Sede de la Delegación de la ONCE en Cataluña
Coincidiendo con el 25º aniversario de su constitución, hemos
celebrado en Barcelona el XVII Congreso de la Sociedad Española de Atención al Usuario de la Sanidad (SEAUS) durante los pasados días 6 y 7 de noviembre. (Sus contenidos –ponencias
y comunicaciones- estarán disponibles en los próximos días en la página web de la sociedad, pero
a modo de adelanto incluyo aquí las estupendas presentaciones de la Primera
Mesa "Redes,
tecnología y Atención al Usuario: el e-paciente en la era del 2.0"
con Óscar
Solans, responsable funcional de la historia clínica compartida de
Cataluña, que habló sobre la situación actual del proyecto Cat@Salut La Meva Salut y las de mis
queridos amigos Rosa Pérez @mrsrosaperez y Joan Carles March @joancmarch.
Transcribo a continuación, añadiendo algunos enlaces
complementarios, una parte de mi intervención en el Acto de Inauguración del Congreso.
«(…) veinticinco
largos años ya de trabajo y dedicación en la promoción, desarrollo y defensa de
los derechos y deberes de los ciudadanos en su relación con los servicios
sanitarios, como una forma de contribuir a la calidad asistencial, al diálogo y
a la participación de los usuarios en las instituciones sanitarias, y a la
mejora de la relación y comunicación con los profesionales de la salud, tal
como establecen los Estatutos de la SEAUS.
El lema del Congreso:
«Crisis y Atención Sanitaria: El impacto
en la atención a los pacientes» ha querido hacerse eco de la difícil situación
por la que atravesamos y de los problemas y dificultades que afectan a la
sociedad en general y al sistema sanitario en particular.
Nos ha correspondido
vivir en un tiempo en el que sin duda manejamos más dudas que certezas, una
época compleja y convulsa en todos los órdenes de la vida, cuyo origen y símbolo
inaugural tal vez pueda rastrearse en la caída del muro de Berlín, de la que también se
cumplen 25 años dentro de muy pocos días…
Sobre la crisis económica y sus consecuencias en el sector sanitario y en la salud, saben
ustedes que, –como vienen señalando y han destacado numerosos estudios e informes-, la gestión que se ha llevado a cabo en los últimos cinco años en Europa y en España
es “manifiestamente mejorable”, por así
decirlo, y ha producido notables cambios en el equilibrio del binomio
salud/enfermedad. (Véase también el libro: Crisis (esta crisis) y salud (nuestra salud) y las páginas Crisis financiera y salud en el portal de la OMS, y Crisis y Salud, en el portal de la EASP).
Desde hace mucho
tiempo es bien conocido que las condiciones sociales, la desigualdad y la
pobreza están relacionadas con la enfermedad y la muerte. Y en contra de la
errónea opinión de algún ilustre político sanitario, la salud no es un asunto
exclusivamente individual o privado, como si de cualquier otro producto
mercantil se tratara.
El Informe Foessa sobre exclusión y desarrollo social, presentado por Cáritas hace unos días demuestra que España
es hoy el segundo país europeo con mayores niveles de desigualdad y crecimiento
de la pobreza.
Los constantes recortes
de la sanidad pública, que algunos expertos calculan en más de un 17% desde
2009, están debilitando el Sistema Nacional de Salud. Un sistema sanitario y
una sanidad que era unánimemente reconocida y muy bien valorada. Una sanidad
que salva vidas cada día. Una sanidad que nos ha vacunado, que ha atendido los
partos en los que han nacido nuestros hijos e hijas, que ha controlado nuestra
glucemia o las cifras de colesterol de nuestros padres, que nos ha operado de
cataratas o ha reparado las fracturas que nos han ocurrido. Una sanidad que,
estoy seguro de ello, todos queremos que vuelva a ser lo que fue.
Es una obviedad
señalar a estas alturas que la asistencia sanitaria ha empeorado en los últimos
años. Una reciente encuesta de SEMERGEN a 600 profesionales revelaba que el 86%
de los médicos de Atención Primaria considera que en el último año se ha
deteriorado la calidad de los servicios. Más de la mitad de los encuestados
consideran que los usuarios de los servicios están siendo perjudicados y que
encuentran más dificultades de lo habitual para acceder a fármacos innovadores
o nuevos tratamientos.
El daño que se ha
hecho y se sigue haciendo a la sanidad es muy grave. Es un daño que afecta a la
atención sanitaria de los pacientes y a su bienestar y su salud. Afecta a los
derechos de los pacientes y también de los profesionales sanitarios.
No está de más
recordar que el escenario y el contexto de la crisis económica que nos asuela
ha propiciado y permitido que el pensamiento neoliberal más reaccionario (casi)
haya conseguido imponer sus tesis sobre una supuesta insostenibilidad e ineficiencia de los sistemas sanitarios públicos. Y ha
sido a partir de ese discurso cuando se inició una política que ha recortado
importantes derechos y deteriorado la calidad de la asistencia sanitaria
pública.
Como consecuencia de
las políticas de austeridad desarrolladas, entre 2009 y 2014 el gasto sanitario
en España y en toda la UE ha disminuido o se ha congelado, a pesar del
envejecimiento de la población, de las nuevas tecnologías, las nuevas
patologías y todas las causas que supuestamente impulsaban el crecimiento del
gasto de manera imparable. Es decir, el gasto sanitario público tiene más que
ver con la renta del país y con decisiones políticas acerca de las prioridades
del gasto.
En este sentido, para
el nivel de renta de nuestro país, superior a 20.000 €/persona, resulta bastante
razonable gastar alrededor de un 7.5% del PIB en sanidad pública, mientras que
el objetivo de recortes del actual gobierno de España es llegar solo a un 5.3%
del PIB en 2017 (ver pág. 41 de la Actualización del Programa de Estabilidad del Reino de España 2014-2017 remitido a Bruselas). De esta forma, si se cumplen los objetivos del Gobierno, en 2017 la
sanidad pública que se podrá pagar en España será mucho más reducida que la que
teníamos en 2009; en resumen: menos personal, peor retribuido, menos medios
técnicos, edificios con peor mantenimiento, menor tiempo de atención y peor
calidad asistencial.
Contribuir al
mantenimiento y a la salvaguarda del sistema sanitario es una tarea que nos
incumbe y corresponde a todos los agentes que intervienen y participan en el
mismo: trabajadores y empleados, directivos, empresas sanitarias e industria
farmacéutica, responsables políticos, usuarios y pacientes. Asociaciones
profesionales, instituciones y sociedades científicas como la propia SEAUS tampoco
son ajenas y han de ser corresponsables en el sostenimiento y la viabilidad de
un sistema basado en los valores de universalidad, equidad, solidaridad y
acceso a unos servicios de calidad. Con frecuencia –casi siempre- los servicios
de atención al usuario o al paciente son los primeros en recibir la demanda, la
queja o la petición de ayuda de las personas más débiles, los ciudadanos
enfermos que se encuentran en mayor situación de fragilidad o vulnerabilidad.
Acto de Clausura del XVII Congreso de la SEAUS. Barcelona, 7 de
noviembre
Quiero terminar, finalmente,
citando al Dr. Albert Jovell, fallecido justamente hace un año, una
persona que siempre estuvo cercana a la SEAUS, comprometido con la voz de los
pacientes y que, con una enorme lucidez, solía recordar que en algún momento a lo largo de nuestra vida
todos habremos sido, somos o seremos pacientes.»
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