Ebola in Guinea. 6 abril 2014. Foto: European Commission DG Echo (vía
flickr)
“Estemos a la mira” (es decir, observemos atentamente, estemos
pendientes), nos advertía Cervantes por boca del cura en el capítulo II de la 2ª parte de El Quijote, al sospechar la recaída del ingenioso hidalgo en su locura…
A
mediados del mes de marzo pasado, la Red Mundial de Alerta y Respuesta ante Brotes Epidémicos de la Organización Mundial de la Salud (OMS) -un
mecanismo de colaboración técnica entre redes e instituciones para identificar,
confirmar y responder rápidamente a brotes epidémicos de importancia
internacional- emitía un preocupante comunicado de alerta global: un brote de virus Ébola
mataba a 59 personas en Guinea.
La
noticia saltó a las primeras páginas de los periódicos y fue objeto de amplios y llamativos reportajes. Hoy, apenas un mes más tarde, ha desaparecido
de la agenda informativa impuesta por los dictados de otra actualidad más inmediata.
De
acuerdo con los datos facilitados por la OMS, hasta el pasado 1 de mayo, el Ministerio de Salud de Guinea había notificado 226
casos clínicos de enfermedad por virus del Ébola (EVE). Esta cifra incluye los casos confirmados
por laboratorio, los casos probables
y los sospechosos. De ellos, 149 fueron
mortales, lo que supone una letalidad (casos/número de muertes) del 66%. De los
25 profesionales sanitarios que resultaron afectados, 16 fallecieron.
En
Liberia, también a fecha de 1 de mayo, el Ministerio de Salud y Bienestar
Social había notificado 13 casos clínicos de EVE, 11 de los cuales fueron
mortales.
El
virus Ébola es un RNA-virus de la familia de los filovirus (por su estructura
filamentosa). Se denomina así por el río del mismo nombre en la República
Democrática del Congo (antiguo Zaire), donde fue identificado en 1976 en el
transcurso de un brote epidémico que afectó a ese país y a Sudán, y en la que
de 550 casos fallecieron 470. No existe ningún tratamiento específico para la
enfermedad, ni tampoco una vacuna que la prevenga. Desde su descubrimiento en
1976, se han detectado más de 2.600 casos (hasta hoy), de los que casi el 70%
han sido mortales.
Virus Ébola. Foto: CDC. Cynthia Goldsmith
Se
conocen cinco clases o especies (cepas) del virus Ébola (Ébola Zaire, Ébola
Sudán, Ébola Bundibugyo, Ébola Taï Forest y Ébola Reston). Se considera que
determinadas especies de murciélagos son los huéspedes naturales del virus
Ébola en África, por lo que la distribución geográfica de los Ébolavirus puede
coincidir con la de dichos murciélagos.
El
virus del Ébola se introduce en la población humana por contacto estrecho con
órganos, sangre, secreciones u otros líquidos corporales de animales
infectados. En África se han documentado casos de infección asociados a la
manipulación de chimpancés, gorilas, murciélagos frugívoros, monos, antílopes y
puercoespines infectados que se habían encontrado muertos o enfermos en la
selva. Entre la población local de algunas de esas zonas la carne de murciélago
es considerada como un manjar, por lo que su consumo también puede propiciar la
infección humana.
Posteriormente,
el virus se propaga en la comunidad mediante la transmisión de persona a
persona, por contacto directo (a través de las membranas mucosas o de
soluciones de continuidad de la piel) con órganos, sangre, secreciones, u otros
líquidos corporales como saliva, sudor, orina o vómitos de personas infectadas,
o por contacto indirecto con materiales contaminados por dichos líquidos. El
virus del Ébola se ha aislado en el semen hasta 61 días después de la aparición
de la enfermedad en un caso de infección contraída en el laboratorio. El
periodo de incubación (intervalo desde la infección hasta la aparición de los
síntomas iniciales, a veces inespecíficos) oscila entre 2 y 21 días.
La
infección por el virus provoca un tipo de fiebre hemorrágica, una enfermedad
muy grave que afecta tanto a los animales como a los seres humanos, y que cursa
con malestar generalizado, debilidad intensa, fiebre alta de 39-40º C, intensos
dolores musculares y articulares, cefalea, conjuntivitis, naúseas y vómitos,
dolor abdominal, diarrea líquida y una erupción generalizada con hemorragias
cutáneas, gastrointestinales, renales y oculares, con fallo o disfunción renal
y hepática. La muerte se produce por un shock o fallo multiorgánico.
El
único tratamiento posible es sintomático y de sostén, con soporte
cardiovascular y cuidados intensivos. Los enfermos suelen presentar deshidratación
severa, por lo que requieren la administración de fluidos por vía oral e intravenosa.
Es fundamental el aislamiento de los pacientes y la protección del riesgo
biológico para los cuidadores y el personal sanitario que presta su atención y
servicios.
Antes
de establecer un diagnóstico de EVE hay que descartar el paludismo, la fiebre
tifoidea, la shigelosis, el cólera, la leptospirosis, la peste, las
rickettsiosis, la fiebre recurrente, la meningitis, la hepatitis y otras fiebres hemorrágicas víricas (dengue, fiebre de Lassa, fiebre de Marburgo y otras). Las infecciones por el
virus del Ébola solo pueden ser confirmadas y diagnosticarse definitivamente
mediante distintos análisis de laboratorio.
Las
muestras de los pacientes suponen un enorme peligro biológico, y las pruebas
tienen que realizarse en condiciones de máxima contención biológica. Aún recordamos
las inquietantes imágenes del personal sanitario embutido en sus trajes de
protección, (botas, chaquetas, pantalones de aislamiento, monos de trabajo
cerrados por varias partes, mascarilla, gafas, dos pares de guantes de goma y
quirúrgicos), una imagen que la ficción cinematográfica ha popularizado en
películas como Outbreak
(“Estallido”, 1995) o Contagion (“Contagio”, 2011).
Hace
pocas semanas, en plena efervescencia del brote, UNICEF reclamaba a la comunidad internacional unos 2,5 millones de dólares (apenas 1.8
millones de euros) para frenar el Ébola en África occidental. Luis Encinas,
coordinador de emergencias de Médicos sin Fronteras, ONG que junto a otras organizaciones trabajan junto a los enfermos con enorme
riesgo de su vida, hacía también un dramático llamamiento: “No podemos dejarles solos”.
El
primer brote de virus Ébola registrado fuera del continente africano se detectó
en 1989 en Reston, una localidad del estado norteamericano de Virginia, a tan solo quince kilómetros
de Washington, cuando apareció un brote en un grupo de cien macacos importados.
Aunque la epidemia fue altamente letal en
los animales, y seis de los encargados de su control dieron positivo al virus, en
aquella ocasión no causó ninguna muerte entre humanos.
Sin
embargo, deberíamos ser conscientes de que es solo cuestión de tiempo que
alguno de estos virus se convierta en algo más que una simple amenaza, llegue
hasta nosotros y desencadene una epidemia de incalculable alcance y
dimensiones. Conviene por ello que, por la cuenta que nos tiene, y como bien
nos advertía Cervantes, a pesar de las (evidentes) dificultades y penurias
domésticas por las que atravesamos en nuestras latitudes, “estemos a la mira” y
sepamos ayudar a minimizar esos riesgos globales que también nos afectan:
gracias Rodrigo por tu excelente exposición, quizás si fuéramos capaces de convencer que la pobreza y la falta de sanidad adecuada en los países pobres influyen directamente en la salud de los países ricos, se comprendería que la solidaridad es una necesidad y no una voluntad
ResponderEliminarComo bien dices, los dirigentes y responsables de los países occidentales deberían entender que el mundo es demasiado pequeño, y está tan interconectado que apenas si existen barreras geográficas que puedan impedir que este tipo de amenazas sanitarias lleguen a materializarse... Fíjate que este post estaba escrito hace tres meses y, lamentablemente, salvo en las cifras de personas afectadas, sigue estando de plena actualidad. Por desgracia creo que sigue primando un espíritu mercantilista, cortoplacista y estrecho de miras, propio de otras épocas casi coloniales. En nuestro caso, parece que ahora andan muy preocupados por quién pagará la factura del traslado y repatriación del sacerdote español enfermo. ¡Como si eso importara realmente a los ciudadanos! Es penoso.
EliminarGracias por pasarte por aquí. Un abrazo.
Gracias por tu exposición. Oportuna llamada de alerta.
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