Parece ocioso referirse a estas alturas a la (enorme)
importancia de la comunicación en el ámbito sanitario en general y en las relaciones clínico-asistenciales en
particular. El intercambio de información y la comunicación efectiva se
destacan como elementos fundamentales de la atención centrada en el paciente, en el contexto de un
proceso en el que los profesionales de la atención sanitaria comunican y
comparten información completa e imparcial con los pacientes y sus familias de
manera positiva y útil. Los pacientes y sus familias reciben información
oportuna, completa y precisa (rigurosa) para poder participar con eficacia en
la atención y en la toma de decisiones.
Baste citar aquí la Declaración de Barcelona de las Asociaciones de Pacientes (2003), en cuyo decálogo se citaban expresamente estos
dos principios:
Se define la importancia de la relación médico-paciente como una relación fundamental basada en el respeto y la confianza mutua, que conduce a la mejora y/o a la resolución de los problemas de salud y calidad de vida de los pacientes y de sus familiares. Las asociaciones pueden contribuir a mejorar esta relación y que ésta se produzca de forma más simétrica.
· Formación y entrenamiento específico en habilidades de comunicación para profesionales.
Los sistemas de salud deben crear las condiciones de formación y entrenamiento específico en habilidades de comunicación de sus profesionales y dentro de las organizaciones para que se produzca una relación-comunicación médico-paciente más simétrica y satisfactoria para los pacientes.
Más recientemente, la Declaración de Zaragoza (SEAUS, 2011) se refería
también a este aspecto en los siguientes términos:
· Comunicación.
La atención al usuario en el Sistema Sanitario es un espacio en el que
se canalizan sentimientos, necesidades, emociones, derechos y deberes. La
comunicación es el elemento primordial de la relación entre usuarios y
profesionales, siendo necesario incluir las habilidades de comunicación entre las
competencias profesionales.
Hace
más de veinte años que Ezekiel y Linda Emanuel establecieron en un artículo ya
clásico (Four models of the physician-patient relationship) los paradigmas o modelos-tipo de la relación médico-paciente:
· Modelo paternalista, según el cual sólo se debe dar información
a los pacientes y solicitar su consentimiento cuando ello resulta
imprescindible para optimizar su colaboración en la realización de los
procedimientos sanitarios que el médico, desde su sabiduría técnica y moral,
considera que son los que debe hacer para procurar la salud del paciente, tal y
como él la entiende.
· Modelo informativo. Consiste en explicar al paciente las posibles alternativas existentes
para que él decida lo que quiere que se haga. En realidad es la
institucionalización del mal entendido “derecho a ser dejado solo” y no deja de
ser una radicalización paradójica de la medicina
defensiva. Es más un constructo teórico, pues nadie acude al médico
teniendo claros los valores que le guían y sin desear escuchar al menos una
mínima valoración u opinión del médico respecto a lo que haya que hacer.
· Modelo
interpretativo. La diferencia
fundamental entre el modelo interpretativo y el deliberativo reside en el grado
de protagonismo moral que el médico adquiere en uno u otro mediante el uso de
la persuasión
· Modelo
deliberativo. El quid del modelo deliberativo es poder
llegar a articular correctamente fines y medios, pues “siendo las cosas lo que son y el hombre lo que es, conviene buscar en
todo, no lo mejor absolutamente, sino lo mejor posible dadas las
circunstancias”.
En realidad el
problema no es de “valores”, sino de los propios fines de la actividad
sanitaria. Es decir, los modelos interpretativo y deliberativo de Emanuel y
Emanuel pueden encontrarse con el problema de que el desacuerdo no es tanto en
los valores importantes para el paciente y su decisión, sino en los fines mismos
de la actividad médica y en el sentido que tiene la propia figura del
profesional sanitario. Por ello es fundamental profundizar en el problema de
los fines de la medicina.
Recordemos aquí que
según el conocido Informe Hastings
(1996), estos fines son:
•
La prevención de enfermedades y lesiones y la
promoción y la conservación de la salud.
•
El alivio del dolor y el sufrimiento causados por
enfermedades.
•
La atención y la curación de los enfermos y los
cuidados a los incurables.
•
La evitación de la muerte prematura y la búsqueda de
una muerte tranquila.
El
Informe contiene una de las declaraciones más sencillas pero más completas
sobre cuál debería ser el objeto y el sentido real de nuestro trabajo, y hacia
dónde deberíamos dirigirnos: «No
deberíamos permitir que los medios burocráticos, organizativos, políticos y
económicos empleados en lograrlos, eclipsen las cuestiones, siempre presentes y
a menudo difíciles, de los fines y las metas. La medicina del futuro no será,
ni debería ser, la misma medicina del pasado y del presente en sus estructuras
institucionales y marcos políticos. Únicamente del esfuerzo común de médicos y
pacientes, de medicina y sociedad, depende que ese futuro se modele correcta y
satisfactoriamente, y el lugar de donde debe partir dicho esfuerzo son los
fines de la medicina.»
Todo esto viene a cuento de la presentación esta misma semana,
en la sede del Consejo General de Colegios Oficiales de Médicos, de un estudio
-bienintencionado pero con bastantes carencias metodológicas- patrocinado por
el diario ABC y que contó con la presencia de la Secretaria General de Sanidad,
el Presidente de la OMC, el director del diario citado y el consejero delegado
de la empresa autora del informe.
Al parecer el análisis
se ha realizado a partir de una muestra de 237 entrevistas a pacientes o
familiares, realizadas en abril de 2014 a las puertas de centros
de salud y hospitales tanto públicos como privados.
Se pidió a los
entrevistados que valorasen aspectos intangibles como simpatía, cordialidad, comprensión, empatía, confianza y paciencia del médico o médicos con el
paciente o familiar directo en su caso. En general, los médicos “aprueban” en estos
aspectos. La mayor calificación la obtiene la confianza, mientras que la menos puntuada es la empatía, ya que los pacientes y
familiares sienten que el médico no se pone en su lugar (?).
Según los resultados del
trabajo, aunque la comunicación médico-paciente no se considera un problema
para la mayoría de quienes acuden a una consulta, los pacientes y familiares creen
que “esta comunicación debe mejorar por
el bien del colectivo médico y de los propios pacientes.”
Los entrevistados
admiten mayoritariamente (82,3%) que sí entendieron las explicaciones que les
dieron sobre su estado de salud o el de sus familiares. Un 78,9% de quienes
pidieron aclaraciones adicionales recibieron una explicación satisfactoria por
parte del médico.
Los entrevistados que
acudieron a una consulta de Pediatría quedaron menos satisfechos que la media
(al 10,5% no le resolvieron sus dudas) y los que lo hicieron a consultas de
Oncología obtuvieron respuestas más satisfactorias.
El uso de términos que
no se entienden por parte de los médicos es la causa de incomprensión más citada
por los entrevistados (45,1%).
Por otro lado, un 41,4%
de los entrevistados manifiesta que consulta Internet u otras fuentes para
tener más detalles sobre sus problemas de salud.
Además de encuestar a
pacientes, se ha recabado también la opinión de la Organización Médica
Colegial, del Consejo General de Enfermería de España, de la Sociedad Española
de Medicina de Familia y Comunitaria y de la Sociedad Española de Medicina de
Urgencias y Emergencias.
En este apartado cabe
destacar la opinión del presidente de la Organización Médica Colegial, Juan José Rodríguez Sendín @jrsendin en el sentido de que potenciar la comunicación médico-paciente a través de
las TIC podría contribuir a resolver una gran cantidad de dudas de los pacientes
sin generar grandes listas de espera, ni absentismo laboral.
En fin, un estudio algo
pobre, que no añade gran cosa a lo que ya sabemos sobre la relación médico-paciente y cuya finalidad en última instancia no queda del todo clara…
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