Enrique Jorge Enríquez. Retrato
del perfecto médico. Salamanca. Juan y Andrés Renaut, 1595
En
su Historia General de la Medicina
Española (Ed. Universidad de Salamanca, 1980), el profesor Luis Sánchez Granjel explica que los médicos renacentistas tuvieron siempre una conciencia clara de
la importancia de los conocimientos que poseían y en los que apoyaban su
cometido profesional. Buena parte de ellos tuvieron una firme convicción sobre
la alta dignidad del saber y la profesión que era su oficio...
Son
numerosas, en este sentido, las alabanzas de la Medicina que realizaron en sus
escritos los médicos españoles del siglo XVI, comparándola con los fundamentos
de otras profesiones liberales. Esta dignidad de la Medicina justifica el
detalle con el que se definieron las cualidades morales y los conocimientos que
debía poseer el médico.
Las excelencias de la Medicina, ligando siempre su mención a una
enumeración de preceptos de ética profesional fueron expuestas por
varios autores de la época. Sobresale entre otros Enrique Jorge Enríquez, (c.1530 -
¿?) médico de origen portugués, que estudió en Coimbra y Salamanca, fue médico del duque de Alba y desarrolló su labor docente en estas
dos universidades. Enríquez es autor de dos obras, ambas impresas en Salamanca,
un tratado de dietética e higiene: «De regimine cibi
atque potu et de caeterarum rerum no naturalium usu nova enarratio»
(1594), y un auténtico tratado de ética profesional editado en 1595, pero que
consta estaba ya escrito en 1582: «Retrato del perfecto médico».
Se
trata de una obra redactada con dos finalidades: la primera, para defender a
los médicos con estudios universitarios de la competencia de cirujanos,
parteras, curanderos, etc.; y la segunda, para proponer a estos médicos una serie
de normas intelectuales, morales, religiosas y de comportamiento, encaminadas a
conservar y acrecentar la buena fama. La lectura de los clásicos, la práctica
de las virtudes estoico-cristianas y la moderación son los principios que
dirigen su discurso. Confluyen en la obra la necesidad de una literatura
técnica que mostrase tanto los saberes y conocimientos, como el comportamiento del médico ante los
cambios que la ciencia médica experimentaba en aquellos momentos.
Denuncia
el autor a los que «son médicos sólo en
el vestido», a quienes «más lo
quieren parecer, que serlo», y a esta falsa realidad de apariencias, que
rechaza, contrapone el ideal del ‘perfecto médico’. Las cualidades que, en su
opinión, debe poseer el médico para merecer el calificativo de perfecto, pueden
agruparse en tres categorías. Las primeras se refieren a su condición humana y
a los principios que deben regir su comportamiento social; en segundo lugar se
refiere a las prendas personales que el médico debe tener y vestir, (a este
respecto le recrimina y advierte por el uso «de
muy costosos y superfluos ornamentos, porque cierto es muy gran locura todo su
caudal echarlo en paños y sedas»; por último, alude a cualidades que tienen
relación con el modo de cumplir el médico el quehacer profesional…
Sentencia
Jorge Enríquez:
«El Médico ha de ser temeroso del Señor y muy humilde, y no
soberbio, vanaglorioso, y que sea caritativo con los pobres, manso, benigno,
afable y no vengativo. Que guarde el secreto, que no sea lenguaraz, ni
murmurador, ni lisonjero, ni envidioso. Que sea prudente, templado, que no sea
demasiado osado… Que sea continente, y dado a la honestidad, y recogido; que
sea el Médico dado a las letras y curioso; que trabaje en su arte y que huya de
la ociosidad. Que
sea el Médico muy leído y que sepa dar razón de todo.»
Y añade: «ande
con el cabello y barba bien compuesta»; vigile su aseo; en las diversiones
sea precavido; guarde en el vivir cotidiano la compostura que la nobleza de su
profesión exige. Debe sentir el médico amor al saber y disponer de las condiciones
intelectuales para poder saciar aquel afán; «no
basta que sea de suyo dado a la sabiduría, sino [que] es muy necesario que
tenga el ingenio que ella pide». La formación a partir de los libros la adquirirá en los años de
formación universitaria; a esta educación doctrinal, erudita, ha de sumar una conveniente
experiencia en la práctica; «después [que]
el médico tenga alcanzado los teoremas y proposiciones universales se ejercite en
los particulares ejemplos, porque no puede ser que salga perfecto sin el
ejercicio. La razón y experiencia son los pies con los que anda la medicina». A través de esta imagen del buen médico,
el autor transmite y explica el modo de entablar y sostener la relación
profesional con el enfermo y las obligaciones de toda índole que con él contrae.
Al final, resume su criterio en la siguiente frase:
(...) «abrácese
nuestro médico con el conocimiento de sí mismo, y viva de tal manera como si
cada hora se hubiera de morir».
En realidad, desde el punto
de vista del profesionalismo,
aunque hayan transcurrido más de cuatro siglos, y a pesar de los enormes cambios
ocurridos en el ejercicio y en la práctica médica, existen una serie de valores
y principios cuyo núcleo fundamental puede rastrearse en esas líneas y que sin
duda se mantiene inalterable. La base fundamental del
profesionalismo médico es la obligación de atender al paciente, procurar su
recuperación y bienestar y evitar los posibles daños derivados de la asistencia. Los
pacientes esperan que los médicos sean técnicamente competentes, francos o
abiertos, y honestos o veraces, y que muestren respeto en el trato personal.
Estas cualidades constituyen la base del contrato social que otorga autoridad
moral al médico, haciéndole acreedor y determinando la confianza de los
pacientes en particular y de la sociedad en general.
Los principios y valores que
constituyen o representan el mínimo común denominador de la práctica médica y
del desempeño profesional -en cualquier época-, suponen hoy que todo médico (digamos que cualquier sanitario) tiene(n) una serie de obligaciones y una responsabilidad individual con respecto al
ejercicio de su profesión y al mantenimiento de esos valores, (búsqueda de la
mejora continua, eficiencia, equidad…) pero también una responsabilidad colectiva, debiendo
participar en la (auto)regulación de la profesión y en el mantenimiento de la (buena) imagen de la misma.
Interesante cita histórica que nos lleva a volver a reivindicar una formación médica que incluya entrenamiento para la empatia con las personas y su contexto social, a la vez que una práctica alejada de los privilegios corporativos y consciente de como está determinada por su inserción institucional (recordemos que en nuestro entorno, no es una práctica liberal privada como en el siglo XVI, sino en un sistema que pretende ser público y universal que busca la equidad en Salud).
ResponderEliminarGracias Rodrigo x compartir
Javier Segura
Hola, Javier.
EliminarEn efecto, debiéramos ser capaces de volver a enarbolar la autoridad protectora de los clásicos, aquello a lo que aspiraba el canon griego: aunar lo bello, lo bueno y lo justo, concebidos como la misma cosa de una práctica profesional excelente...
Gracias por tu amable comentario.
Satisface comprobar como casi todo lo realmente importante ha sido manifestado con anterioridad. Somos "profesionales" porque "profesamos" un determinado código de valores éticos. Antes fue así y así debe seguir siendo. Muy interesante reseña del amigo Rodrigo Gutiérrez.
ResponderEliminarEstimado Rafael: Como dijo el propio Sir Isaac Newton, "Caminamos a hombros de gigantes", y no hay más que mirar hacia los clásicos para comprobar que siguen siendo un modelo a imitar y seguir en muchos aspectos, desde luego en el de la profesionalidad.
EliminarGracias por pasarte por aquí...
Entiendo la intención de aquel documento de la época, pero ante la duda de si "perfecto" era entonces lo mismo que ahora, ya que antes la etimología de las palabras tenía más peso en las mismas, me he ido a buscar las raíces. Me quedo con ese acercamiento a la EXCELENCIA que denota la perfección pues, de otro modo, se me queda en un término un poco pretencioso (es percepción mía, claro). Lo de la buena imagen, hoy tan deteriorada ante tanto descrédito, fruto en buena parte de nuestro propio descontrol, algo sobre lo que reflexionar y actuar. Seguiremos encontrando aspectos nuevos en el camino a esa excelencia del que tan buenas pinceladas da el tratado que has traído a colación. Saludos.
ResponderEliminarEstimada Rosa:
EliminarSiempre tan atinada y precisa en tus comentarios... Indudablemente, el sentido del término "perfecto" del libro sugiere y remite a un estado deseable, a un camino y a la búsqueda de la excelencia que hoy nos resulta más familiar. En todo caso, como bien dices, materia para la reflexión, el debate y la acción.
Gracias y saludos.