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"…la ciudadanía espera que
adoptemos todas las medidas que, de acuerdo con los conocimientos científicos y
la experiencia acumulada, son razonables. Es imposible evitar todos los
riesgos. Pero sí es exigible que hayamos evitado los evitables".
Fernando Lamata
A partir de un debate virtual previo convocado por
su Equipo Editorial, la Revista de Administración Sanitaria siglo XXI publicó, en julio y octubre de 2006, dos números extraordinarios que recogían
una serie de colaboraciones de expertos y profesionales en torno a las
denominadas crisis sanitarias. Como
explicaba Manuel
Oñorbe, Director General de Salud
Pública del Ministerio de Sanidad en aquel momento:
“Cada cierto tiempo la población se conmueve ante unos acontecimientos
que pueden dañar su salud o piensa que pueden dañarla. Dependiendo del grado de
importancia y de alarma de estos acontecimientos estamos ante lo que se ha
denominado una crisis sanitaria, que generalmente suele ser una crisis de salud
pública y que en ocasiones sólo es crisis pero no es sanitaria.”
A la luz de las noticias y de los acontecimientos que se vienen sucediendo en estos días, parece muy oportuno y pertinente revisar algunas de aquellas interesantes aportaciones, cuya vigencia parece también fuera de toda duda:
En un excelente artículo aparecido en el primero de estos números de la
revista, (Crisis sanitarias y respuesta política),
cuya lectura sigue siendo hoy altamente recomendable, Fernando Lamata explicaba algunas de las claves para
entender la actuación de los responsables públicos y de las autoridades
sanitarias en la gestión de una situación de crisis en salud pública, es decir “cuando ha aparecido un problema de salud, o con probabilidad de
riesgo para la salud, con una incidencia o letalidad mayor de lo normal para una
determinada época y lugar, donde no se puede garantizar la dimensión final del
problema, y donde además se produce un enorme interés informativo.”
De acuerdo con ello, ante el caso
de contagio por el virus del Ébola en una trabajadora sanitaria de Madrid -el primero
ocurrido fuera de África- resulta indudable que nos hallamos en plena crisis sanitaria. Basta con
asomarse a los medios de comunicación y a las redes sociales. Crisis sanitarias han existido y van a
existir siempre”, advierte Lamata, recordando que “la vida es riesgo, y, por lo tanto, van a aparecer situaciones nuevas,
más o menos graves, accidentes, catástrofes y problemas de salud derivados de
los mismos.” Conviene estar alerta porque, además, “el aumento de la
población mundial, de las comunicaciones y los intercambios, el cambio
climático, las nuevas tecnologías, las migraciones masivas, los cambios en los
sistemas de producción y distribución de alimentos, etc., etc., van a hacer que
aparezcan cada vez más situaciones de crisis.”
Uno de los aspectos más
relevantes y que reviste más interés es la respuesta a la crisis desde el(los)
Gobierno(s), cuya gestión debiera estar informada por un elemental principio de precaución, es decir, administrando los recursos públicos puestos a su disposición de una
manera racional y proporcionada, en función del riesgo y de los daños
previsibles, pero siempre teniendo en cuenta que más vale pecar por exceso que
por defecto…
De los técnicos y expertos cabe
esperar prudencia, profesionalidad, rigor y una escrupulosa meticulosidad, revisando
una y otra vez los protocolos de actuación.
En una situación semejante, la actitud
de las autoridades sanitarias y de los responsables políticos debe
manifestarse a través de una presencia pública y un liderazgo activo que
transmita confianza, genere credibilidad, preste apoyo y respaldo a los
profesionales, recabe los medios precisos y, en su caso, coordine la adopción
de decisiones (sin duda algo muy diferente a las explicaciones (?) ofrecidas en
una decepcionante rueda de prensa en la que comparecieron las
autoridades sanitarias del Ministerio y de la Comunidad de Madrid). En un Estado descentralizado como
el nuestro, la colaboración, la lealtad y la corresponsabilidad entre
diferentes administraciones, a menudo de diferente signo político, son también
cruciales a la hora de enfrentar este tipo de crisis.
Como es obvio, un aspecto al que
se le debe prestar una especial atención es la gestión de la comunicación. Las
crisis sanitarias son siempre un asunto muy mediático: “Los problemas de salud
pública, que pueden afectar a muchas personas, generan [una lógica] preocupación. Pero, además, en una crisis
sanitaria existe, por definición, incertidumbre.” Con frecuencia se
desconoce cuánta gente se verá afectada, y con qué gravedad, las tendencias y
la evolución previsible en función de las medidas que se van adoptando. En una
sociedad “hipercomunicada” como es la actual, la gestión de la información es
fundamental, casi tanto como la gestión de la crisis misma. Hay que establecer
claramente la información que se debe dar y quién debe hacerlo, decidir cómo
debe tratarse y el tipo de mensajes que se deben transmitir a la ciudadanía,
sin incurrir en ocultamientos, falsos triunfalismos o excesos propagandísticos. (No deja de
resultar pintoresco y algo ridículo que pocos días después de que una alta responsable del
Ministerio de Sanidad ofreciese su “colaboración
y experiencia” para elaborar los protocolos de repatriación de afectados por el
virus Ébola en una Reunión Informal de Ministros de Salud de la Unión
Europea, desde Bruselas se soliciten explicaciones y aclaraciones sobre este
contagio).
Las
preguntas a las que hay que responder son, entre otras: “¿Qué ocurre, qué consecuencias puede tener, qué medidas se han
adoptado, qué seguimiento se va a hacer, cuándo vamos a volver a informar?”
Por último, durante una crisis
sanitaria en una sociedad abierta, además de la presión de la opinión pública,
no hay que olvidar tampoco el papel de la oposición política y parlamentaria, cuya
función de crítica legítima a la gestión gubernamental puede, en ocasiones, generar costes sociales y humanos poco deseables. Es obvio que la
crítica por una mala gestión supone un coste político y que la oposición debe
realizar esta tarea de desgaste, que forma parte de su labor: “Es razonable que se presione, como en otros
temas, para que el Gobierno ‘no se duerma’ y para poner de manifiesto los
fallos de preparación, cuando existen, antes de las crisis. Sin embargo,
durante las crisis sería deseable dejar fuera de la lucha partidaria la gestión
de la propia crisis, manteniendo una buena información desde el Gobierno a la
oposición sobre la evolución del proceso. La crítica durante la crisis, que es
precisamente una situación que no sabemos cómo va a acabar, y que genera
incertidumbre y miedo, puede tener el efecto negativo de transformar una
prudente alerta en alarma que genera pánico.” Es deseable, por tanto, “una actitud prudente y de colaboración con
el Gobierno durante la propia crisis. La presión política se puede ejercer
antes de las crisis (para garantizar la preparación adecuada) y después (en la
gestión post-crisis y en la evaluación de lo realizado). Esta lealtad debe ser
ofrecida desde la oposición al Gobierno y, por supuesto, desde el Gobierno a la
oposición.”
El resumen y las principales
conclusiones del artículo editorial de la revista, escrito por Manuel Oñorbe,
siguen siendo bien actuales: “…ante una
crisis sanitaria lo primero es actuar técnicamente de la manera más
irreprochable, con el apoyo y el consenso científico y la máxima coordinación,
lo segundo es dedicarse a la gestión de la comunicación, comunicación
transparente a todos los actores de las crisis, ciudadanos, profesionales y
grupos más afectados. Por último, casi todos están de acuerdo en intentar
mantener la utilización política de las crisis y los miedos que conlleva fuera
del escenario. La frontera entre el ejercicio de la crítica y de la acción
política legítima y la utilización partidista es el problema.”
En fin, una vez más, cabe
reclamar una actitud más humilde, de prudencia y responsabilidad, virtudes
sanitarias por excelencia: ni alarmismo irresponsable e injustificado ni
tratamiento excesivamente frívolo o despreocupado en un tema cuyas
consecuencias son casi siempre imprevisibles y desconocidas.
Documentación adicional:
Toda la información sobre el Ébola en el diario El País
Una página del Journal of American Medical Association (JAMA) con información para los pacientes: Ebola Virus Disease.
Un gran trabajo con excelentes gráficos del Washington Post en: Ebola’s catastrophic effect on the body.
A mediados de septiembre pasado
los Centers for Disease Control and Prevention (CDC) y el Department of Health and
Human Services’ Office of the Assistant Secretary for Preparedness and Response
de los EE.UU. publicaron una lista de verificación (CDC. Hospitals CheckList) para los hospitales con el objetivo de ayudar a los profesionales a manejar a
pacientes portadores del virus. El check
list proporciona sugerencias prácticas y concretas para asegurar que un
hospital es capaz de detectar posibles casos de Ébola, proteger a sus empleados
y responder adecuadamente ante la sospecha de un paciente infectado por el
virus.
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