«Leemos para entender, o para comenzar a entender. No podemos hacer más que leer. Leer casi tanto como respirar, es nuestra función esencial.»
Alberto Manguel
“El médico [vale
decir el/la profesional sanitario/a] debe poseer ante todo un conocimiento del hombre, pero no solamente de orden fisiológico,
anatómico y patológico. Debe conocerlo desde todas las dimensiones de su vida,
en sus debilidades, y en sus fuerzas, en su prudencia y en su locura. Sin
ninguna duda podemos sacar más provecho, en este dominio, de los libros de los
poetas, quienes, con una auténtica mirada vidente, penetran en las
profundidades de la naturaleza humana, que de los libros de antropología”
Luis Montiel (Alquimia del dolor.
Estudios sobre medicina y literatura. 2009)
“La medicina es una
profesión muy especial”, afirma J.M. Sánchez Ron en la reseña de una de las novelas que comentaremos... “Navega a través de aguas agitadas, aquellas en las que confluyen océanos que pueden estar relacionados, pero que también pueden ser muy diferentes, como son los de la ciencia, la técnica, la psicología (para tratar a los pacientes) o los negocios. Es, además, una profesión con la que todos terminamos, inevitablemente, relacionándonos.”
Precisamente por esa naturaleza poliédrica y multidimensional la Medicina ha sido (siempre) objeto de (especial) atención desde el ámbito de la literatura. Por ello, estamos convencidos de que la literatura es primordial en la formación de
médicas, enfermeras, fisioterapeutas y de cualquier otra especialidad o disciplina
sanitaria. Un buen amigo solía preguntar a los/as nuevos/as residentes que llegaban a
su hospital qué tipo de libros leían –además del consabido e inevitable estudio
de textos médicos-, en la (certera) creencia de que leer únicamente libros de
medicina no solo era poco aconsejable, sino también insuficiente: “Si lees solo libros de medicina acabarás
“embruteciendo”, les decía muy seriamente…
Las relaciones entre las humanidades y la práctica clínica,
así como en la educación y formación de los/as profesionales sanitarios/as, han
sido siempre objeto de especial interés y atención en el mundo anglosajón, algo
que (por desgracia) no puede decirse que haya tenido su reflejo por estas
latitudes.
En The Humanistic Clinician: Traversing the Science and Art of Health Care, un artículo publicado en 2010,
los autores señalan precisamente que las humanidades ofrecen un marco
idóneo para abordar los aspectos no
materiales de la enfermedad, ayudando a diferenciar ésta, como entidad física, de la experiencia (vivencia) más amplia (que rodea) la enfermedad. Las
humanidades honran el lugar de la
curación incluso en medio del proceso de una enfermedad incurable. Las
humanidades proporcionan un medio por el cual la historia de sufrimiento de
los/as pacientes, su significado, la vida vivida,
sus relaciones, lo sagrado o
significativo que sean, puede ser oída y valorada en el contexto clínico. Las
humanidades abarcan la totalidad de la experiencia humana: la vida interior o
espiritual, la expresión de esa experiencia en el arte, la literatura, la
historia o la canción, y el apoyo al/a la paciente en el contexto de la curación y
de unas relaciones compasivas con el personal clínico.
Las humanidades pueden definirse como "disciplinas académicas que estudian la
condición humana". Para caracterizar mejor este área de conocimiento
es útil contemplar al o a la "clínica humanista" como aquél/aquella
que incorpora una serie de rasgos óptimos a través de los cuales puede
expresarse una perspectiva de humanidad en su trabajo diario, ya sea en la
enseñanza, la investigación o en la atención clínica. En relación con el
propósito que nos ocupa, algunos de los rasgos que se sugieren son la compasión,
la empatía
y la competencia
narrativa. Esta última se encuentra en el corazón de la literatura: consiste
en ver la vida como una historia que se desarrolla. Para leer al paciente como una historia que se desarrolla y el increíble
regalo de ser invitados/as a facilitar, si es necesario, cualquier "narración",
y también vernos a nosotros/as mismos/as como historias evolutivas que tienen el potencial de ser transformadas
por las relaciones con nuestros/as pacientes. Las historias de vida pueden ser
descritas tanto por la ciencia como por las humanidades. Ambas disciplinas nos
permiten encontrar el significado y el propósito definitivos en la vida. Y si
el significado es creado o descubierto, ello es sin duda la esencia
de la celebración más exuberante de la vida…
En Estados
Unidos el primer programa de literatura en una facultad de Medicina se inició
en la Pennsylvania State University
College, en Hershey, cuando Joanne Trautmann comenzó a impartirlo en 1972.
Desde entonces, esta materia está presente en los planes
de estudio de aproximadamente dos tercios de las facultades de Medicina de
Estados Unidos con el objetivo de enriquecer los curricula médicos, (centrados sobre todo en la transmisión ‘neutra’
de los hechos científicos con un enfoque meramente biologicista), incorporando
además la enseñanza de aspectos relativos a las humanidades.
Baste apuntar
aquí la existencia de una prestigiosa revista especializada (Literature and Medicine), publicada por Johns Hopkins University Press de forma ininterrumpida desde hace 35 años (1982), destacando siempre la importancia de la literatura dentro de las humanidades médicas. A ella se refería un artículo publicado en The
Lancet con el significativo título: Why literature and medicine? (The Lancet. Vol 348. July 13, 1996).
En todo caso, y como han señalado en este sentido algunos destacados autores en
esta materia (v. Charon R, Trautmann Banks J. et al. Literature and Medicine: Contributions to Clinical Practice), el campo de la literatura y la medicina aporta métodos y textos que ayudan a
los profesionales a desarrollar habilidades en las dimensiones ‘humanas’ de la
práctica clínica. Pueden señalarse al menos cinco amplios objetivos que
justifican el estudio de la literatura en la educación profesional:
1) la revisión literaria de la enfermedad puede enseñar a los/as
profesionales lecciones concretas y poderosas sobre la vida de la persona
enfermas.
2) las grandes obras de ficción sobre Medicina permiten a
los/as profesionales reconocer el poder y las implicaciones de su trabajo.
3) a través del estudio de la narrativa los/as profesionales
pueden entender mejor la historia personal y de enfermedad de los/as pacientes
y su propio interés personal en la práctica clínica.
4) los estudios literarios contribuyen a mejorar la
experiencia de los/as profesionales en la ética
narrativa.
5) la teoría literaria ofrece nuevos enfoques sobre el
trabajo y la perspectiva de género en Medicina.
La siguiente tabla recoge algunos ejemplos sobre cuáles podrían
ser los objetivos generales de un curso de literatura y medicina:
Fuente: Josep E. Baños. El valor de la literatura en la formación de los estudiantes de Medicina.
Los grandes temas generales que pueden abordarse y en los
que se incardinan las diferentes lecturas propuestas serían, entre otros:
Las repercusiones psicológicas de la enfermedad. Se trata de
obras que reflejan cómo la enfermedad afecta a la vida de quienes la sufren,
especialmente cuando es irreversible o mortal.
La enfermedad en primera persona. Se incluyen
aquí obras que narran las vivencias generadas por la enfermedad que sufren o han
sufrido los/as autores/as. Algunas de ellas ofrecen una visión de primera mano
de cómo la viven los/as afectados/as, y su opinión sobre médicos/as y
profesionales sanitarios/as.
Los aspectos sociológicos de la enfermedad. La
sociedad está formada por seres humanos y es indudable que la enfermedad, como
afección personal, conlleva con frecuencia repercusiones en ambas direcciones.
Por un lado, la afección de los/as pacientes influye en la conducta de las
sociedades en que viven, pero el rechazo o la aceptación de éstas también modula
la vivencia personal de la enfermedad.
La medicina como profesión: la relación
médico/a-paciente. Las dificultades del ejercicio de la medicina, las
diferencias entre medicina hospitalaria y extrahospitalaria, así como los
conflictos entre médicos/as y pacientes, se plantean claramente en numerosas
obras.
Los límites de la investigación médica. Dada
la extensa actividad investigadora en hospitales y otros centros sanitarios, es
importante reflexionar sobre su significado y cómo debe existir un compromiso
entre el respeto a las personas enfermas y el progreso de la medicina. Algunos
libros reflejan también las tentaciones de fraude y corrupción que pueden
aparecer en el campo de la investigación.
En un pequeño librito publicado hace ya algún tiempo (Medicina basada en el humanismo. Fundación Málaga, 2005), mi estimado Joseantonio Trujillo @Joseatrujillo proponía desarrollar lo que denominaba “Programa Humanitas”, cuyo objetivo
fundamental era “contribuir a la
formación humanista del profesional sanitario, que por motivos obvios debe
enfrentarse tan a menudo con el dolor y el sufrimiento humanos”. Utilizando
la literatura como disciplina humanista pretende “suscitar el interés del lector por la belleza, la verdad, la justicia,
el bien, la felicidad, la alegría, el amor, el dolor, el sufrimiento, la
comprensión, la compasión y la solidaridad” (nada menos…). El programa
comprendía la lectura de una serie de libros que, a su juicio, deberían suponer
“un paso básico y obligado para cualquier
profesional sanitario que entienda su profesión como una vocación de la que no
puede sustraerse”.
El listado de veinte títulos propuesto deja pocas dudas: se
trata de obras necesarias (más aún, imprescindibles), para una adecuada y cabal
comprensión del dolor, la vulnerabilidad y la incertidumbre que acompañan a la
persona enferma en ese itinerario de incertidumbre que con frecuencia es el
proceso de enfermar y la búsqueda de atención sanitaria:
Francisco
Umbral: “Mortal y Rosa”
|
Maxence
V.der Meesch: “Cuerpos y almas”
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Sandor Marai: “La
hermana”
|
Amélie
Nothomb: “Biografía del hambre”
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C.S.Lewis: “El
problema del dolor”
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Oliver Sacks: “Un
antropólogo en Marte”
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Thomas Mann: “La
montaña mágica”
|
Vasili
Grossman: “Todo fluye”
|
Albert Camus: “La peste”
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Alberto
Barrera Tyszka: “La enfermedad”
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Lev Tolstoi: “La muerte
de Ivan Ilich”
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Irene
Nemirovsky: “El maestro de almas”
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Anton Chéjov: “El
pabellón número 6”
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J.A.Vallejo
Nájera: “Locos egregios”
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Robert L.
Stevenson: “El Dr.Jekyll y Mr.Hyde”
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Víctor E.
Frankl: “El hombre en busca de sentido”
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Marguerite
Yourcenar: “Memorias de Adriano”
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Alexander
Jollien: El oficio de ser hombre”
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A.J.Cronin: “La
ciudadela”
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Elisabeth
Kübler-Ross: “Sobre la muerte y los moribundos”
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En un maravilloso libro titulado The Hall of Uselessness (hermosamente traducido como Breviario de saberes inútiles), y que
abarca los temas más diversos, el sinólogo, traductor, ensayista, novelista, crítico literario y profesor de
lengua y cultura chinas en Australia durante gran parte de su vida, Pierre
Ryckmans (Bruselas, 1935-Canberra, 2014), que publicaba sus obras bajo el
pseudónimo de Simon Leys, aseveraba de forma un tanto provocadora: “Entre
dos cirujanos igualmente competentes procure que le opere el que haya leído a
Chéjov”, con lo que de alguna manera quería señalar cómo la literatura puede contribuir a que estudiantes de medicina, enfermería, fisioterapia y otras disciplinas sanitarias, sean mejores profesionales.
(Continuará…)
No se si he dado con tu blog por casualidad o por causalidad pero me encanta porque tenemos muchos enfoques comunes y lo he empezado a recomendar a unos cuantos profesionales a los que yo suelo recomendar mucho la literatura y el cine para la práctica clínica diaria.
ResponderEliminarSoy MªÁNneles, Tu compañera del CEA.
Soy MªÁngeles. Disculpa porque la firma del nombre no se entendía en el comentario.
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