«Sigue con tu canto, y no te metas en
contrapuntos, que se suelen quebrar de sutiles.»
«Llaneza, muchacho, no te encumbres, que
toda afectación es mala.»
Don Quijote de la Mancha. 2ª parte, Cap.XXVI
[En mi (ya larga y dilatada) experiencia profesional no he
tenido nunca la ocasión de asistir a ningún pentecostés laico para recibir la
sabiduría del Paráclito en forma de lenguas de fuego o algo parecido. Por
tanto, un saludo a santos y gilipollas por igual, tanto los unos
como los otros animan el proceso de aprendizaje…]
En un reciente post de su -por otra parte muy recomendable
blog- Médico crítico, sostiene @javierpadillab que existe una cierta burbuja inflacionista del discurso en
torno a la humanización de la asistencia
sanitaria y señala algunos de los problemas que, a su juicio, se presentan
ante la proliferación de iniciativas relacionadas con este tema:
-
La
humanización como la cortina de humo delante de los recortes de los servicios
públicos.
-
La
humanización como visión institucional de la psicología positiva
-
La
humanización como enmienda a la totalidad de los funcionamientos previos.
Sobre el primer aserto afirma que la implantación de planes
de humanización de la asistencia sanitaria son prácticamente incompatibles con
la política de recortes llevada a cabo en el sistema sanitario a partir de
2009, que ha conducido a la precarización de los profesionales sanitarios, la
disminución de los presupuestos para los servicios de salud y el empeoramiento
de la coordinación inter-niveles. Al mismo tiempo, denuncia que sean las mismas
personas que efectúan dichos recortes quienes encabecen o promuevan ahora estas
iniciativas.
Con respecto al segundo aspecto, señala lo improcedente que
resulta esta hipertrofia de la
humanización -que revelaría una especie de ceguera selectiva- para hacer
frente al deterioro producido por las causas antes señaladas, comparando estas
iniciativas con la expansión de la psicología positiva y, suponemos, el auge del
buenismo y de los manuales de
autoayuda…
Finalmente, critica el hecho de que se pongan en marcha
estas medidas ahora, preguntándose por
qué antes no fueron una prioridad, o si ello no supone una cierta búsqueda de autoculpabilización
por parte de los profesionales que no respondan o actúen de una forma humana o intenten justificar no hacerlo
en función de las carencias estructurales existentes, es decir, de la falta de
recursos, los recortes presupuestarios, el deterioro de las condiciones de trabajo,
etc.
Aún aplaudiendo y celebrando la tirita post-post que
incluye, el post de @javierpadillab dirige y limita su mirada exclusivamente al
sistema sanitario público en España, ignorando u olvidando que, más allá de los
arbitrarios e injustificables recortes domésticos y de la inicua austeridad
impuesta por unas determinadas políticas gubernamentales que afectan a los
servicios públicos, el problema de la humanización/deshumanización de la
asistencia sanitaria no es un asunto coyuntural o exclusivo de estas latitudes.
Un artículo publicado hace ya unos años (The humanization of healthcare: A value framework for qualitative research. International
Journal of Qualitative Studies on Health and Well-being. 2009; 4: 68-77) establecía un marco de estudio con una serie de dimensiones para evaluar el
grado del continuum humanización/deshumanización
de los cuidados en cada una de esas dimensiones:
Como se ve, la ‘cosificación’ o despersonalización, la pasividad,
la homogeneización, el aislamiento, la pérdida de sentido y de la experiencia o
del viaje personal (como paciente), la
sensación de deslocalización y una perspectiva reduccionista de lo orgánico y
corporal, serían las (principales) dimensiones a tener en cuenta para valorar
en qué medida se está prestando una asistencia ‘humanizada’. Estos serían también algunos de los perniciosos efectos
de lo que ha dado en llamarse deshumanización
de/en la asistencia sanitaria, que se ha venido atribuyendo a la enorme tecnificación
de la medicina moderna, a la elevada presión asistencial, a la masificación o a
la falta de tiempo para poder prestar una atención adecuada.
¿A qué llamamos humanización
de la asistencia sanitaria?
La historia viene de lejos. Lo primero en este punto, para
hablar de humanización, y como diría Oliver Sacks, deberíamos empezar por dar relieve a la persona que hay debajo de los síntomas, es decir, el cometido final de la medicina, que no es otro que «el sujeto humano que sufre y lucha». Como explicaba muy bien en uno de sus libros más conocidos, (El hombre que confundió a su mujer con un sombrero,
publicado en 1985):
“En el historial clínico riguroso no hay sujeto; los
historiales clínicos modernos aluden al sujeto con una frase rápida (‘hembra
albina trisómica de 21’) que podría aplicarse por igual a una rata que a un ser
humano. Para situar de nuevo en el centro al sujeto (el ser humano que se
aflige, lucha y padece) hemos de profundizar en un historial clínico hasta
hacerlo narración o cuento; sólo así tenemos un ‘quien’ además de un ‘qué’, un
individuo real, un paciente, en relación con la enfermedad”
Desde nuestro punto de vista, la humanización pasa por
mejorar las relaciones clínico-asistenciales, la comunicación entre
profesionales y pacientes (o mejor, personas enfermas), la necesidad de
incrementar la empatía y, sobre todo y fundamentalmente, proporcionar un trato
digno a quienes son atendidos en los servicios sanitarios. La dignidad se refiere al mérito y al
valor inherente a/de una persona y está estrechamente vinculada con el respeto,
el reconocimiento, la autoestima y la autonomía personal. Supone, ante todo, el
derecho de todas las personas, como individuos y como parte de sus comunidades,
a ser tratadas con justicia (equidad),
amor, compasión y respeto…
El respeto de/por la dignidad de los pacientes y su consideración como personas en su totalidad, [y no como una (simple) agregación de órganos, funciones y procesos], resulta fundamental en la asistencia sanitaria moderna y ha venido siendo objeto de atención en otros lugares (véase por ejemplo: Respect for patients' dignity in primary health care: a critical appraisal. Scand J Prim Health Care. 2002
Jun;20(2):88-91).
Una cuestión de ética, dignidad y valores
En última instancia por tanto, la humanización es -tanto en
el fondo como en la forma- una cuestión
ética, que tiene que ver sobre todo con los valores y con la búsqueda del
bien de la persona a la que se atiende (beneficencia).
Humanizar las relaciones clínico-asistenciales consiste en utilizar la técnica
para hacer frente a las adversidades de la vida, impregnándolas de los valores
y actitudes genuinamente humanos, es decir, acordes con la dignidad humana. No es casual que una parte importante del Plan de Humanización de la
Asistencia sanitaria en Castilla-La Mancha se haya denominado “Plan Dignifica”,
aludiendo a la formulación del imperativo categórico kantiano:
«Obra de tal modo que trates a la humanidad, tanto en
tu persona como en la persona de cualquier otro, no como un mero medio, sino siempre
y al mismo tiempo como un fin en sí mismos.»
Poder vivir -y morir- con dignidad emana del respeto a los derechos fundamentales de todo ser humano y tiene que ver por tanto con todos los aspectos de la vida diaria, incluyendo la privacidad, la autonomía y la autoestima (ver a este respecto: Respecting dignity). Aunque puede ser difícil de definir, la gente nota (sabe) cuando no ha sido tratada con dignidad y respeto. La dignidad tiene que ver tanto con procesos y sistemas como con los comportamientos interpersonales. En este sentido, los profesionales tienen que comprometerse en la búsqueda de sus propias actitudes hacia los pacientes, su propia vulnerabilidad, sus propios temores y todo lo que conforma su forma de cuidar y atender. (Dignity in Care: Time to Take Action. J Pain Symptom Manage. 2013 Nov;46(5):756-9)
Algunos ejemplos de personas que sintieron que su dignidad no fue respetada serían:
- Tener la sensación de estar desatendidos/as o de ser ignorados/as al recibir cuidados.
- Cuando se les hace sentir inútiles o que son una molestia
- Cuando son tratados/as más como un objeto que como una persona
- Cuando sienten que su intimidad no se respeta durante el aseo o los cuidados íntimos, por ejemplo, -en el hospital- obligarles a usar una silla o cuña para orinar, en lugar de facilitarles un andador o una silla de ruedas y prestarle ayuda para ir al baño.
- Cuando perciben una actitud poco respetuosa del personal al dirigirse a ellos/as de una manera poco amable, por ejemplo, al llamarle con un nombre excesivamente familiar o con diminutivos supuestamente cariñosos.
- Cuando tienen que usar baberos para bebés, en vez de una servilleta y recibir ayuda para comer.
- Tener que comer con los dedos en lugar de tener ayuda para comer con cubiertos.
- Ser tratados/as de manera apresurada y no sentirse escuchados/as.
Sin embargo, incluso una atención sanitaria que se centre (exclusivamente) en la dignidad puede resultar paternalista e indigna. Por tanto, la dignidad es un concepto que constituye un reto básico en la asistencia sanitaria, pero que puede ser ‘peligrosa’ si no se respetan sus limitaciones.
(Continuará)…
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