carlo M. Cipolla publicó un breve ensayo, de apenas treinta páginas, cuyo título dejaba poco lugar a dudas sobre el tema abordado: "Las leyes fundamentales de la estupidez humana". El inesperado éxito obtenido llevó a que algunas personas comenzaran a intentar conseguir el ensayo por medio de amigos y familiares de Cipolla. De este modo, se inició una creciente circulación en forma (semi)clandestina a través de fotocopias e incluso copias manuscritas del texto. Finalmente, y con el sugerente título de "Allegro ma non troppo", el autor decidió publicarlo en 1988 junto a otro curioso ensayo de tono humorístico (“El papel de las especias (y de la pimienta en particular) en el desarrollo económico de la Edad Media”). La traducción al castellano fue realizada poco después, en 1991. En estos tiempos difíciles y sombríos su lectura es más que recomendable, y en muchos aspectos resulta bastante reconfortante.
En la Introducción a "Las leyes fundamentales de la estupidez humana" el autor sostiene que, como cualquier otra especie animal, los seres humanos deben hacer frente a diferentes tribulaciones, temores, frustraciones, catástrofes, penas y adversidades. Sin embargo, tienen el exclusivo privilegio de tener que cargar con un peso añadido y una dosis extra de penalidades provocadas por un grupo no organizado de personas que, aunque carece de reglamentaciones, líderes o manifiestos formales, consigue ejercer un gran efecto con una coordinación increíble, como si estuviese guiado por una mano invisible: las personas estúpidas…
El ensayo estudia el comportamiento, la (gran) abundancia y el enorme peligro que representan estos individuos para todos sus congéneres en general. Explica que este grupo de sujetos, distribuido de forma homogénea en la sociedad, es más peligroso que cualquier otro y, además, causante (por su estupidez) de la mayor parte de las desdichas pasadas y presentes que los seres humanos deben soportar. A continuación, Cipolla formula y desarrolla una serie de leyes fundamentales sobre el tema:
Primera Ley Fundamental: Siempre e inevitablemente cualquiera de nosotros subestima el número de individuos estúpidos que circulan por el mundo.
Por muy alta que sea la estimación cuantitativa que se haga de la estupidez humana, siempre quedaremos sorprendidos de forma repetida y recurrente por el hecho de que personas que uno ha considerado racionales e inteligentes en el pasado resultan ser inequívocamente estúpidas. Es imposible atribuir un valor numérico a la fracción de personas estúpidas respecto del total de la población: siempre nos quedaremos cortos. Cualquier estimación numérica (digamos un coeficiente X), resultaría ser siempre una subestimación. Se trata de un hecho conocido desde muy antiguo: en el Libro del Eclesiastés (versión de la Biblia Vulgata antigua, la traducción del texto hebreo realizada por San Jerónimo por encargo del Papa Dámaso I en 382, y que fue confirmada en el Concilio de Trento como versión oficial de la Biblia de la Iglesia Católica), se dice: Perversi difficile corriguntur et stultorum infinitus est numerus (los malvados difícilmente se corrigen, y es infinito el número de los necios). Recordemos también que Baltasar Gracián, en un conocido aserto, señalaba: "son tontos todos los que lo parecen y la mitad de los que no lo parecen".
Segunda Ley Fundamental (o Ley de Hierro): La probabilidad de que una persona determinada sea estúpida es independiente de cualquier otra característica de esa misma persona.
No todos los seres humanos son iguales con respecto al grado de estupidez ya que unos son más estúpidos que otros. Esta condición vendría determinada genéticamente por la naturaleza, pero no está asociada a ninguna otra característica de raza, sexo, nacionalidad o profesión.
Al parecer el profesor Cipolla
realizó amplios estudios demográficos con diversos sectores y grupos de
población. Afirmó haber comprobado que entre trabajadores manuales existía una
fracción X de estúpidos y que esa
fracción era mayor de lo que inicialmente esperaba, con lo que se confirmaba la
primera Ley. Sospechando que podría deberse a una escasa formación o a
situaciones de marginación social estudió muestras de trabajadores "de
cuello blanco" y de estudiantes, comprobando que entre ellos se mantenía
la misma proporción. Más sorprendido aún quedó al medir el mismo parámetro entre
los profesores de universidad. Decidió por tanto ampliar sus estudios hacia
algunas élites sociales, como las personas premiadas con el Premio Nobel. El
resultado confirmó también esta Ley de Hierro: una proporción X de laureados con el Nobel son
estúpidos.
Tercera Ley Fundamental (o Ley de Oro): A partir de un sencillo análisis de costes y
beneficios, esta ley establece que todos los seres humanos están incluidos en
una de las siguientes categorías: los incautos, los inteligentes, los malvados
y los estúpidos. En un sistema de coordenadas, si representamos en el eje de
abcisas el beneficio (ganancia), positivo o negativo, que obtiene el individuo
y en el eje de ordenadas el beneficio (+) o perjuicio (-) que causa a los
demás, podemos definir y estimar la posición de dichos tipos en cada cuadrante:
El incauto es aquel que se causa un perjuicio a sí mismo, beneficiando
a otros. El inteligente es aquel que
se beneficia a sí mismo, beneficiando al mismo tiempo a los demás, (en una
estrategia que la teoría de juegos y la dinámica de grupos han
denominado como win-win o juego de suma-no-cero). El malvado
es aquel que persigue y obtiene un beneficio para sí mismo, perjudicando a los
demás. La tercera ley fundamental explica expresamente que una persona estúpida es aquella que causa un daño a otra persona o
grupo de personas sin obtener ningún beneficio para sí mismo e incluso
incurriendo en un perjuicio.
Cuarta Ley Fundamental: Cipolla insiste en destacar el enorme poder de la estupidez.
Los estúpidos son peligrosos y funestos porque a las personas razonables y
sensatas les resulta difícil imaginar y entender un comportamiento estúpido.
Una persona inteligente puede entender la lógica de un malvado ya que sus
acciones siguen un modelo de racionalidad (aunque perversa) en la búsqueda de
su beneficio. Las relaciones con un malvado son posibles ya que por lo general
sus maniobras y sus maquinaciones pueden preverse y, en muchos casos, se puede
preparar la oportuna defensa. Con una persona estúpida esto es absolutamente
imposible. No existe modo racional de prever si, cuando, cómo y por qué, una
persona estúpida actuará de una u otra manera. Frente a un individuo estúpido,
uno está completamente desarmado.
La Cuarta Ley Fundamental afirma por
ello que: Las personas no estúpidas
subestiman siempre el potencial nocivo de las personas estúpidas. Los no
estúpidos, en especial, olvidan constantemente que en cualquier momento y
lugar, y en cualquier circunstancia, tratar y/o asociarse con individuos
estúpidos se manifiesta infaliblemente como un costosísimo error.
Hay que tener en cuenta, además, que
la mayoría de los individuos no actúa siempre de forma consistente. Bajo
ciertas circunstancias una persona puede actuar inteligentemente y en otras
actuar como un incauto. La única importante excepción a esta regla es la de las
personas estúpidas que siempre muestran una fuerte tendencia hacia un
comportamiento estúpido en cualquier actividad o empresa. Para los demás, puede
calcularse su posición en el eje de coordenadas del gráfico anterior como una
media de los resultados de sus acciones en términos de costes y beneficios
causados sobre sí mismos y sobre los demás
(es decir, unas veces actúan de forma inteligente y otras de forma
estúpida). Teóricamente y de forma gráfica puede comprobarse que a lo
largo de la línea roja que bisecta los cuadrantes opuestos se situarían los
incautos y los malvados “perfectos”, es decir aquellos que con sus acciones
siempre obtienen para sí mismos un beneficio igual al coste que originan en los
demás. Por desgracia estos son relativamente escasos, siendo más frecuentes los
que se encuentran a uno u otro lado de la línea. El gráfico permite comprobar
que toda actividad representable a la derecha y arriba de la línea roja implica
una redistribución con beneficio social neto, mientras que las actividades que
caen a la izquierda o debajo de dicha línea implican pérdidas sociales netas.
Macroanálisis y Quinta Ley Fundamental: La persona estúpida es el tipo de persona más peligrosa que existe. El corolario de esta ley dice también: El estúpido es más peligroso que el malvado.
Como puede comprobarse en el gráfico anterior, la ley y su corolario tienen profundas implicaciones y derivaciones de naturaleza "macro". Si todos los miembros de una sociedad fuesen incautos o malvados perfectos, la sociedad quedaría en una situación de estancamiento pero no se producirían grandes desastres. Todo quedaría reducido a transferencias masivas de riqueza y bienestar. Pero cuando los estúpidos entran en acción las cosas cambian por completo. Las personas estúpidas ocasionan pérdidas a otras personas sin obtener ningún beneficio para ellas mismas y, por consiguiente, la sociedad entera se empobrece.
Tras realizar un estudio empírico de numerosas sociedades a lo largo del tiempo, el profesor Cipolla llega a la conclusión de que el coeficiente X es una constante histórica. El hecho de que unas sociedades prosperen y otras entren en decadencia depende exclusivamente de la capacidad de los individuos inteligentes para mantener a raya a los estúpidos. Más aún, en un país en decadencia el porcentaje de individuos estúpidos sigue siendo igual a X; sin embargo, en el resto de la población el autor observa, sobre todo entre los individuos que están en el poder, una alarmante proliferación de malvados con un elevado porcentaje de estupidez. Y entre los que no están en el poder, un igualmente alarmante crecimiento del número de los incautos. Tal cambio en la composición de la población de los no estúpidos es el que refuerza inevitablemente el poder destructivo de la fracción X y puede llevar al país (sociedad, región, etc.) a la ruina.
Algunas ocupaciones o determinadas actividades parecen estar bien surtidas de la categoría de los estúpidos (cuando no de la de los malvados). Para comprobarlo basta con asomarse a las tertulias vociferantes que pueblan algunas cadenas televisivas, en las que cualquier idiota ruidoso pasa por ser un analista brillante, o echar un vistazo a los boletines oficiales que dan cuenta de los acuerdos y decisiones gubernamentales adoptadas. Tal vez algún ingenuo (o más bien incauto) pueda pensar que todas estas consideraciones son algo excesivas o exageradas, pero un somero repaso a las noticias diarias acabará sin duda de convencerle de lo contrario. Sonroja oír las declaraciones de algunos portavoces políticos o leer las notas de algunos gabinetes de prensa a sueldo del poder, que constituyen la prueba más evidente de la veracidad de las leyes.
A la luz del análisis de Carlo M. Cipolla conviene pues, extraer nuestras propias conclusiones aunque, como dijo alguien, a veces es inútil hacer cualquier cosa a prueba de tontos, porque los tontos son muy ingeniosos…