Tras encabezar la lista de best sellers en
Reino Unido y en Estados Unidos, y ser reconocido en su momento como mejor
libro del año por los diarios Financial Times y The Economist, a comienzos de este 2016 que finaliza
se publicaba en español Ante todo no hagas daño, las apasionantes y conmovedoras
memorias del reconocido neurocirujano británico Henry Marsh, hoy ya jubilado tras una larga
y exitosa carrera en el NHS.
Se trata de una obra no sólo recomendable, sino de lectura
(prácticamente) obligada para estudiantes, profesionales y cualquier ciudadano
o ciudadana mínimamente interesado/a en los servicios sanitarios. En esta breve
antología he seleccionado -agrupados por temas-
algunos de los pasajes que considero más significativos.
Sobre la práctica profesional…
A lo largo de sus páginas, en veinticinco capítulos
cada uno de ellos con el nombre de diferentes enfermedades o tumores, narrado
en ocasiones con una notable crudeza, asistimos en primera persona a las
vivencias de un prestigioso profesional cuya trayectoria le ha hecho (mucho más)
consciente de las limitaciones del ejercicio médico, del desarrollo y de los
resultados de su propia especialidad, de la enorme responsabilidad y de los
riesgos que conllevan las intervenciones y la práctica clínica actual (el mismo
título del libro aludiendo a la no maleficencia,
principio clave de la bioética, es ya toda una declaración
de intenciones):
“…en el
término ‘complicaciones’ los médicos engloban todos los eufemismos posibles
para cosas que salen mal.”
“La
tecnología moderna no ha hecho sino reducir el riesgo hasta cierto punto.”
“Aun
así, pese a toda esa tecnología, la neurocirugía sigue siendo peligrosa” (…) A
menudo, incluso es mejor dejar que la enfermedad del paciente siga su curso
natural y no operar siquiera.”
“…nuestro
mayor éxito consiste en que los pacientes regresen a sus hogares y continúen
con sus vidas, y en que no necesiten volver a vernos jamás.”
A pesar de todo, los años de experiencia en
el campo de la neurocirugía le han llevado a considerar que muchas veces “la muerte no es siempre un mal resultado, y
una muerte rápida puede ser mejor que una lenta”.
“Uno
puede pensar que la operación ha sido un éxito porque el paciente sale con vida
del hospital, pero años después, cuando ves a esa persona –como me ha pasado
muchas veces-, comprendes que el resultado de la intervención fue un desastre
absoluto desde el punto de vista humano.”
“…ahora
estoy más dispuesto a aceptar que dejar morir a alguien puede ser una opción
mejor que operarlo cuando solo hay una posibilidad muy pequeña de que esa
persona pueda volver a valerse por sí misma.”
Con una buena dosis de humildad, (duramente) adquirida
a lo largo de una dilatada carrera, confiesa:
“A los médicos les gusta hablar de ‘el arte
y la ciencia de la medicina’. Es algo que a mí siempre me ha parecido bastante
presuntuoso, y prefiero considerar lo que hago (como) una forma de artesanía
práctica.”
“…lo
mejor era considerar la medicina como un oficio, no como un arte o una ciencia,
una opinión con la que llegué a estar de acuerdo al cabo de los años.”
Haciendo gala de un saludable escepticismo,
que tal vez pueda sorprender a algún profano, el cirujano reconoce también la
influencia de la suerte y del azar en su trabajo:
“Gran
parte de lo que ocurre en los hospitales es cuestión de suerte, y la suerte puede ser buena o mala. El médico pocas veces
tiene control alguno sobre el éxito y el fracaso. Saber cuando no hay que operar
es tan importante como saber operar, y la experiencia en lo primero es más
difícil de adquirir.”
“…a
medida que adquiero más y más experiencia, me doy cuenta de que la suerte es cada vez más importante.”
“…reflexioné,
una vez más, sobre cómo muchas de las cosas que nos ocurren en la vida las
determina el más puro azar.”
“Como
con cualquier cirugía, la cuestión consiste en un equilibrio de riesgos,
tecnología sofisticada, experiencia y destreza… y un poco de suerte.”
“…era
una decisión difícil, y todo se basaba en la incertidumbre y en la suerte.”
Muy a menudo el ejercicio profesional
requiere “encontrar el equilibrio que se
requiere (…) entre el necesario distanciamiento y la compasión, entre la esperanza y
el realismo.”
Sobre la condición de los pacientes…
“…hubo
unos cuantos profesores en el hospital sin cuya influencia jamás me habría
convertido en cirujano. Su amabilidad con los pacientes era una inspiración para mí, tanto o más que su destreza
técnica.”
Con una notable capacidad de observación, no
exenta de cierto humor negro, Henry Marsh explica: “Todos los días, a las ocho en punto, en la sala de radiodiagnóstico,
oscura y sin ventanas, gritamos, discutimos y reímos mientras examinamos los
escáneres cerebrales de nuestros pobres pacientes
y hacemos bromas macabras a su costa.”
“Me
molesta tener que disculparme por algo que no es culpa mía, pero no se puede
despachar sin más a un paciente sin
que alguien le dé una explicación.”
“En
principio lo de “consentimiento informado” suena muy sencillo: el
cirujano explica las ventajas y los factores de riesgo en juego, y un paciente sereno y razonable decide qué
quiere hacer, como si fuera al supermercado y eligiera entre la amplia selección
de cepillos de dientes a la venta. La realidad es muy diferente. Los pacientes experimentan temor y se ven
sumidos en un mar de dudas. ¿Cómo van a saber si el cirujano es competente o
no? Su respuesta ante esta situación suele ser siempre la misma: tratarán de
sobreponerse al miedo atribuyéndole al médico habilidades sobrenaturales.”
“…le
tendió el formulario [el
documento de consentimiento informado] al
paciente –un documento que se ha
vuelto tan complicado de un tiempo a esta parte que hasta incluye un índice (sic)
en la portada-, le ofreció un bolígrafo y el hombre garabateó rápidamente su
firma sin siquiera mirarlo.”
“Los pacientes angustiados y furiosos son
una carga que todo médico debe sobrellevar, pero haber sido uno de ellos fue
una parte importante de mi formación como cirujano.”
“¿Qué
haría usted si se tratara de su madre?” Esa, por supuesto, es la pregunta
que todos los pacientes debería
hacer a sus médicos, pero se muestran reacios a plantearla porque sugiere que
un médico podría decidir en su caso algo distinto de los que recomendaría a su
paciente.”
“Los pacientes externos esperan en una sala
grande y sin ventanas en la planta baja. Suele haber muchos, sentados en
hileras en obediente silencio, porque en el nuevo departamento centralizado de
Externos hay muchas consultas funcionando al mismo tiempo. El sitio tiene todo
el encanto de una oficina del paro, aunque con el detalle añadido de un
portarrevistas con folletos sobre cómo vivir con párkinson, prostatismo,
síndrome del colon irritable, miastenia gravis, bolsas de colostomía y otras
afecciones desagradables. También hay dos grandes cuadros abstractos, uno en
morado y otro en verde lima que hizo colgar en las paredes la responsable de
arte y decoración del hospital (sic).”
“(…) todavía
no se han convertido en pacientes
hospitalizados, esos que tienen que someterse a unos rituales que les
despersonalizan, consistentes en que los ingresen, los etiqueten como pájaros o
criminales cautivos y los metan en la cama como si fueran críos, con esas batas
de hospital.”
Sobre la empatía (o su ausencia)…
“… los
médicos no sufren lo suficiente.”
“Qué
fácil resulta compadecerse de otras personas si no eres responsable de lo que
les ocurre”
“…temí
estar empezando a desarrollar esa actividad un tanto alienada e
institucionalizada que exhiben muchos de los miembros del personal de los
hospitales modernos.”
“Cuando
estamos enfermos, el sufrimiento es sólo nuestro y de nuestras familias, pero
para los médicos que se ocupan de nosotros se trata solo de una más entre otras
muchas historias similares.”
“…poco
a poco me fui endureciendo, de ese modo tan peculiar en que deben hacerlo los
médicos, y llegué a considerar a los pacientes como una raza completamente
distinta a la de los profesionales de la medicina como yo, importantísimos e
invulnerables. Ahora que me acerco al final de mi carrera, esa distancia ha
empezado a desdibujarse. Tengo menos miedo al fracaso: he llegado a aceptarlo y
a sentirme menos amenazado por él, y confío en haber aprendido algo de los
errores cometidos en el pasado, de modo que puedo arriesgarme a ser un poco
menos objetivo. Además, cuanto mayor me hago, menos capaz me siento de negar que
estoy hecho de la misma carne y de la misma sangre que mis pacientes, y que soy
igual de vulnerable que ellos. Así que ahora puedo volver a sentir lástima por
ellos, una lástima más profunda que la que sentí en el pasado, cuando empezaba.
Sé que también yo, tarde o temprano, acabaré postrado en una cama en una
abarrotada sala de hospital, temiendo por mi vida, como hoy lo hacen ellos.”
“…el
valor de mi trabajo como médico sólo podría medirse a partir del valor de las
vidas de los demás.”
Sobre la comunicación de malas noticias…
El doctor Henry Marsh insiste en la importancia
de transmitir seguridad y confianza a la hora de explicar a los pacientes los
riesgos potenciales de cualquier intervención o procedimiento:
“Es
posible que la angustia sea contagiosa, pero la confianza también lo es”.
“…intentar
encontrar un equilibrio entre la esperanza
y la realidad.”
“Me
senté en la cama e hice cuanto pude por explicar qué tratamiento iba a hacer
falta. Traté de darles ciertas esperanzas,
pero no podía fingir y decirle que iba a curarse. En ese tipo de conversaciones
tan terribles, en particular si las malas noticias se dan así, tan de repente,
todos los médicos saben que los pacientes solo asimilan una pequeña parte de lo
que les dicen.”
“Los
cirujanos deben decir la verdad, pero rara vez, o nunca, han de negarle toda esperanza al paciente. Puede resultar
muy difícil encontrar el equilibrio entre el optimismo y el realismo.” (…)
Además, la mayor parte de los pacientes y sus familias buscarán información
sobre sus enfermedades en internet, de modo que las mentiras piadosas del
pasado hoy ya no se las cree nadie.”
“La
vida sin esperanza es tremendamente
difícil, pero con cuánta facilidad consigue la esperanza, en definitiva,
volvernos necios a todos.”
“He
pasado mucho tiempo hablando con gente cuya vida llegaba a su fin, y he
concluido que las personas sanas –entre las que me incluyo yo mismo- no
comprenden hasta qué punto cambia todo una vez que te han diagnosticado una
enfermedad mortal. Cómo se aferra uno a la esperanza,
por vana y pequeña que sea, y cuan reacios se muestran casi todos los médicos a
privar a los pacientes de ese frágil rayo de luz en medio de tanta oscuridad.”
Sobre las enseñanzas de convertirse en paciente…
“Cuando
los propios médicos caen enfermos (…) les cuesta lo suyo salir de la relación
médico-paciente para convertirse ellos mismos en lo segundo.”
“…la
pérdida de privacidad y dignidad a la que se ven sometidos casi todos los
pacientes del sistema sanitario público. (…) [Lo cierto es que] esas cosas tampoco preocupan mucho a la
mayoría de los médicos, hasta que se convierten en pacientes y
comprenden que, en los hospitales públicos, rara vez reina la paz y el
silencio, y que difícilmente se consigue descansar o dormir bien.”
“Media
hora más tarde, ataviado con una de esas batas absurdas –que por alguna extraña
razón se abrochan por detrás en lugar de por delante y suelen dejar las nalgas
expuestas-, y con unas bragas de papel, unas medias tromboembólicas blancas y
unas zapatillas muy gastadas, fui escoltado hasta el quirófano por una
enfermera.”
“Llevaba
puesta una de esas batas de hospital tan poco dignas que apenas cubren las
nalgas…”
“Una
ventaja fundamental de ser médico es que puedes obtener ayuda sanitaria
inmediata de tus amigos, ahorrándote el suplicio por el que pasan nuestros
pacientes: hacer cola en un departamento de Urgencias, en el consultorio del
médico de cabecera o, peor incluso, tratar de dar caza a un médico de familia
fuera de sus horas de sus horas de consulta.”
“Los
médicos se tratan unos a otros con una compasión un tanto adusta. Porque las normas
generales de distanciamiento profesional y superioridad se ven transgredidas, y
la dolorosa verdad no puede disimularse.”
“Cuando
los médicos se convierten en pacientes saben que los colegas que los tratan no
son infalibles, y si la enfermedad es mortal no pueden hacerse ilusiones sobre
lo que les espera. Son perfectamente conscientes de que las cosas malas
suceden, y de que los milagros nunca se producen.”
(Continuará…)