miércoles, 22 de octubre de 2014

Una silla con tres patas


Chair and balance: 1917. Foto by Shorpy

We don’t need heroes in positions of influence anymore than technocrats. We need balanced, dedicated people who practice a style of managing that can be called «engaging».
                                                                            Henry Mintzberg (Managers not MBAs, 2003)

El suplemento Negocios del diario EL PAÍS del domingo 19 de octubre publica una interesante entrevista con el profesor Henry Mintzberg, de quien ya hemos hablado antes en este blog.

Reputado conferenciante y autor prolífico, a sus 75 años Mintzberg sigue siendo considerado una de las principales voces del management en el mundo, sin duda uno de los más brillantes académicos vivos en su área. Muy crítico con las escuelas de negocios, provocador y polemista, su obra siempre resulta sugerente, lúcida, estimulante y útil. De hecho, un Canon del Management publicado hace pocos años,  que contiene los supuestos 54 libros clave de la literatura empresarial y de la gestión de las organizaciones de todos los tiempos, incluye dos importantes libros de Mintberg: The Nature of Managerial Work (1973) y The Rise and Fall of Strategic Planning (1994).

En su último ensayo, publicado on line en su website el pasado mes de febrero: Rebalancing Society: Radical Renewal Beyond Left, Right, and Centre, sostiene que hay que reequilibrar la sociedad y emprender un cambio radical. Ir más allá del centro, la derecha o la izquierda… «Debes mirar la sociedad como una silla con tres patas. Una es el sector público (que tiene que ser respetado), otra el privado (que tiene que ser responsable) y luego está el sector civil (ONG, sociedad) que ha de ser robusto.»

El preámbulo del texto explica las razones del mismo:

“Transcurría el año 1989 y el capitalismo había triunfado. O al menos eso dijeron los expertos de Occidente, a medida en que los regímenes comunistas de Europa Oriental comenzaron a derrumbarse. Estos expertos estaban equivocados, -muy equivocados- y las consecuencias de su error ahora están resultando fatales. Este "panfleto electrónico” describe estas consecuencias y sugiere qué podemos hacer al respecto.
Ofrezco este trabajo como miembro de mi comunidad y del mundo, concernido por las tendencias que veo a mi alrededor: la degradación de nuestro medio ambiente, la desaparición de nuestras democracias y la denigración de nosotros mismos, con la codicia que ha ido aumentando hasta convertirse en una especie de llamada suprema. Tenemos que reemplazar este dogma distorsionado con una visión global que sea liberadora y nos lleve a implicarnos en actuaciones radicales para producir un cambio constructivo.
Mucha gente está preocupada y se siente concernida por todo esto, mucho más tras haber salido a la calle. Existe voluntad, pero no una apreciación sobre lo que está pasando y cómo abordarlo. Estamos empantanados en explicaciones muy dispares y en soluciones inconexas. [En estas páginas] he seleccionado unas cuantas en un marco sencillo para sugerir un camino detallado por el que avanzar.”
“We have it in our power to begin the world over again.”
(Tom Paine, en su panfleto de 1776 Common Sense)

El mensaje más importante del ensayo es la denuncia de la excesiva concentración de poder en manos de las grandes corporaciones y del sector privado en todo el mundo. Debido a la globalización muchas empresas han alcanzado posiciones de privilegio que han sido justificadas por el dogma vigente en la economía de nuestro tiempo: que la codicia es buena, los mercados son suficientes (y deben ser autónomos) y que los gobiernos (la intervención pública) están bajo sospecha. Esta visión unilateral, combinada con los derechos reconocidos a las compañías, se ha apoderado de la sociedad estadounidense, secuestrando al país mediante un proceso que impide su renovación democrática. Es necesario –añade- repensar la democracia para rescatarla del individualismo personal a expensas de la ciudadanía colectiva y de la participación comunitaria.

En la entrevista del periódico, Mintzberg llama la atención y advierte de las posibles consecuencias del Tratado de Libre Comercio entre la UE y USA que se encuentra actualmente en negociación: 

«Quieren poner en marcha una corte especial donde una corporación pueda demandar a un Gobierno por quitarle sus beneficios. Así que si la Administración canadiense aprueba una ley sobre el control climático puede ser demandada por una compañía que piense que le está arrebatando sus ganancias. ¡Es una locura!»

Y, como en otras ocasiones, Mintzberg desnuda la supuesta mística del management, criticando con severidad a los ‘superdirectivos’ y cargos ejecutivos de determinadas compañías, que forman parte de las élites económicas y se embolsan salarios astronómicos (impidiendo que sus trabajadores y empleados se identifiquen con el proyecto de la empresa):

«Cualquiera que acepte ser pagado cientos de veces por encima que sus trabajadores no es un verdadero líder (…). ¿Cómo puedes dirigir una empresa y decir que eres cientos de veces más importante que tus empleados?»

Hace ya diez años, Mintzberg publicaba uno de sus libros más controvertidos, celebrados y polémicos, un trabajo muy interesante para reflexionar acerca de la utilidad y de la validez de los programas de formación y desarrollo directivo: Managers Not MBAs: A Hard Look at the Soft Practice of Managing and Management Development (2004).

«Un MBA es bueno para la parte analítica de la gestión. Investigación de marketing, análisis financiero, contabilidad… En 1990 hicimos un análisis con los mejores graduados de Harvard; las superestrellas. En 2003 analizamos sus logros desde entonces. Todos con el cargo de presidente ejecutivo. Pues bien, trece de ellos fueron un absoluto fracaso, cuatro “puede” y otros cuatro resultaron buenos. No es un gran éxito.»

Pensaba en las líneas anteriores mientras leía ayer mismo una de las últimas entradas de Salud con cosas. Se lamentaba @manyez de que no se hablase sobre gestión sanitaria en los congresos de directivos (generalistas), preguntándose si es que era un tema aburrido, o es que los directivos sanitarios son malos, o es que son invisibles. O tal vez, -concluía- las tres cosas... Supongo que otra razón importante que no se debe obviar es que posiblemente hay demasiados congresos sectoriales o específicos de (para) directivos sanitarios.

A la manera de Mintzberg con sus MBAs podría resultar interesante seleccionar a los 25 ó 50 más relevantes y conspicuos directores gerentes de –pongamos por caso- los hospitales más importantes (de referencia, de mayor tamaño o complejidad) en el conjunto del SNS, hacer un seguimiento durante un tiempo y analizar sus logros (definiendo previamente lo que entendemos por logro –resultados asistenciales, clima laboral, etc.- así como la forma de medirlo) en relación con su perfil y su formación. Algunos de los aspectos y de las cuestiones que reflejan los trabajos realizados por la Sociedad Española de Directivos de la Salud (SEDISA) en los últimos años, referidos al análisis del perfil profesional de los directivos sanitarios (2005) o a su (necesaria) profesionalización, (2013) van en esa línea. ¿En qué medida los resultados alcanzados por un centro sanitario pueden atribuirse o dependen de la actuación de sus gestores?

En fin, aunque los barómetros del CIS informen de que un 25,8% de los ciudadanos creen que los/as políticos/as en general, los partidos y la política son el principal problema que existe actualmente en España, parece oportuno recordar que en lo que respecta a los resultados de la asistencia sanitaria no toda la responsabilidad (o la culpa) es suya… Para bien o para mal, seguramente a los directivos sanitarios les corresponde también una buena parte de la misma.
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7 comentarios:

  1. Ya que me citas aprovecho para responderte y aclararte una cosa: cuando escribía el post me llegó un mail informando sobre las jornadas de la CEDE, una de las asociaciones de directivos (en general) más potente de España. Miré el programa y todo era banca, construcción o telecos, y creo que en los últimos años es la tónica dominante.

    Fijate que además en España apenas hay literatura potente sobre el tema, no como en USA un país en el que hay gestores sanitarios muy buenos. Curiosamente, en uno de los últimos libros de Mintzberg (Gestionando), el autor analiza la actividad de unos cuantos directivos e incluye una supervisora de enfermería y un directivo hospitalario. Curioso :)

    Un abrazo

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    1. Siendo cierto lo que comentas, Miguel Ángel, creo que desde hace algunos años hay muchísimos (demasiados) congresos, foros, jornadas, encuentros, seminarios, etc. específicos sobre gestión sanitaria y temas conexos. Es muy posible que eso contribuya a que no se aborden en otros ámbitos generalistas como el que comentas de la CEDE. (Otra diferencia importante con los USA es que allí los gestores sanitarios son privados y aquí la gran mayoría pertenecen al ámbito público).
      En mi caso, cuando leí la entrevista de (con) Mintzberg pensé en escribir el post, aunque de una manera algo diferente. Cuando leí tu entrada ayer tarde, aproveché para incluir algún comentario adicional sobre el tema de los directivos. Ya ves, cuestiones y criterios de oportunidad...
      Gracias por tu visita y tu comentario. Un abrazo.

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  2. Parte importante del problema es que nuestros directivos no codifican su experiencia ni la comunican; falta seguridad en la validez externa (interés para otros) de las "soluciones locales", habilidad de escritura y comunicación, presunta falta de tiempo (tempestad permanente de movimientos), y miedo, mucho miedo... a decir lo que piensan sin pensar (muchas veces) lo que van a decir... es que en nuestro medio la interferencia política es tan grande que inhibe en origen la facultad del pensamiento crítico y creativo.

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    1. En efecto, José Ramón, no deja de resultar algo 'extraña' la crónica 'incapacidad' (agrafia o disgrafia) de (la mayoría de) nuestros directivos sanitarios para transferir/compartir información (y, por tanto, producir conocimiento) sobre su experiencia de gestión y su desempeño al frente de las instituciones sanitarias. Tal vez la razón fundamental sea esa interferencia política a la que aludes. Una pena.
      La magnitud de la catástrofe puede atisbarse teniendo en cuenta que este país cuenta con más de 900 hospitales y unos 3.000 Centros de Salud, distribuidos en 17 Servicios de Salud diferentes, de cuya gestión y análisis comparado podríamos aprender tanto... un auténtico laboratorio/banco de pruebas desaprovechado.
      Gracias por tus atinadas observaciones.

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  3. La verdad es que lo que dice este hombre, Mintzberg, es de sentido común. Resulta tan familiar a comentarios que hemos hecho entre nosotros que asombra que sigamos "empantanados", como expresa. Ayer oía en la radio a Adela Cortina, entrevistada por haber obtenido el premio nacional de ensayo (http://www.abc.es/cultura/20141022/abci-adela-cortina-nacional-ensayo-201410221623.html) con una obra titulada «¿Para qué sirve realmente la ética?». La autora decía que no se debe perder la capacidad de indignarse, porque la indignación mantiene vivo el sentido de la justicia y la capacidad para percibir lo injusto. Proponía que además debía fomentarse. Esto me recordaba algo similar que decía Paul Ricoeur respecto al valor de la queja (tan denostada en nuestro medio sanitario, tanto si viene de dentro como de fuera). Sin embargo, me parece que lo que la profesora Cortina dice tenía más fuerza y no dejaba de dar un repaso a la discapacidad política. De una u otra manera, vemos que "no salimos del pantano". Las interferencias políticas han quedado bien al descubierto en estos intensos días de octubre, con lo sucedido; que no nos permitirá ser un país libre de Ébola hasta primeros de diciembre. ¿Quién nos lo iba a decir, a nosotros? También oía a José María Molero, en Castilla-La Mancha TV decir que por fin se había dejado participar más en la gestión de esta crisis a los profesionales; o eso me pareció entender. ¿Cómo es posible si tenemos las claves y las ganas, que sigamos empantanados? ¿Cuándo podremos? (no me malinterpretéis, me ha salido así); pero creo que se trata de poder y no de autoridad ¿o no?

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    1. Pues claro que es de sentido común, Vicente, pero ya sabes lo que suele decirse sobre ello...
      Considerado por muchos como un viejo cascarrabias, Mintzberg sigue siendo una conciencia crítica que a estas alturas puede hablar con mucha libertad al señalar lo que a todas luces parece evidente, aunque a veces, precisamente por estar delante de nuestros ojos, puede pasar inadvertido.
      Me ha alegrado mucho que premien a la profesora Adela Cortina (ya sabes que tengo una cierta debilidad por los temas de la Etica de las organizaciones, en los que ella ha trabajado mucho desde la Fundación ETNOR). En unos momentos en que la sociedad está bastante des-moralizada, es decir, carente de moral, parece buena cosa que se destaquen y señalen algunos referentes éticos.
      Es curioso, pero en un mundo tan mercantilizado y tan guiado por criterios de rentabilidad, decía Adela Cortina que la ética puede ser rentable al contribuir a ahorrar costes mediante el establecimiento de relaciones de confianza. Si los ciudadanos se fiaran de los políticos, los clientes de los productores, los alumnos de los profesores y los pacientes de los médicos, se ahorraría muchísimo dinero (los llamados "costes de transacción", que dicen los economistas).
      Y claro que se sigue confundiendo el poder con la autoridad. No siempre coinciden, como bien sabemos. La idea de 'autoridad' legítima lleva implícita un notable componente moral (ético) en su práctica, que en muchos casos, por desgracia, se pierde o despilfarra por un ejercicio desacertado o desafortunado del poder, que se hace así autoritario e ilegítimo. La incapacidad, imprudencia, falta de sensatez e incompetencia demostradas por algunas "autoridades" sanitarias en estos días es una prueba evidente. Y la retórica de la participación (real) de los profesionales o de los ciudadanos no deja de ser una mera ilusión y un espejismo. Al final resulta que el ejercicio desnudo del poder parece ser la 'ultima ratio' (el famoso diálogo de Humpty Dumpty con Alicia cuando le espeta aquello de: "¡lo importante es saber quien manda!).
      Abrazos, Vicente.

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  4. Sí. Yo también le oí a Adela Cortina hablar de la confianza, una vez más. Pero los que somos "bienpensantes", confiados por lo tanto, tenemos demasiada fe en ella. La confianza, que es una virtud relacional, tiene también límites. Por un lado está el "exceso", que recoge muy bien nuestra sabiduría popular y por el otro el "defecto", que es de lo que nos solemos quejar. En el primer caso se tiende a abusar del otro y en el segundo, a sortear y eludir al otro. Cuando hay un exceso, la consecuencia suele ser la frustración: no se cumplieron las expectativas. Cuando hay un defecto, lo que se produce es desinterés, falta de participación.
    En ambos casos, que es una de las cosas que nos enseña la Ética, la mesura se obtiene por medio del diálogo y la deliberación entre los que se relacionan, o se quieren relacionar. Los tópicos insisten sólo en la primera parte de la conjunción, pero con sólo diálogo penetramos poco; basta con entrenarse en "el arte de tener razón" abusando de la retórica.
    Queda la virtud de la esperanza. Nosotros seguimos con nuestra enseñanza de la bioética a los residentes. Este curso hemos conseguido resultados muy interesantes, después de cambiar, una vez más, el modelo. Esto ya te lo contaré más despacio cuando nos veamos, porque la experiencia ha sido, lo que decía al principio: esperanzadora.
    Un fuerte abrazo.

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