«Cuanto más se vacía de existencias la almoneda de
esta gran liquidación más tardan en venderse aquellas últimas, desportilladas
baratijas, casi invisibles en la sombra polvorienta de lo más hondo de los
anaqueles.»
(Figura de esperanza) Rafael Sánchez Ferlosio
Campo de retamas
El desempeño de un cargo(a) institucional o político
conlleva con frecuencia la obligación, inexcusable en ocasiones, de asistir a
determinados y variopintos actos formales de toda clase y condición. Inauguraciones,
clausuras o intervenciones en eventos profesionales o protocolarios diversos,
no siempre tan divertidos o brillantes como inicialmente prometen, -todo hay
que decirlo-, sino más bien tediosos, por vulgares o repetitivos, largos en
exceso, repletos de autoridades de todo tipo que pronuncian discursos
inconvenientes o inapropiados, extravagantes personajes y gentes de variado
pelaje que –eso sí- añaden una nota de color y distracción al acto propiamente
dicho. En todo caso siempre instructivos en la medida en que contribuyen a que uno
entrene sus dotes de observación, desarrolle su empatía, ponga en práctica sus
habilidades sociales, su capacidad de comunicación y se dedique a contemplar el país, el paisaje y el paisanaje, como dijera don Miguel de Unamuno…
Sin embargo, coincidiendo precisamente con el Día Internacional de la Enfermería, el pasado 12 de mayo tuve la fortuna de participar en el Acto Académico de Graduación de
la 2ª Promoción de la Facultad de Medicina de Ciudad Real, que fue una de esas hermosas
excepciones que justifican y compensan con creces otras ocasiones menos
agradables.
Acompañadas de sus familiares y del profesorado de la
Facultad, cincuenta y cinco nuevas graduadas y graduados de Medicina terminaban
felizmente sus estudios y recibían sus becas en el Paraninfo de la Facultad de
Derecho y Ciencias Sociales de la Universidad de Castilla-La Mancha.
Personalmente, me resultó especialmente emotivo el momento
en que pronunciaron el Juramento hipocrático, con la fórmula actualizada que llevó a cabo la Asamblea General de la Asociación
Médica Mundial (Ginebra, 1948), revisada posteriormente en Sydney 1968:
· En el
momento de ser admitido/a entre los miembros de la profesión médica, me comprometo
solemnemente a consagrar mi vida al servicio de la humanidad.
·
Mostraré a
mis maestros/as el respeto, gratitud y reconocimiento que merecen.
·
Ejerceré
mi profesión con dignidad y conciencia; la salud y la vida de la persona
enferma serán mi principal preocupación.
· Respetaré
y guardaré los secretos que me hayan sido confiados, aun después de fallecido
mi paciente.
·
Mantendré
por todos los medios a mi alcance el honor y las nobles tradiciones de la
profesión médica; considerando como hermanos/as a mis colegas.
· No
permitiré que consideraciones de credo religioso, nacionalidad, raza, sexo,
orientación sexual, partido político o posición social se interpongan entre mis
deberes profesionales y mi paciente.
·
Tendré el
máximo respeto por la vida humana.
· No
admitiré, aun bajo amenaza, emplear mis conocimientos médicos para contravenir
los derechos humanos.
·
Hago este
juramento solemne y libremente, bajo mi palabra de honor.
Y, por supuesto, hubo también ocasión para unas (inusual y
agradecidamente breves) intervenciones de las autoridades presentes en el acto:
Delegado del Rector Decano de la Facultad, Directora General de Universidades,
Investigación e Innovación, y yo mismo, en representación de la Consejería de
Sanidad de Castilla-La Mancha.
Lógicamente mis breves palabras fueron de enhorabuena y de ánimo
a las nuevas graduadas y graduados para perseverar en su formación y
especialización, recordándoles de paso la puesta en práctica de algunos
principios:
«Como acaban de manifestar
en el Juramento hipocrático que han
pronunciado, recuerden siempre que están ustedes al servicio de las personas. »
«Tengan siempre
presentes cuáles son los fines de la
Medicina, tal y como fueron reformulados hace poco más de veinte años en el
Informe Hastings (1996):
- La prevención de las enfermedades y lesiones
y la promoción y conservación de la salud.
- El alivio del dolor y el sufrimiento
causados por las enfermedades.
- La atención y curación de los enfermos y los
cuidados a los incurables.
- La evitación de la muerte innecesariamente
prematura y sanitariamente evitable y la búsqueda de una muerte tranquila.»
«Analicen, evalúen y eviten
siempre aquellas técnicas y procedimientos que pudieran considerarse inapropiados,
(como anticipó ya en 1984 el profesor Bryan Jennett en un conocido artículo del
BMJ, refiriéndose a los cuidados intensivos: Inappropriate use of Intensive Care. BMJ,
289 (1984), pp. 1709-1711). Inapropiados significa ineficaces o inefectivos y, por lo tanto, innecesarios, es decir cuando el
objetivo deseado se pueda obtener con medios más sencillos; inútiles, porque el paciente esté en
una situación demasiado avanzada para responder al tratamiento; inseguros, porque sus complicaciones
sobrepasen el probable beneficio; inclementes,
porque la calidad de vida ofrecida no sea lo suficientemente buena como para
justificar la intervención; y, finalmente, si son insensatos, porque consuman recursos de otras actividades que
podrían ser más beneficiosas.»
«Procuren ser siempre profesionales
que pongan en práctica una medicina armónica, juiciosa, sensata, ponderada
y prudente, basándose en los principios de la bioética,
que sin duda conocen: Respeto a la autonomía, No-maleficencia, Beneficencia
y Justicia.»
«Les deseo toda la
suerte del mundo en su carrera profesional y aspiren no sólo a ser unos buenos
profesionales, sino también (y sobre todo) unos profesionales buenos.»
Y con el canto del himno Gaudeamus Igitur por la Coral de la Universidad, finalizó esta entrañable ceremonia que, a buen seguro, sus protagonistas principales recordarán
el resto de su vida...