UTOPÍA
Una isla en la que todo se aclara.
Ahí se llega a la tierra firme de las pruebas.
Hay un solo camino, el de la llegada.
Los arbustos se pliegan bajo el peso de las
respuestas.
Ahí crece el árbol de la Hipótesis correcta
con las ramas perpetuamente desenredadas.
Y el árbol de la Comprensión, llamativamente recto,
junto al manantial de nombre Ah, Entonces Es Así.
Cuanto más espeso se hace el bosque, más se abre.
el Valle de la Obviedad.
Si surge una duda, la desvanece el viento.
El eco, sin que nadie se lo pida, toma la palabra.
Y con ganas aclara los misterios del mundo.
A la derecha, una cueva donde habita el sentido.
A la izquierda, el Lago de la Convicción Profunda.
La verdad se desprende del fondo y sale a la
superficie.
La Seguridad Irrevocable domina el Valle.
Desde su cima se contempla la Esencia de las Cosas.
A pesar de tantos atractivos la isla está desierta,
y las pequeñas huellas de pasos, visibles en la
orilla,
se dirigen todas, sin excepción, hacia el mar.
Como si solo de allí se saliera
para sumergirse irremediablemente en el abismo.
En una vida inconcebible.
de “El gran número” (1976), traducción de Elzbieta Bortklewic
Siguiendo
con el mapa de lecturas trazado en el blog, reseñamos en esta entrada dos libros
(también) imprescindibles o, como comentaba Rafael Argullol de una forma algo
más áspera: “…obligatorios para todos
aquellos médicos que no se conforman con ser únicamente especialistas o
curanderos”.
Sobre su autor, el médico polaco Andrzej Szczeklik (1938-2012) afirma su ilustre compatriota Adam Zagajewski, (Premio Princesa de Asturias de las Letras 2017): «Szczeklik lo sabe todo sobre el genoma y los últimos descubrimientos en el terreno
de la biología molecular, y posee un profundo conocimiento de la historia de la
medicina en la que conviven los destinos de genios y charlatanes, el robo de
cadáveres necesarios para los patólogos y los fabulosos estudios que han
conducido a distintas resoluciones de la ciencia.»
Andrzej Szczkeklik se graduó en 1961 en la Facultad de
Medicina de la Universidad Jagellónica (Collegium Medicum), en Cracovia, donde
posteriormente fue profesor y presidente del Departamento de Medicina. Completó
sus estudios en Estados Unidos y Suecia y realizó importantes investigaciones
en enfermedades cardiopulmonares, sobre el asma inducida por la aspirina y los
mediadores químicos en enfermedades del sistema circulatorio y respiratorio. A
lo largo de su vida publicó más de 600 artículos en revistas científicas y fue
premiado por The Lancet. Humanista,
músico, (se hizo famoso por sus improvisados conciertos al piano en el cabaret
literario Piwnica pod Baranamid de Cracovia), mecenas y amigo de artistas, dirigente del
sindicato Solidaridad, opositor al régimen comunista, católico y amigo personal
de Juan Pablo II…
Además de los textos y publicaciones de carácter (más) técnico, fue autor de dos libros de gran
éxito, muy bien recibidos por la crítica, que son los que aquí comentamos. Básicamente,
ambos libros proponen que sabemos más del alma humana desde la historia de la
literatura y el arte que desde los estudios médicos:
El primero es Catarsis. Sobre
el poder curativo de la naturaleza y del arte (2002 [castellano,
2010]), un libro que, como afirmaba la reseña del diario El País, sostiene que
la literatura es (puede ser) un arma para curar:
“...[una] joya exquisita donde se reflexiona y une medicina, naturaleza, literatura y arte. Y hasta pintura y música y magia. «Hay una estrecha relación entre el estado psíquico del paciente y la enfermedad, pero desconocemos cuál. Por eso, del alma humana sabemos más desde la historia de la literatura que desde los estudios médicos», expone para justificar su inmensa erudición. La que le lleva a escribir: «La medicina y el arte parten del mismo tronco. Ambos tiene origen en la magia, sistema basado en la omnipotencia de la palabra». Fórmulas mágicas, debidamente pronunciadas, que sanan, traen la lluvia o evocan espíritus.”
Sobre Catarsis… (Ed. Acantilado, 2010) el propio autor explica: «He escrito este
libro para mirar de cerca la profesión a la que me dedico y tal vez con la esperanza
de despertar el interés del lector, ya que trato temas como la enfermedad y el
sufrimiento que, tarde o temprano, nos afectarán a todos. El libro habla del
arte de la medicina, es decir, de la capacidad de reconocer las enfermedades y
del don de prever o pronosticar su desarrollo. A menudo, el texto hace
incursiones en el terreno de la poesía y de la música, lo que obedece a la
convicción del autor de que la medicina y el arte tienen un origen común en la
magia, puesto que las principales preguntas de ambas derivan de los mitos—esos
sueños eternos—, sobre todo de los mitos griegos, y la misteriosa purificación
a la que alude el título está presente tanto en la historia de la medicina como
en la de la estética, cuyos fundamentos crearon Pitágoras y Aristóteles».
Y añade más adelante: «Hubo
una vez un tiempo, del que nos
separan doscientos años, en que la biología, la ciencia y el arte –al igual que
las observaciones y especulaciones sobre la naturaleza– estaban entretejidas
con hilos tan fuertes que resultaba difícil distinguir unas de otras.»
El médico mexicano
Arnoldo Kraus hace un elogioso comentario en la revista Letras Libres: “Catarsis amalgama
experiencia e historia de la medicina; filosofía, música, literatura y
mitología enriquecen la lectura. El libro trata del “arte de la medicina”, no
de la ciencia de la medicina. Enfermos y acompañantes, médicos e
interlocutores saben que el dolor y la enfermedad requieren ciencia y arte.
Catarsis sugiere que el galeno debería, para tener mayor éxito, recetar arte y
fármacos.”
Dos últimas referencias y recomendaciones provenientes de
dos Premio Nobel de Literatura (!): Su compatriota Czeslaw Milosz escribe en el prólogo del libro: «El
doctor Szczeklik es un médico humanista, por lo que los poetas y los artistas
intuyen en él un alma gemela, aunque reforzada con unos conocimientos de
microbiología, química y genética que ellos no poseen. Hoy, cuando los
progresos de la ciencia han avivado tanto el debate acerca de los límites de la
moral, un libro de un médico humanista sensible a estas cuestiones es muy
oportuno y responde a una verdadera necesidad.»
Por su parte, el irlandés Seamus Heaney escribe:
“Catarsis es una
restitución brillante de la relación etimológica entre lo sano y lo santo,
entre la salud y lo sagrado. Andrzej Szczeklik es catedrático de la facultad de
medicina pero es también un experto en ‘la ciencia de los sentimientos’, para
retomar la definición que William Wordsworth dio de la poesía. Su libro es
erudito, personal y creativo: genera autoridad. Se remonta a los inicios de la
medicina y se interroga sobre su oficio. Recuerda oportunamente como el campo
de la salud deber estar más relacionado con la caritas que con la economía.”
El segundo libro es Core. Sobre enfermos, enfermedades y la búsqueda del alma de la medicina (2007
[castellano, Ed. Acantilado, 2012]). Como en Catarsis, Szczeklik sostiene que el principio
fundamental que tiene que regir en toda la actividad médica es el humanismo.
El libro no es solo un estudio, prodigioso e imaginativo,
sobre el ejercicio de la medicina, sino que también ofrece un excepcional
panorama literario ya que en sus páginas pueden encontrarse a S. Mrozek, C. Milosz,
M. Proust, S. Lem, Homero, Z. Herbert, F. Hölderlin, Safo, F. Kafka, T. Hardy,
Ovidio y J.Brodsky, entre otros. A este respecto, comenta Fermín Herrero en El
Norte de Castilla: «En Core comparecen
multitud de escritores e investigadores, conviven, se avecinan en sus páginas
la clonación y la eutanasia, los meteoritos y el origen de las pandemias, los
cuidados paliativos y las transfusiones de sangre, la naturaleza del amor como
enfermedad y virus como el sida, las células madre y Frankenstein o el Golem,
la experiencia mística y las alergias, la revelación de Pascal y el estado
vegetativo. Nada que sirva a la argumentación, que ayude a apuntalarla y
profundizarla hasta la última frontera científica, le es ajeno a este médico
ejemplar. Szczeklik se acerca a todo con una curiosidad insaciable, pero, al
mismo tiempo, con una delicadeza exquisita y con un afecto contagioso.»
«Ser humano
–aclara Adam Zagajewski en el prólogo de este libro– significa estar insatisfecho eternamente. Y significa, por tanto,
buscar libros que conviertan esa insatisfacción filosófica en tema de reflexión
y en material para construir pensamiento y que, precisamente por eso, pueden
aliviarla.»
Desde el punto de vista del análisis del discurso, el libro
en su conjunto constituiría un discurso retórico que hibridaría dos géneros, el
homilético y el ensayo erudito: Core (…) Un caso de hibridación de géneros. A. Szczeklik sostiene que el trabajo médico es, sobre todo, un arte muy complejo que consiste,
básicamente, en hacer que la enfermedad, que se esconde en el interior del
paciente y que no deja de enviar señales se manifieste: «…la mayor parte de las veces la enfermedad nos asusta mientras,
escondida en nuestro interior, permanece invisible. El médico intenta, a corto
plazo, obligarla a que se manifieste. Con las señales que le da va construyendo
un diagnóstico, es decir, define y nombra a su adversario. El arte de la
medicina consiste, entre otras cosas, en el descubrimiento de los síntomas de
la enfermedad. Como un espiritista en una mesa giratoria, así el médico
despierta los síntomas de la enfermedad», afirma.
Despertar esos síntomas, sin embargo, no es una tarea nada
fácil. «Para el médico, todo enfermo
constituye un acertijo. El acertijo se resuelve en el momento de establecer el
diagnóstico. Hay que escuchar al enfermo y guiarlo con la conversación para
extraer de ella los síntomas más importantes de la enfermedad. Hay que saber
explorar y dar con sus características y, por último, el médico debe acompañar»,
asegura.
En definitiva, un libro fascinante, ameno, cargado de erudición humanista,
cuyo autor es muy consciente de que la medicina y la atención sanitaria exceden los límites de hospitales, farmacias y centros de salud, entendiendo que su práctica debe rebasar esas fronteras en la misma medida, prescribiendo un tratamiento humanista tanto a profesionales como a pacientes.
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Comenzábamos esta entrada (desde Polonia) con un deslumbrante poema de la Premio
Nobel de literatura Wisława Szymborska. Para finalizar, nada mejor que un vídeo
de otro músico polaco, asiduo visitante del citado cabaret literario Piwnica pod Baranamid: Zbigniew Preisner compositor de numerosas bandas
sonoras para películas tan conocidas como la trilogía Azul, Blanco y Rojo, de Krzysztof Kieślowski: Lament, un tema con la hermosísima
voz de Lisa Gerrard:
(Continuará…)
Gracias Rodrigo. Me desvelas autores y contenidos completamente desconocidos para mí. Y después de leer esta nueva entrada, me vuelvo a preguntar, de nuevo, como hace ya muchos años, si es posible un humanismo sin religión, siendo la religión tan consustancial al ser humano.
ResponderEliminarLa música final, preciosa.
Gracias a ti, Vicente. Como puedes suponer, solo por el hecho de poder contribuir a que alguien descubra alguna nueva lectura que pueda resultarle atractiva, sugerente, o que de alguna manera despierte su interés, uno da por bueno el tiempo empleado y se considera enormemente satisfecho y recompensado por difundir y compartir ideas, contenidos y conocimiento. Este es el espíritu de la Web 2.0 y la idea del blog, en definitiva.
ResponderEliminarLa pregunta que haces es de mucho calado, claro, y merece una discusión más extensa de la que cabe en una breve respuesta como esta...
No obstante, en mi opinión creo que sí es posible un "humanismo ateo" (o laico). Me explico:
A partir de la Ilustración y del Racionalismo, el hombre (el género humano) es la medida de todas las cosas, y Dios no es sino la proyección del pensamiento humano. La idea de Dios es un producto psicológico del hombre y se basa en el deseo universal de felicidad. El hombre convierte en 'Dios' lo que él mismo desea ser. La religión se convierte así en negación, empobrecimiento y alienación ("enajenación") del hombre. Es la infinitud misma de la esencia humana la que el hombre proyecta en la idea de Dios. Partiendo de Hegel (que sin embargo no se consideraba ateo), Feuerbach presenta su ateísmo como un humanismo. Ser ateo es ser consciente de la alienación o enajenación que padece el hombre con su fe en Dios, y supone recuperar el auténtico humanismo. La influencia de Feuerbach en Marx y Engels, entre otros, será decisiva. Después vendrán Nietzsche, Freud (con su humanismo cientificista) y Sartre... pero eso es otra más larga historia también.
En cuanto a la música, recuerda mucho a la sinfonía nº 3 de otro gran músico polaco: Henryk Gorecki. Te mando el enlace al segundo movimiento de esta maravilla: https://www.youtube.com/watch?v=g5fg8-VWNo0
Y puedes consultar en Wikipedia la interesante y curiosa historia de esta obra: https://es.wikipedia.org/wiki/Sinfon%C3%ADa_n.%C2%BA_3_(G%C3%B3recki)
En fin, Polonia es un gran continente desde el punto de vista artístico y cultural...
Un fuerte abrazo.