Viñeta de Forges. EL PAÍS, 20 de marzo de 2014
«Visitáronle, en fin, y halláronle sentado en la cama, vestida una almilla de bayeta verde, con un bonete colorado toledano; y estaba tan seco y amojamado, que no parecía sino hecho de carne momia. Fueron dél muy bien recebidos, preguntáronle por su salud, y él dio cuenta de sí y de ella con mucho juicio y con muy elegantes palabras; y en el discurso de su plática vinieron a tratar en esto que llaman razón de estado y modos de gobierno, enmendando este abuso y condenando aquél, reformando una costumbre y desterrando otra, haciéndose cada uno de los tres un nuevo legislador, un Licurgo moderno o un Solón flamante; y de tal manera renovaron la república, que no pareció sino que la habían puesto en una fragua, y sacado otra de la que pusieron; y habló don Quijote con tanta discreción en todas las materias que se tocaron, que los dos examinadores creyeron indubitadamente que estaba del todo bueno y en su entero juicio.»
Don Quijote de la
Mancha
II parte. Capítulo I
(De lo que el cura y el Barbero pasaron con
don Quijote cerca de su enfermedad)
Las hemerotecas (ahora archivos digitales) son un gran invento. En el caso de la sanidad, echar un vistazo y repasar algunas páginas de los periódicos atrasados suele ser (casi siempre) un ejercicio interesante y saludable para no perder la memoria. Mirar hacia atrás permite hacer balances y recuento, saber dónde estábamos y de dónde venimos, rehacer la historia del deterioro producido en la sanidad pública española como consecuencia de recortes indiscriminados, medidas de ajuste presupuestario y fórmulas privatizadoras impuestas por (desde) el(los) gobierno(s). Es útil releer algunas noticias, recordar algunos artículos editoriales, (Sanidad en caída libre. El País 21 febrero, 2012), volver sobre las páginas de opinión o revisar las cartas al director de los lectores, que son como un eco lejano que llega hasta hoy y reflejan bien la percepción ciudadana sobre esta especie de voladura (des)controlada del sistema sanitario…
Lamentablemente, como ocurre en muchos otros ámbitos de la Administración Pública, el SNS sigue siendo bastante opaco y poco transparente. En realidad, muy poco de cuanto sucede dentro del sistema sanitario llega al conocimiento del ciudadano, salvo cuando le afecta de manera personal o muy directamente. Quienes pueden (o se atreven) suelen explicar “su” caso, que obviamente tiene un sesgo personal, pero que al mismo tiempo suele ser emblemático (es como la “punta del iceberg”) y tiene una gran importancia cualitativa. Estos son algunos ejemplos bastante significativos tomados del diario El País en los últimos meses:
Desde
Cornellá de Llobregat, (Barcelona), Lina Jódar Fernández reflexiona sobre la calidad de la atención sanitaria y escribe una carta en el diario El País (20 de febrero,
2014) en la que cuenta una triste y amarga experiencia con su madre en una
“sala de observación” de las urgencias de un hospital público de Cataluña:
«El pasado día 15 de febrero mi madre sufrió una caída
casual y sufrió una fractura de fémur. Se le derivó a urgencias donde, tras ser
valorada, le dijeron que había que operarla cuando hubiera un hueco. Fue
trasladada a una “sala de observación”. Una sala mixta de 20 camas, es decir,
hombres y mujeres en una estancia donde no existían divisiones entre camas, ni
unas tristes cortinas. Pacientes aislados por gripe A con pacientes de
traumatología. Tras 48 horas en urgencias mi madre seguía esperando cama, y
finalmente la operaron, eso sí la llevaron al quirófano desde “la plaza de
toros” nombre que los usuarios han puesto a esta sala.»
«Es denigrante como familiar y como profesional de la
salud que soy (enfermera con 19 años de experiencia), que derechos tan básicos
del paciente como el de la “intimidad” se menosprecien de esta manera. Es una
vergüenza y un despropósito cuando además hay un montón de camas cerradas.
¡Para que luego nos vengan a decir que los recortes no afectan a la calidad!»
Marco Sebastián
Noferini habla también de “degradación de la calidad” en otra carta al director
de El País (26 julio, 2014). Escribe desde Vic (Barcelona) unas reflexiones de un zombie somnoliento:
«En estos tiempos de recortes son muchas las veces que
hemos oído decir que los recortes en sanidad no habían repercutido en la
calidad del servicio, pero queda claro que esto no es así, ya que los recortes
en la financiación y en los recursos humanos se han dejado sentir de manera notable.
Se cierran quirófanos, se cierran consultas, existe un menor número de camas
disponibles en los hospitales públicos, se sobrecarga de trabajo a los
profesionales del sector y se eternizan las listas de espera. Hay veces que
incluso para poder ser atendido por el propio médico de cabecera has de esperar
una semana.»
«Está claro que en un servicio de la importancia de la
sanidad es una mera cuestión de tiempo que de una manera u otra nos veamos
afectados por la degradación de su calidad, como recientemente me ha sucedido a
mí. Hace unas semanas que, notando las terribles consecuencias de no descansar
bien, me decidí a visitar a mi médico de cabecera, el cual ante los síntomas
que presentaba me diagnosticó un posible problema de apneas del sueño. Para poder
confirmarlo me indicó que debía solicitar hora para el neumólogo, cosa que hice
al salir de su consulta. Y el resultado fue que se me dio hora para el 15 de
enero del próximo año, dentro de algo más de seis meses. Hasta la fecha en
cuestión deberé continuar con mis problemas de sueño, cansancio, cefaleas, y
las consecuencias que ello me ocasiona en mi carácter y en mi rendimiento
laboral porque en mi ciudad, Vic, el médico especialista está sobresaturado de
trabajo. Gracias a todos aquellos que con el pretexto de la crisis han puesto
su granito de arena para cargarse la sanidad pública, privatizarla y ponerla en
manos de poderosos consorcios privados, gestionados en algunos casos por sus
amigos o familiares.»
Algunas de las noticias de prensa más llamativas y que suelen generar mayor alarma social se refieren al (elevado) número de camas cerradas en los hospitales durante el periodo estival: Alerta por el número de camas hospitalarias cerradas en verano (El País, 22 de julio de 2014).
Como explicaba
también un reciente artículo editorial del mismo diario (Agravar la espera. El País, 1 de agosto 2014), la estrategia (?) de
ahorro basada en el cierre de camas, seguida desde hace meses por algunos
gestores sanitarios en numerosos hospitales de toda España, ha provocado
episodios de inquietud entre enfermos y
aglomeraciones en los servicios de urgencia. El cierre de camas permite reducir
personal y evitar la contratación de sustitutos. Pero no es cierto, por
desgracia, que como dice con ironía otro lector, las enfermedades se van de vacaciones (27
de julio de 2014, El País): reducir el número de camas en servicio supone recortar la actividad asistencial programada, lo que aumenta el número de pacientes en lista de espera y, en consecuencia, el tiempo de demora para recibir atención. Cuanto mayor es la demora, más posibilidades existen de que el estado de los pacientes se agrave y acaben en urgencias, cerrándose así el círculo vicioso.
Otro tanto puede decirse del recorte de plantillas en el conjunto del sistema sanitario público, que ha supuesto una reducción (Sanidad mermada. El País, 5 de julio 2014) de 28.496 empleados en apenas dos años –entre enero de 2012 y enero de 2014- según datos del Ministerio de Hacienda y Administraciones Públicas, sobre una plantilla actual de 476.689 empleados. Una reducción semejante (casi un 6%) en un sector cuya actividad depende en buena medida de los efectivos profesionales tiene, ineludiblemente, consecuencias para la calidad asistencial. La más clara y evidente, sin duda, el aumento de los tiempos de espera, con el consiguiente malestar de los pacientes y usuarios del sistema. La pérdida de satisfacción con el sistema público, que se viene produciendo en los últimos barómetros sanitarios es la huella más visible del efecto de los recortes (Sanidad herida. El País, 17 de agosto 2013).
No parece ya que ni los ciudadanos ni los profesionales vayan a resignarse y a permanecer impasibles ante algunas de estas medidas (Decidir la sanidad que queremos. El País, 12 de julio 2014). Trabajadores y pacientes de numerosos hospitales públicos de Cataluña (encabezados por Vall d’Hebron y Bellvitge, los dos grandes centros de la comarca de Barcelona) se han manifestado y movilizado contra el cierre de camas. Uno de los episodios más singulares y de mayor repercusión mediática tuvo lugar hace unas semanas en el hospital de Bellvitge, en el una decena de pacientes se “atrincheraron” para evitar la clausura de plantas, negándose a ser trasladados de habitación. El caso resulta más dramático y relevante si se tiene en cuenta que en ese centro se venían produciendo repetidas situaciones de colapso en el servicio de urgencias
Para añadir más leña al incendio existente, el Consejero de Sanidad, Boi Ruiz, haciendo gala de una gran dosis de cinismo político, se permitió negar la evidencia afirmando en unas declaraciones a Catalunya Radio que “les llistes de espera s’on un altre mite polític, igual que el dels llits”. Sus palabras fueron calificadas de frívolas e irresponsables desde diversas instancias. Una lectora del diario comentaba que debería pedir perdón (El País, 8 de julio 2014).
Poco después, en el Parlament de Cataluña el grupo ICV-EUiA presentó una moción en la que se censuraba la actuación del Consejero por haber provocado una “reducción de la calidad asistencial, la degradación de los servicios sanitarios de titularidad pública, el aumento de los tiempos de espera y la precarización” de las condiciones laborales de los sanitarios.
Con estos antecedentes y esta trayectoria, resulta casi grotesco e insólito que la Sociedad Española de Directivos de la Salud (SEDISA-ANDE) haya distinguido precisamente en estos días a Boi Ruiz con el IV Premio SEDISA-ANDE a la “personalidad sanitaria de 2013” destacando su gestión “como conseller de Salut, modificando el modelo sanitario ante la necesaria eficiencia del sistema para hacer posible la sostenibilidad y reorientándolo hacia la prevención y la cronicidad, es ejemplo de la labor profesionalizada que debe realizar un directivo de la salud, más allá de las decisiones y tendencias políticas” (sic).
En el transcurso de uno de esos frecuentes saraos político-sanitarios celebrado en 2013, el ínclito Conseller de Salut de Cataluña se mostraba partidario de trabajar con “rigor, transparencia y participación”. El Consejero apuntaba entonces que “la diferencia entre los médicos y los economistas es que los primeros trabajan con informaciones incompletas y los segundos con informaciones completas” (sic), por lo que se debe intentar que “las decisiones sean medibles y comparables”. Ruiz hizo hincapié en que “hay que explicar, medir y comparar para poder opinar desde la evidencia y no desde un punto de vista cortoplacista” y reconoció que “la eficiencia ganada ha permitido alcanzar situaciones de equilibrio presupuestario”.
En fin… en una interesante columna de opinión, (Curiosa defensa de lo público. El País, 19 de julio 2014) Milagros Pérez Oliva explicaba muy bien el más que evidente conflicto de intereses de esta insigne “personalidad sanitaria”, que en su día fuera presidente de la patronal Unió Catalana d'Hospitals (UCH), y que con su actuación está contribuyendo al más que evidente deterioro y descrédito de la sanidad pública.
PS, Una vez publicada la entrada, el diario El País publica hoy mismo (15 de agosto) dos interesantes artículos, que enlazo a continuación:
- El ébola y la sanidad pública a la deriva (José Mª Abellán, Pilar García)
- Sanidad pública: existe la realidad (Enrique Costas Lombardía)
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