Pareciera como si en Castilla-La Mancha, desde hace ya varios años,
(casi) nos hubiéramos acostumbrado a la reiterada y sucesiva aparición de
noticias sobre el más que evidente y generalizado malestar ciudadano (y profesional)
por el deterioro de los servicios sanitarios públicos. Las razones son de sobra
conocidas: reducción del presupuesto sanitario, paralización de obras e
inversiones, incremento de las listas de espera en consultas, exploraciones o
intervenciones quirúrgicas, cierre de camas hospitalarias, disminución del
número de profesionales, masificación en los servicios de urgencia,
derivaciones a otros centros sanitarios fuera de la región, desatención a
personas en situación de dependencia, privatización de servicios, recortes
indiscriminados, etc. En este clima, resulta cuando menos ‘original’ y llamativo
que la propia Presidenta de Castilla-La Mancha haya difundido hace unos días
los (exageradamente favorables) datos de una encuesta de satisfacción con los servicios sanitarios del SESCAM. Indudablemente
se trata de una novedad: nunca antes ningún presidente en ninguna comunidad
autónoma había presentado un estudio de este tipo (siempre suele ser un
Director General, el Gerente del Servicio de Salud o, como mucho, el
Consejero/a). A la vista de los resultados presentados, (que no han dejado de sorprender a propios y extraños), la mayoría de los
diarios y medios de comunicación digitales no han tardado en manifestar sus más
que fundadas dudas y sospechas sobre los mismos.
Los orígenes de los
estudios de satisfacción
Al
menos desde los años 90 del pasado siglo, a partir de diferentes tendencias
surgidas en el seno del mundo empresarial, numerosos gobiernos y
administraciones públicas en todo el mundo adoptaron un enfoque que consideraba
a los ciudadanos como “clientes” de los servicios gubernamentales y, en
consecuencia, suponía la obligación de comprender y responder mejor a sus
demandas y necesidades, desde una perspectiva que se enmarca en el contexto
general de la cultura de consumo contemporánea. Fue así como algunas
herramientas de la gestión empresarial, tales como la denominada “Gestión de la Calidad Total”, el “Cuadro de Mando Integral” o la
metodología de la mejora continua, que ponen el énfasis en la satisfacción de los clientes como
elemento clave para la mejora de la gestión, fueron progresivamente
incorporadas a la administración pública, (vid. Guía para la evaluación de la calidad de los Servicios Públicos), como
una forma de que las organizaciones públicas estuvieran más orientadas a los ciudadanos/clientes. En el ámbito de la calidad y de la gestión se denomina “voz del cliente” al proceso mediante el cual las empresas y organizaciones recogen las
preferencias y experiencias de sus clientes/usuarios para compartirlas dentro
de la organización y aprender de ellas.
Las
investigaciones sobre la calidad de los servicios son esenciales si lo que se
pretende es la mejora continua de cualquier organización. Estos estudios se
centran en el cliente como eje sobre el que gira todo el sistema. En este
sentido, las empresas de servicios han dejado de considerar a los clientes como
meros destinatarios de sus ofertas para pasar a convertirse en verdaderos
evaluadores y árbitros de su gestión.
Resulta
ocioso señalar que, desde la perspectiva de la mejora de los servicios
públicos, éstos deben ser cada vez más sensibles a las necesidades y
aspiraciones de los usuarios, lo que requiere una mejor comprensión de lo que
hace que estén satisfechos y de cómo esto se puede medir. Este es el origen de
los estudios y encuestas de satisfacción ciudadana que periódicamente se llevan
a cabo desde diferentes observatorios e instituciones para valorar distintos
programas o servicios públicos: bibliotecas, transporte, educación, etc. En
España, en el ámbito de la sanidad destaca el
denominado Barómetro Sanitario que, a instancias del Ministerio de Sanidad, se viene
realizando anualmente desde 1995.
Algunas precisiones
técnicas
En
general, para explorar los atributos o características de calidad de los
servicios, recoger la opinión de los usuarios y medir su satisfacción existen
distintos métodos: encuestas y estudios de opinión, entrevistas con directivos
y técnicas con grupos focales o grupos nominales para identificar puntos
fuertes y áreas de mejora, aplicación de técnicas del “cliente misterioso” para identificar puntos conflictivos, círculos
de calidad o grupos de mejora, recogida y análisis sistemático de sugerencias y
reclamaciones, etc.
A grandes rasgos existen
dos grandes clases o tipos de estudios: técnicas o métodos cualitativos (reclamaciones,
sugerencias, entrevistas, grupos focales, escucha activa, observación
sistemática, etc.) y métodos
cuantitativos (encuestas, cuestionarios).
En todo caso, una de las
cuestiones más importantes a tener en cuenta a la hora de recopilar datos
procedentes de los ciudadanos sobre sus experiencias y el grado de satisfacción
con los servicios públicos es la metodología empleada. Véanse a modo de ejemplo
las publicaciones:
Con respecto a las encuestas de satisfacción con la atención sanitaria recibida, que se vienen utilizando en España desde finales de los años 80, presentan un formato que permite explorar múltiples aspectos y dimensiones de la atención sanitaria. Algunos autores llegan a considerarlas incluso como una forma de participación en la evaluación y mejora de los servicios sanitarios. Entre otros aspectos que pueden valorarse se encuentran: trato personal y empatía de los diferentes profesionales, cantidad y tipo de información que se presta al paciente y familiares, competencia técnica del personal sanitario, estado y confort de las instalaciones, facilidades de acceso, grado de dificultad o trámites burocráticos, continuidad de los cuidados, resultado percibido de la asistencia y valoración global de la asistencia.
Desde un punto de vista
técnico, las encuestas de satisfacción de pacientes requieren una serie de
propiedades psicométricas que
garanticen su fiabilidad y validez, especialmente cuando el
propósito es extrapolar los resultados obtenidos a la población. Entre otros
criterios y requisitos que deben tenerse en cuenta se encuentran la elaboración
del cuestionario, (brevedad, claridad, especificidad), formato de las
respuestas, tipo de escala de valoración utilizada, así como el sistema de
aplicación, recogida y toma de datos, bien mediante un cuestionario
autoaplicado, por entrevista presencial o telefónica.
Otra cuestión no menor,
para poder obtener inferencias o conclusiones válidas, es el de la selección de
las personas a entrevistar o a quienes se aplica la encuesta, es decir el
procedimiento de selección de la muestra, sus características para que sea
realmente representativa y proporcional a la población objeto de estudio, el
tamaño mínimo para evitar sesgos y errores de selección, etc.
Sobre la satisfacción en la atención sanitaria
Aunque en términos técnicos
no es exactamente lo mismo, la calidad percibida suele identificarse con la satisfacción del paciente, es decir con la evaluación (positiva o negativa) en el largo plazo que los pacientes realizan de la
atención recibida en cada encuentro con los servicios sanitarios por ellos
demandados. Son percepciones subjetivas de una realidad objetiva. En última
instancia, el nivel de satisfacción de los usuarios de un servicio no es sino
la relación entre la percepción del
servicio recibido y las expectativas previas
de los usuarios.
El
concepto de satisfacción del paciente, como el de calidad asistencial, es “multidimensional”;
al hablar de satisfacción nos referimos, normalmente, al conjunto de elementos
de la atención en los que los pacientes más se fijan y más valoran. Entre ellos
se encuentran: el resultado de la intervención sanitaria, la accesibilidad al
sistema, al centro y los profesionales, la rapidez y capacidad de respuesta
cuando se precisa atención, preferencias y expectativas, la competencia
percibida de los profesionales, la cortesía en el trato, la información que se le
facilita, la coordinación y continuidad de las atenciones sanitarias, y el estado
o grado de confort de las instalaciones. Una atención sanitaria “ideal” para
los pacientes incluye, sobre todo información suficiente y comprensible,
amabilidad y cortesía en el trato, que los profesionales sanitarios y no sanitarios le demuestren al paciente interés por su
problema, que ofrezcan un trato personalizado y que den muestras de una alta
competencia profesional.
Desde hace tiempo se vienen
estudiando las características de las medidas de satisfacción de los pacientes. Sin tener que recurrir a (nuevas) encuestas, ya se sabe que entre un 70 y un
80% de los pacientes están satisfechos con las atenciones recibidas en el sistema
sanitario público. Con carácter general, los dos aspectos que se destacan como
positivos en la mayoría de las encuestas y estudios son: competencia
profesional y trato. Los pacientes de mayor edad se manifiestan más satisfechos
que los jóvenes, el nivel socioeconómico se relaciona también con la
satisfacción, y parece que las mujeres se declaran algo más satisfechas que los
varones.
Mediante
técnicas de investigación cualitativa los resultados del análisis de las causas
de insatisfacción de los pacientes arrojan resultados muy similares. Estos
estudios muestran que las listas de espera, la lentitud en la realización de
pruebas diagnósticas, la masificación de las consultas, la escasa coordinación
entre niveles, una deficiente infraestructura sanitaria en el ámbito rural, la
ineficacia para resolver las reclamaciones de los pacientes, las carencias de
especialistas en algunos centros y la insuficiente información, generan
insatisfacción en atención primaria. Las condiciones de confort inadecuadas,
una reducida capacidad de respuesta, escasa accesibilidad y problemas de índole
organizativa son citadas como causas de insatisfacción en hospitales.
A pesar de todo lo que ya
sabemos, existen aún una serie de barreras organizacionales que afectan y dificultan un mejor uso y aprovechamiento de las encuestas. Entre
otras se han señalado la deficiente infraestructura para la mejora de la
calidad, la tradicional estructura jerárquica aún imperante en las
organizaciones sanitarias, -que hace muy difícil tomar decisiones importantes a
partir de determinados niveles-, y la competencia entre diversas prioridades de
tiempo y recursos financieros, entre las cuales “escuchar la voz de los pacientes” no ocupa precisamente los
primeros puestos. Entre las barreras profesionales se mencionan las actitudes
defensivas o escépticas del personal ante los resultados de las encuestas y las
dificultades de comunicación entre el personal que maneja los datos de las
encuestas y los profesionales que tienen que reaccionar ante ellos.
Encuestas propagandísticas
Volviendo
a la encuesta presentada en estos días, y a partir de los (escasos) datos
conocidos (no se conoce la ficha técnica completa) cabe presumir que la
encuesta se ha llevado a cabo sobre una muestra claramente insuficiente. Se
desconoce el tamaño de la población estudiada (el número de pacientes atendidos
en cada ámbito). No se sabe en qué periodo o en qué fechas anteriores a la
encuesta los pacientes recibieron asistencia sanitaria. No sabemos la
distribución de la muestra por centros; se desconoce el cuestionario utilizado,
la sistemática o el procedimiento seguidos para su aplicación, así como la
forma de recogida y explotación de datos. Tampoco se han explicado las escalas
de valoración utilizadas. No existen -o no se han facilitado- elementos de
comparación/evaluación con respecto a estudios anteriores que permitan valorar
tendencias, de cara a adoptar posibles medidas correctoras. Algunas de las explicaciones facilitadas a posteriori no resultan concluyentes ni ayudan a
despejar las dudas e incertidumbres sobre la metodología y el procedimiento utilizados,
añadiendo mayor confusión si cabe (universo poblacional, forma de recogida de
los datos, reducido tamaño de las muestras, etc.).
En
todo caso, lo que sí queda claro es que no resulta adecuado emplear este tipo
de instrumentos con fines exclusivamente políticos o propagandísticos, en vez de utilizarlas cómo herramientas para mejorar la gestión (vid. Cómo escuchar, cómo aprender y cómo responder: las encuestas ciudadanas como una herramienta para la reinvención del gobierno). Una perspectiva que, por otra parte, no debe hacer perder nunca de vista que
los ciudadanos no son simples usuarios, sino que son también “propietarios” de
su gobierno o administración. El supuesto “servicio
al cliente” no puede sustituir nunca las bases constitucionales de un
gobierno democrático cuya legitimidad y credibilidad ha de conseguirse y ser
revalidada todos los días mediante un ejercicio continuado de transparencia,
información y práctica democrática.
En
1909, Lawrence Lowell (decano de la Universidad de Harvard) refiriéndose a
las estadísticas escribió que, «como
algunos pasteles, son buenas si se sabe quién las hizo y se está seguro de los
ingredientes». En este caso desconocemos ambas cosas, pero parece que a algún repostero se le ha ido
la mano…
Hola, Rodrigo. Como posible (probable, incluso) precursor de las encuestas de satisfacción de pacientes en el país (http://goo.gl/rP04wX), allá por el año 1984 (entonces aún se los llamaba "enfermos"), te felicito por la entrada: clara, contextualizada, prolija, técnicamente impecable para este tipo de formatos breves y con un mensaje claro: ¿queremos saber de verdad lo que opinan los pacientes para poder mejorar o solo utilizarlo -porque ya sabemos grosso modo lo que van a decir- con intenciones propagandísticas?
ResponderEliminarPor lo general, lo segundo; porque en este tipo de organizaciones profesionales la satisfacción depende más de la experiencia real de uso (los empleados concretos que te han atendido y los resultados concretos que has obtenido) que de las políticas organizacionales. Y el feedback real sería más con respecto a estos dos últimos factores (profesionales y resultados), que nunca son identificados, que con respecto a las "amenities" y otros aspectos de carácter genérico. No olvidemos que la cadena es tan débil como el más débil de sus eslabones... que a veces resulta ser un simple "celata" que te matrató cuando te llevaba a rayos... y nunca se supo (y por tanto no se pudo mejorar).
De nuevo, enhorabuena por la entrada (y por el magnífico blog, claro).
Muchas gracias por tus amables y elogiosas palabras, Juan. Como puedes imaginarte, viniendo de ti me resultan doblemente halagadoras y estimulantes. Con respecto a las encuestas, qué voy a decirte que tú no sepas... En fin, errores metodológicos aparte, su mala fama y la poca confianza que merecen a muchos profesionales no dejan de ser en gran medida una de las consecuencias de su mal uso (abuso) con fines o intereses espurios, como es el caso. Es curioso también que, indirectamente, ello haya propiciado también el resurgir de los estudios cualitativos basados en la narrativa de los pacientes.
EliminarDe nuevo, gracias por tu visita.