Palacio dos Marqueses de Ponte de Lima (Mafra). Foto: Cíntia Costa
(Un post para acabar el año hablando sobre ética y valores…).
El pasado mes de agosto estuvimos alojados durante una
semana en el Palacio de los Marqueses de Ponte de Lima, también llamado Quinta
da Cerca, en Mafra,
a unos 40 km. al norte de Lisboa. Convertido hoy en una flamante pousada, el Palacio y sus jardines, que
datan del siglo XVII, fue construido por el arquitecto real Diego Marques Lucas.
Conserva en sus sencillas líneas el carácter de la arquitectura de la época y
se edificó sobre las ruinas del antiguo castillo de Mafra y el Palacio medieval
existentes. A lo largo de los últimos cuatro siglos de historia tuvieron lugar
allí varios acontecimientos importantes: fue el lugar de residencia del rey
João V cuando visitaba las obras de construcción del convento-palacio de Mafra
(el escritor José Saramago hace referencia a ello en su novela “Memorial del Convento”);
fue escenario de la "conspiración de Mafra" contra D. João VI; albergó
al general Loison durante la ocupación francesa; fue también un improvisado
hospital de enfermos de peste bubónica y, al parecer, habría sido la primera
escuela elemental de la villa de Mafra.
Según diferentes relatos históricos, el jardín del Palacio contaba
con paseos a través de una densa arboleda, donde se levantaban estatuas, lagos,
fuentes y estanques, una casa de recreo y dos capillas, cuyo interior estaba
adornado por retablos manos de los célebres escultores de Mafra. Tras décadas de incuria, degradación y de abandono, hoy es un tranquilo alojamiento
lleno de historia y de recuerdos. El Instituto
Luso-Ilírio para o Desenvolvimento Humano (iLIDH), institución privada sin
ánimo de lucro, asumió la responsabilidad de la restauración y recuperación del Palacio y de los jardines con vistas al establecimiento de la llamada Universidad de los Valores, un espacio multifacético de investigación, formación, bienestar y conocimiento cuyos objetivos se centran en el llamado “Museo
de los Valores Universales” que –explican- pretende «educar para los valores y para la felicidad, distanciándose de una
visión materialista de la vida y
privilegiando una visión espiritual, no dogmática, mediante un abordaje que invierte en el
aprendizaje a través de la experiencia, el descubrimiento de la naturaleza, las
capacidades de autorreflexión, en el contacto con la con(s)ciencia individual y
colectiva. Promueve un ideal de desarrollo personal, social y cívico, armonioso
e integral, que reúne cualidades de carácter, de relaciones armoniosas y de
responsabilidad cívica.» (sic)
Según cuentan en la página Web, el iLIDH ha pretendido recuperar
el esplendor que una vez caracterizó el jardín del Palacio, transformándolo en
el jardín de valores universales, que definen como «un espacio
intercultural e interconfesional, de reflexión, intercambio de experiencias y
contemplación, a través de la organización de diversas actividades sensoriales,
intelectuales, emocionales y físicas para los visitantes. El jardín acoge obras artísticas y símbolos
asociados a diferentes culturas y religiones, en un entorno de espiritualidad y
tolerancia global.» (sic)
Lo cierto es que a lo largo de un sinuoso recorrido por el
jardín de marras, a modo de camino o
viaje iniciático pueden encontrarse una serie de cartelas en las que con un
lenguaje algo redicho y afectado definen (en ocasiones de manera harto discutible) cada uno
de los que denominan o consideran -de manera algo ampulosa y exagerada- como
“valores universales”.
A pesar de los evidentes y sospechosos ecos de libro cursi de
autoayuda, cierto buenismo panteísta impregnado de una impostada e ingenua
religiosidad, esta prosa algo empalagosa y recargada (ver más abajo) me recordó
a algunos (interesantes) libros del físico Fritjof Capra (‘El Tao de la física’, ‘La trama de la vida’, o ‘Las
conexiones ocultas’), en los que
el autor yuxtapone física y misticismo para dar una nueva visión de la
realidad, o describe las interrelaciones e interdependencias de los fenómenos
psicológicos, biológicos, físicos, sociales y culturales en una perspectiva de
pensamiento interdisciplinario.
En fin, he aquí el listado, en un orden aleatorio y sin
jerarquías, de los (supuestos o teóricos) valores universales que pueden
encontrarse en este jardín de Mafra:
·
Libertad
|
·
Igualdad
|
·
Compasión
|
·
Confianza
|
·
Alegría
|
·
Verdad
|
·
Gratitud
|
·
Amor
|
·
Paciencia
|
·
Paz
|
·
Creatividad
|
·
Felicidad
|
Evidentemente, cabe la duda razonable de si con estas
grandes palabras se refieren o están hablando de principios en sentido ético, es
decir, de normas o reglas de carácter general y universal; de valores en términos axiológicos, o incluso de virtudes o simples cualidades. Algunos de ellos pueden considerarse en realidad como condiciones previas y
necesarias (Libertad, Igualdad, Verdad…) y otros serían la consecuencia o
resultado de la puesta en práctica de otros (Gratitud, Paz, Felicidad…).
Puestos a enumerar algunos de esos teóricos valores universales, uno echaría en
falta (entre otros y sin ir más lejos) la Responsabilidad, el Respeto, la Tolerancia o la
Solidaridad...
A continuación transcribimos el (controvertido) texto, directamente
traducido del portugués, que acompaña a cada uno de las cartelas del Jardín:
LIBERTAD
«La libertad es
la experiencia de la verdad, la comunión
con la ilimitada plenitud de la realidad y de la vida. La verdad libera del
sentimiento de separación, de ruptura y de solidez, del egocentrismo, del miedo
y de la inseguridad, de las preocupaciones con el pasado, el futuro y el
presente. La verdad libera de la insatisfacción con la vida y el deseo de posesión,
de la agresividad y de la indiferencia, que surgen cuando nos imaginamos desconectados
del mundo y de los otros seres.
La libertad es la
experiencia de vivir en el Infinito y, en lo íntimo, no tenemos otros límites sino
los que imaginamos. La libertad hace
que nuestras vidas sean procesos abiertos, exuberantes de posibilidades, que no
se definen ni se agotan en las identidades que construimos, en los hábitos que
creamos y en lo que pensamos, decimos y hacemos en cada momento. Siempre
podemos ir en otro sentido y ser otros. Siempre podemos transformarnos y buscar
lo que sea mejor para todos y para todo. Siempre podemos evolucionar. O podemos
simplemente descansar en silencio en el fondo de lo que desde siempre somos,
aquí y ahora.
La libertad nos
hace responsables de todo lo que hacemos o no, a nivel mental, verbal y físico.
Por la libertad somos co-creadores del mundo, que no existe separado del modo
en que lo percibimos e interactuamos. La libertad
desmiente al fatalismo y abre horizontes de crecimiento y de esperanza.
La libertad es
multidimensional. Para que cada ser humano se desarrolle de manera integral son
fundamentales la libertad económica, política y cultural, por las que satisfaga
sus necesidades básicas, ejerza su ciudadanía y expanda sus facultades. Pero la
libertad no existe si no somos
responsables del impacto de nuestras acciones sobre todos los seres y la
Tierra. Si la libertad se ejerce sin
respeto por el otro, sea humano, animal o naturaleza, si la libertad se ejerce contra sí misma, se
niega y se destruye, pues todos somos interdependientes.
Por eso, la forma
suprema de libertad no es hacer lo
que se quiera, sino la liberación de la ignorancia, de la insensibilidad y del
egocentrismo. La libertad radica en
la verdad y florece y fructifica en el amor y en la compasión.»
COMPASIÓN
«La compasión es
sentir los sufrimientos de los demás como si fueran nuestros. La compasión es una resonancia espontánea
con todo cuanto siente y vive, que nos mueve para aliviar el dolor de quien
sufre.
La compasión no
es una simple empatía que nos deja aplastados por el dolor ajeno, sino un
dinamismo que no se resigna y hace todo lo posible para serenar y liberar a los
que sufren. La compasión es la
respuesta activa a los dolores de todos los seres, sean físicos o psicológicos.
En la compasión más profunda, como en el amor más profundo,
desaparece la aparente separación entre el yo
y el otro: se disuelven las fronteras
de la piel y de la mente, y una vida más completa y más amplia palpita en
nosotros y en todo lo que existe. El amor y la compasión son iniciaciones del corazón al misterio de la Vida.
El amor y la compasión
pueden empezar con nosotros mismos si fuese necesario, pero su ampliación nos
libera de la tortura de estar obsesivamente centrados en nuestros problemas y
sufrimientos personales. Con amor y compasión el corazón se abre a los otros y
ello relativiza nuestros dolores, proporcionándonos fuerza, confianza, coraje y
un sentimiento íntimo de autorrealización.
El amor y la compasión nos hacen más
vastos, potencialmente ilimitados como el universo.
Paradójicamente o no, no sólo el amor sino también la compasión nos conduce a la alegría. La
alegría de descubrir que el dolor, el sufrimiento, la violencia y la negatividad no tienen la última palabra
y de que poseemos el inmenso poder de reducirlos y anularlos. La alegría de
vibrar al unísono con el mundo, con sus luces y sus sombras, en su totalidad.
La alegría de ver que es posible superar todos los límites. Sintiendo amor y compasión incluso por aquellos que nos
hacen sufrir y hacen sufrir a los otros, porque ponernos en su lugar nos hace
sentir su sufrimiento y sus limitaciones actuales, pero también su potencial
para evolucionar más allá de eso.»
ALEGRÍA
«La alegría es el
disfrute espontáneo de la Vida, sin porqué ni para qué. La alegría es la levedad del juego del mundo, la danza graciosa de
todas las cosas, con(s)ciencia, energía y materia en la eterna armonía que se
renueva a cada instante. La alegría
es la infancia intemporal y la juventud que nos habitan, donde todo es fresco y
siempre nuevo, nacido a cada instante.
La alegría es más
profunda que el drama, la comedia y la tragedia. Es la sonrisa que se abre más
allá de la oscilación entre la risa y el llanto. La sonrisa de la Vida que
siempre renace de todos los aparentes absurdos, conflictos, daños y pérdidas.
La alegría
auténtica incluye el regocijo por el bien de los otros, que nos libera de los
tormentos de la envidia y de los celos. Quien se alegra por el bien de todos se
ofrece a sí mismo muchas más ocasiones de ser feliz que los que se alegran sólo
por su propio bien.
La alegría más
profunda es la que surge sin ser buscada. La alegría de las experiencias más
sencillas. La alegría de ser. Este
profundo bien de estar aquí y no necesitar nada más. Esta alegría viene impregnada de gratitud.»
GRATITUD
«La gratitud es
el reconocimiento por todo y para todos los que nos permiten la participación
gratuita en la Fiesta de la Vida. La gratitud
brota de la con(s)ciencia de que todo el universo conspira para nuestro bien, por la comprensión de cómo toda nuestra
vida y todo lo que en ella disfrutamos y podemos llegar a disfrutar depende de
la contribución voluntaria e involuntaria de un número incontable de seres, así
como de los grandes elementos cósmicos que forman todo lo que existe: espacio,
aire, tierra, fuego, agua.
Tenemos todo el cosmos en el cuerpo, en la respiración y en
la con(s)ciencia, así como la vida de una inmensidad de seres en todo lo que
comemos, vestimos y utilizamos. Somos todos interdependientes y estamos todos
entrelazados. Estas palabras y su sentido no existen fuera de la materia del
mundo y de la mente del lector. En nosotros tenemos todo y a todos. Debemos
nuestra existencia a la existencia de todo. Somos entre todos. Inseparables
unos de los otros, de todas las cosas y de la naturaleza como un todo.
Con esta con(s)ciencia la vida es una continua acción de
gracias. Tanto por sus circunstancias y experiencias menos deseadas como por
las más duras y difíciles, que nos desafían y permiten superar nuestros
actuales límites, evolucionando más rápidamente. Entonces, la gratitud asume la forma de paciencia.»
PACIENCIA
«La paciencia es
la capacidad de soportar con regocijo y perseverancia todas las manifestaciones
de la Vida, incluso las más duras o contrarias a nuestros intereses, deseos y
expectativas. La paciencia es, sobre
todo, la capacidad de aceptar y apreciar las cosas como son, al margen de
nuestros esquemas, preferencias y exclusiones mentales y emocionales, libres de
nuestros intentos de manipulación y control. La verdadera paciencia no es nunca una resignación pasiva, sino una apertura
activa de la conciencia y del corazón a las dimensiones más profundas e
imprevistas de la realidad, por más extrañas, inhóspitas e incómodas que
parezcan cuando nos cerramos a ellas. No hay paciencia sin sabiduría, libertad, amor, compasión, alegría y
gratitud.
La paciencia nos
hace más fuertes, o sea más sensibles, flexibles y tiernos y menos rígidos,
duros y obstinados. La paciencia nos
abre siempre a una mayor comprensión y aceptación de nosotros, de los otros y
del mundo, tal como son o van a ser y no como creemos que deberían ser, al
mismo tiempo que nos inscribe en un horizonte de desarrollo ilimitado.
La paciencia no
se limita a lo actual, sino que se abre también a lo posible. Somos
verdaderamente pacientes cuando aceptamos y asumimos todo lo que de mejor somos
y podemos llegar a ser y no renunciamos a llevarlo a cabo, movidos por el amor,
la compasión y la perseverancia, para el bien de todo y de todos. La paciencia nos libera así de juicios y
de resentimientos y nos lleva a la creatividad.»
CREATIVIDAD
«La creatividad
es la sintonía con la constante recreación de la Vida, que nunca es igual a sí
misma y jamás se repite, manifestándose como un constante flujo de experiencias
y acontecimientos siempre nuevos, únicos e imprevisibles. La creatividad es nuestra propia vida,
antes de que sea la concepción de cualquier idea o proyecto, o la producción de
una obra externa. Si se mueve por la sabiduría, el amor y la compasión, la creatividad es la realización espontánea
de lo que sea en cada momento y circunstancia lo mejor para todos, sin pensar
en ello. La verdadera creatividad no obedece a planes, programas y proyectos,
siendo antes el soplo inspirador de la Vida libre de las limitaciones de los
deseos e intereses humanos. Por ello, la creatividad que lleva a individuos,
sociedades, tradiciones y culturas a evolucionar y superarse, no cristaliza en
formas definitivas, estériles y muertas. La evolución es un libro que se
escribe a sí mismo y abre una última página siempre en blanco.
La creatividad se
manifiesta en la capacidad de comenzar de nuevo a cada instante y, en este
sentido, se vincula al perdón, que nos libera del dolor del resentimiento
contra nosotros mismos, los otros y el mundo, así como del infierno de la
crítica, de la censura, del juicio, de la condenación, de la culpa y de la
culpabilización. No porque ignore la responsabilidad, sino porque cumple
negándose a encerrar la Vida en lo ya vivido y en las interpretaciones,
evaluaciones y juicios hechos acerca del pasado, que pesan sobre el presente y
estrechan el horizonte del futuro.
Perdonar viene del latín perdonare,
que sugiere dar o reconocer, a sí mismo y a los otros, la posibilidad de un
constante renacimiento, conforme a la perenne renovación y creatividad de la Vida. El perdón y la creatividad suponen también comprender que no hay responsabilidades
unilaterales y que somos siempre parte activa de las causas y condiciones de
todo lo que nos acontece, que somos co-creadores del mundo y que no hay hechos
que no sean producto de nuestras acciones y percepciones. El perdón es tanto
más creador cuanto más reconozca la negatividad y limitación de las acciones
anteriores y conduzca a la resolución firme de no volver a ceder a ellas.
Más que la meramente humana, la creatividad más completa es la de la Vida, que se manifiesta en
todas sus formas desde las más simples a las más complejas. En este sentido,
revela la profunda igualdad de todos los seres, la superabundante riqueza de
sus riquezas irreductibles a comparaciones y jerarquías.»
(Continuará…)