El Regimen Sanitatis, redactado en el entorno de la Escuela Médica de Salerno, exponía un conjunto de recomendaciones acerca de las normas de higiene, alimentación, plantas medicinales y otras indicaciones terapéuticas. Este blog pretende recoger también una serie de reflexiones, comentarios y observaciones sobre salud y enfermedad, gestión sanitaria, medicina e historia, sociología, economía de la salud, literatura y otros aspectos relacionados con un ámbito cada vez más incierto y complejo...
Un médico venda el pie de un niño, mientras su hermano menor observa. [II Guerra Mundial, 1944]
Seguimos intentando desentrañar algunos de las ideas, elementos y componentes que incluye ese elusivo concepto que hemos dado en llamar humanización® de (en) la asistencia sanitaria…
Hablar de humanización supone, de hecho, toda una declaración de intenciones, y en cierta medida es comprometedor, pues nos interpela y reclama la dignidad intrínseca de todo ser humano, los derechos que de ella se derivan y la coherencia con los valores que se sienten como peculiares e inalienables de (en) toda persona. La humanización de la asistencia sanitaria tiene que ver tanto con la relación entre profesionales y pacientes que se establece en la práctica clínico-asistencial, como con diversas actuaciones y factores relacionados con el trato personal (cortesía), el respeto por los valores y la autonomía de las personas atendidas, el contexto en que esa relación se produce y las interacciones entre pacientes y profesionales en otros aspectos no solo cognitivos, sino también emocionales o afectivos.
Sostiene la filósofa Victoria Camps (vid. El gobierno de las emociones. Herder Editorial, 2011) que no hay razón práctica sin sentimientos o emociones. Nadie que no sea ajeno a la psicología o a las neurociencias discute ya esta tesis. Todas las ciencias sociales parten hoy del supuesto (…) de que somos seres emotivos –emocionales- y no solo racionales. Es en este sentido –afirma- en el que el gobierno de las emociones constituye (también) el contenido de la ética en tanto en cuanto consiste en la formación del (un) carácter (ethos) de las personas, de su forma de ser, de su actitud y su disposición para ser justas, prudentes, magnánimas, generosas, valientes o solidarias, sintiendo por tanto todos esos valores como algo propio que deben incorporar a su manera de ser y estar en el mundo.
Humanizar es, ya se ha dicho, una cuestión ética relacionada con los valores y –de acuerdo con el principio de beneficencia– supone la obligación moral de buscar el bien de las personas a las que se atiende. Humanizar las relaciones clínico-asistenciales consiste, por tanto, en impregnarlas de los valores y actitudes propiamente humanos, es decir, acordes con la dignidad humana, tratando a las personas con justicia(equidad), compasión y respeto.
El citado principio de beneficencia obliga a actuar en beneficio de la persona enferma (proporcionando un trato digno y respetuoso con sus decisiones autónomas) y a promover su bien. [Sería inseparable del principio de no-maleficencia en la medida en que algunos la consideran como la primera de sus obligaciones].
Todo ser humano tiene un valor y una dignidad intrínseca, por encima de cualquier circunstancia externa o personal. Esta dignidad nunca se pierde ni se deteriora; es un valor inherente a todo ser humano por el hecho de ser persona. La dignidad humana no puede quedar a merced de la opinión o consideración de los demás; es un valor en sí mismo que no puede ser cuestionado. Otro tema será dirimir aquellas situaciones en que la vida pueda resultar más indigna que digna, pero incluso esta posible delimitación habrá de venir avalada por una asunción previa de respeto, benevolencia y de justicia hacia los demás.
Las personas son un valor absoluto (no relativo) y un fin en sí mismas (no un medio): Decir esto equivale a decir que toda persona merece un respeto absoluto e incondicional, que tiene valor y no precio, que no debe tratarse nunca como un mero medio sino siempre como un fin en sí misma, y que es alguien y no algo que se pueda manipular o instrumentalizar al antojo de nadie. [Esta no es sino una de las formulaciones del imperativo categóricokantiano:«Obra de tal modo que uses a la humanidad, tanto en tu persona como en la persona de cualquier otro, siempre al mismo tiempo como fin y nunca simplemente como medio.»]
Toda persona es pues, origen y centro de valores morales: libertad (puede decidir por sí misma con autonomía), responsabilidad (puede responder de forma solidaria a los demás), singularidad (cada una es única, irrepetible, insustituible y necesaria en esta vida), etc. pero también de un sinfín de categorías que la definen como tal: racionalidad, actividad, unicidad, autonomía, sensibilidad, misterio, trascendencia, etc.
De hecho, puede decirse que la dignidad es lo más humano que tenemos y que somos; no respetarla es ir contra lo uno y lo otro, es decir, contra nosotros/as mismos/as. En este sentido, la persona enferma tiene una dignidad inviolable. Es más, por motivos de su especial vulnerabilidad su dignidad debe ser igualmente protegida, si cabe con más fuerza. No hacerlo supondría negar la condición y la valía de ser humano digno de existir y de ser a la persona enferma por motivos arbitrarios o, en todo caso, maleficentes e injustos. En el transcurso de la enfermedad poder vivir con dignidad y seguridad, significa que las personas enfermas se vean libres de abuso, explotación y/o malos tratos físicos o mentales; que reciban una atención acorde a su dignidad, que nunca variará, independientemente de la edad, género, patología, etc. u otras condiciones vitales; así como ser valoradas por sí mismas.
Si hubiera que destacar especialmente tres ideas básicas o principales que subyacen a la idea de dignidad y humanización de la asistencia sanitaria serían las de respeto, compasión y empatía. Veamos:
«Volver a mirar», no quedarse con la primera mirada que hacemos sobre algo o alguien, revisar la primera idea que nos hacemos de algo y volver a mirarlo de manera atenta. Respetar es, pues, ‘tener miramiento’ y consideración por algo o alguien…
Compasión Del latín compassio, del vocablo griego συμπάθεια, compadecer, ‘acompañar en el dolor y en el sufrimiento’ (vid. Maben J et al. In praise of compassion. Journal of Research in nursing. 2009 Vol 15, Issue 1, pp. 9-13).
No es sinónimo de condescendencia ni significa (solo) sentir pena o lástima. En realidad consiste en un sentimiento de tristeza que se siente al ver padecer a otra persona y que impulsa a aliviar su dolor o sufrimiento, a remediarlo o a evitarlo en la medida de lo posible…
Empatía Del griego ἐμπαθής, «emocionado», participación afectiva de una persona en una realidad ajena a ella, generalmente en los sentimientos de otra persona.
Capacidad de percibir, compartir y comprender (en un contexto común) lo que otra persona puede sentir (vid. Davis CM. What is empathy and can it be taught?PHYS THER. 1990; 70:707-711).
Hace unos meses, mi amigo Joan Josep Artells tuvo la gentileza de regalarnos la última obra de Salvador Giner, uno de los sociólogos más reputados de nuestro país, como es bien sabido: Ideas cabales, un conjunto de breves artículos, a modo de glosario, sobre conceptos, ideas o principios relevantes en nuestra cultura. Un volumen muy recomendable para los inciertos tiempos que corren ya que, como señala la contraportada del libro, su contenido elude todo dogmatismo; los artículos son más bien exploraciones documentadas y objetivas [con aparato bibliográfico incluido] que buscan profundizar en las ideas en distintos contextos y, sobre todo, mover a la reflexión. A modo de ejemplo, he aquí lo que explica y recoge S. Giner sobre los tres conceptos a los que nos hemos referido:
«Respeto: Derecho humano universal. Inviolable. Lo merecen en diferente medida hasta los delincuentes. Los más atroces entre ellos, como los nazis que juzgó el Tribunal de Núremberg, fueron tratados en él según ciertas normas mínimas de buena conducta jurídica. En ocasiones frecuentes, como en la de la ‘falta de respeto de un alumno a su maestro’, no suele ser grave. La distribución de mensajes insultantes en internet, anónimos o no, entraña falta de respeto y raya en la injuria, la calumnia y el infundio. El envío y distribución (anónimo o no) de calumnias es un delito. La transmisión de verdades dañinas para el receptor, o de datos fuera de contexto, también es perniciosa. R:Richard Sennett, ‘El respeto’.» [Otra referencia: Josep Maria Esquirol, ‘El respeto o la mirada atenta’].
«Compasión: Virtud cardinal. Tan esencial como la caridad. Sentimiento de piedad y fraternidad ante nuestros prójimos, así como ante los animales que padecen. La compasión se siente dentro del alma: es una emoción primaria, radical. Va más allá de la pena y la piedad por el sufrimiento ajeno. Aunque apiadarse por los demás, por un ser querido, de la compasión mana. Alguna religión, como el budismo, ha hecho de ella suprema virtud. Otra religión, la cristiana, ha uncido a su virtud cardinal de la caridad. De hecho, ningún análisis filosófico es capaz de trazar una línea nítida, divisoria, entre compasión y caridad. La gran virtud republicana, la fraternidad (o solidaridad), no deja de estar vinculada a la compasión, si bien es de raíz laica. Ser compasivo es inherente a ser humano.»
«Empatía: Acto de ponerse uno en el lugar del otro. Goza de enorme prestigio, y con razón. Es ardua y emocionalmente costosa. No obstante, su exceso es pernicioso y lleva a la pasividad, mientras que la compasión y la caridad genuinas (que incluyen empatía para serlo) no son nunca malas.»
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Este post es la entrada número 300 del blog. Para ‘celebrarlo’, nada mejor que finalizar con una canción de la reina del soul Aretha Franklin, fallecida el pasado 16 de agosto víctima de un cáncer de páncreas.
La canción “Respeto” es, precisamente, ‘una de las más grandes canciones sobre los sentimientos femeninos que hemos conocido’… In Memoriam:
Más allá de interpretaciones antropológicas y de posibles contenidos
simbólicos sobre la ropa, los uniformes y las vestimentas más o menos litúrgicas, (básicamente los símbolos no
son sino formas de comunicación de mensajes sociales), decíamos entonces que: «En general se considera que un tipo de
vestimenta formal es importante en la atención al paciente, y pueden imaginarse
varias razones posibles: las expectativas de la sociedad, la tradición, la
asociación de la apariencia con la competencia, la identificación de la autoridad,
la evitación de apariencias que distraigan... Quizás esta tendencia hacia la
vestimenta tradicional deriva de una combinación de factores sociales que se
aplican a los "profesionales" o al "éxito" en general, y la
vinculación histórica profunda de la indumentaria con la práctica médica, en
particular.»
Y añadíamos: «Nos
encontramos sin duda en un terreno ‘resbaladizo’ y cambiante, muy condicionado
socialmente y relacionado con las ideas, los gustos y preferencias previas, la
moda, los valores, la edad y el contexto cultural en el que nos encontremos.»
Pues bien, en esta misma semana, un artículo de la revista
Redacción Médica (¿Cómo debe vestir
un médico? Mejor pijama o traje que vaqueros y zapatillas)
se hace eco de un estudio transversal más reciente de ámbito nacional (EEUU) sobre
este mismo asunto llevado a cabo en la Universidad de Michigan, para examinar
las percepciones, expectativas y preferencias de los pacientes con respecto a
la indumentaria de médicos/as, que revela
que aquellos confían más o menos en ellos/ellas en función de la ropa que vistan.
El estudio, bastante robusto, publicado en BMJ Open, (Petrilli CM, Saint S, Jennings JJ,
et al. Understanding patient preference for
physician attire: a cross-sectional observational study of 10 academic medical
centres in the USA),
viene a demostrar que la apariencia física importa y que los pacientes juzgan a
sus médicos/as (también) en función del atuendo que llevan en la consulta. La
ropa influye en el nivel de satisfacción con la atención sanitaria recibida en
más de un tercio de las personas encuestadas. En conclusión, las personas
atendidas tienen expectativas y percepciones importantes acerca de la
indumentaria médica que varían según el contexto y la región, por lo que el
análisis de las medidas sobre el dress
code de los médicos para mejorar la satisfacción de los y las pacientes
parece importante.
Así, el personal facultativo ataviado con vestimenta
informal, como camiseta, zapatillas deportivas y pantalones vaqueros, genera
menos confianza entre las personas a las que atienden que quienes van vestidos
con ropa formal o pijama sanitario. En todos los casos, tanto formales como
informales, así como con el pijama, todas las personas encuestadas valoraban
mejor a profesionales que, además, llevaban bata blanca.
El estudio confirma que el atuendo que mayor puntuación
obtuvo (el preferido) fue el formal con bata blanca, seguido por el pijama con
bata blanca y el formal sin bata, y que los resultados eran los mismos para
ambos sexos.
«La vestimenta
profesional en Wall Street, en el mundo jurídico-legal y en otros ámbitos es
clara. Sin embargo, en Medicina el código de vestimenta es bastante heterogéneo
y deberíamos asegurarnos de que nuestro atuendo refleje un cierto nivel de
profesionalidad que tenga en cuenta las preferencias de los pacientes», refiere
Christopher Petrilli, uno de los autores del estudio y profesor de medicina
interna en la Facultad de Medicina de la Universidad de Michigan.
La encuesta, que se realizó a 4.062 pacientes de diez
centros médicos, también refleja que la preferencia de los ciudadanos con
respecto al atuendo de los facultativos que les atienden varía en función de si
se trata de un centro de Atención Primaria, de la consulta de especialistas o de
profesionales médicos/as de urgencias.
De esta forma, el 55% de las
personas encuestadas prefiere que el médico/a que le atiende en su centro de
salud lleve bata blanca, un porcentaje que asciende hasta el 72% de pacientes
si se trata de la consulta de especialista en el hospital. Menos importancia le
dan a este aspecto en urgencias, donde sólo el 44% de las personas encuestadas
creen que el facultativo/a debería llevar la bata.
Sobre la metodología del estudio: entre junio de 2015 y
octubre de 2016, se distribuyeron un total de 6.280 encuestas en 10 centros
sanitarios docentes de los Estados Unidos, de las cuales se cumplimentaron y
analizaron 4.062 (tasa de respuesta = 65%).
El cuestionario de la encuesta (elaborado a partir de una revisión sistemática previa que exploró el papel de la indumentaria de los médicos/as sobre las
preferencias y satisfacción de los/las pacientes), constaba de 22 preguntas que
indagaban la importancia que tenía para las personas entrevistadas el atuendo
de los médicos/as, e incluía fotografías de un médico varón y de una mujer
médica ataviados con variadas formas de atuendo, (un total de 7 posibilidades: casual, formal y con pijama sanitario,
-en los tres casos con o sin bata-, y con traje), solicitándoles que pensaran
en ellos en entornos sanitarios. El cuestionario se administró a pacientes
adultos/as atendidos/as bien en consultas externas (ambulatorios/as) o ingresados/as
en el hospital.
Para cada fotografía que se les mostró, las personas encuestadas
calificaron mediante una escala de 1 a 10 (en la que 1 significaba “alguna
preferencia” y 10 “máxima preferencia”), en qué medida el médico/a que aparecía en ella transmitía
la apariencia de tener los conocimientos necesarios para tratarle, si le parecía
confiable, comprensivo o accesible, y cómo le hacía sentirse en general.
Las opiniones de las personas que respondieron sobre la
importancia del vestido y de la bata blanca fueron agrupadas mediante una
escala de Likert de 1 a 5 (en la que 1 significa “completamente en desacuerdo”
y 5 significa “completamente de acuerdo”). La satisfacción de los y las
pacientes se evaluó basándose en el grado de acuerdo con dos cuestiones: “La forma en que viste mi doctor/a es
importante para mí”, y “La forma en
que viste mi doctor/a influye en cómo de feliz me siento con la atención
recibida”.
El análisis de las respuestas tuvo en cuenta la edad, el
género, nivel educativo, raza y número de visitas previas al médico/a.
Los autores concluyen que aunque el atuendo del médico/a no
puede reemplazar o suplir una excelente atención clínica, los datos obtenidos sugieren
que puede influir en cómo los/las pacientes perciben el cuidado recibido y tal
vez sobre lo dispuestos que están a confiar (o no) en sus médicos/as. En una época
de centralidad y de satisfacción del
paciente, el atuendo del médico puede ser un componente importante -y
modificable- en la atención al paciente. Dado que existen percepciones y
expectativas diferentes respecto al vestido médico por parte de los pacientes, -en
función del contexto y de las diferentes regiones-, parece relevante matizar
las medidas que tengan en cuenta y apunten a tales factores. En este sentido, parecen
necesarios futuros estudios sobre la implementación de tales medidas en
hospital, en consultas externas y en urgencias.
Finalmente parece que en estos confusos tiempos de imposturas y fake news, el hábito sí hace al monje...
La morte di Cesare (c.1798) de Vincenzo Camuccini (1771-1884)
S.P.Q.R.: Acrónimo de Senātus Populusque
Rōmānus ('El Senado y el Pueblo Romano')
“Es difícil dejar de convertirse en la
persona que los demás creen que uno es.”
Thornton Wilder (1897-1975)
Conservo un viejo y (ya) gastado ejemplar de Los idus de marzo en una edición conjunta
de Alianza Editorial y Emecé Editores en traducción de María Antonia Oyuela, con
una amable dedicatoria de mi amigo (entonces compañero de trabajo) Ángel Amador Muñoz:
«Ahí, al otro lado de
la calle, existe un mundo que late con fuerza, pero desgraciadamente solo
pueden verlo aquellos que aprendieron a mirar.»
11 de julio de 1986
Publicada originalmente en 1948, he vuelto en estos días a
esta excelente novela, con motivo de su lectura en una tertulia literaria: «Una ficción sobre determinados hechos y
personas pertenecientes a los días postreros de la República Romana»,así califica Thorton Wilder (1897-1975) su obra, que relata los últimos meses de la vida de Julio César, en el año 44
a. C.
En realidad no se trata propiamente de una novela histórica
o una biografía novelada, sino la narración de un relato alegórico que, a
partir de algunos hechos históricos, se abre a lo puramente literario para
llevar a cabo una (magnifica y didáctica) reflexión acerca del carácter y de la
condición humana. Aunque predomina el género epistolar, la novela está
construida de manera fragmentaria a partir de diversos documentos apócrifos, cartas
imaginarias, supuestos diarios personales, informes secretos, poemas, sátiras
teatrales e incluso notas sobre las predicciones del colegio de augures
y de los arúspices basadas en la observación del
estado de las entrañas de las aves, las señales del cielo, la conducta de los animales y otros acontecimientos
extraordinarios.
Partiendo de la versión parcial y necesariamente incompleta
que cada texto representa, Los idus de marzo (nos) obliga a
ensamblar un relato que, a pesar de los distintos estilos y puntos de vista,
aparece contado con enorme verosimilitud a través de las imaginarias voces de los
diferentes narradores. En este sentido, los principales personajes históricos que
aparecen en sus páginas son los siguientes:
Clodia Pulcher, mujer extremadamente irascible,
inteligente y fascinante; con su vida escandalosa personifica y hace patente el
ridículo de la sociedad romana.
Cayo Valerio Catulo, conocido poeta latino enamorado
de Clodia. (La novela incluye algunos de sus poemas, que aparecen según la
traducción del propio Thorton Wilder).
Suetonio, historiador y prominente biógrafo
romano; su narración (histórica) del asesinato cierra la novela.
Aunque no se trata de una figura histórica real, uno de los
personajes más importantes de la obra es Lucio
Mamilio Turrino, amigo y antiguo compañero de armas de César, que vive
jubilado en la isla de Capri; varios personajes le escriben trasladándole sus
confidencias, pero él nunca responde.
Todos los documentos contenidos en la obra –advierte Wilder-
son ficticios, fruto de la imaginación del autor, excepto los poemas de Catulo
y la página final, extraída de las Vidas de los doce Césares, de Suetonio. Sin
embargo, algunos de los hechos narrados, que quizás pudieran parecer más sorprendentes, son históricos, como la visita
de Cleopatra a Roma en el 46 a.C. (inmortalizada en la célebre película de Joseph
L. Mankiewicz de 1963).
La novela transcurre en una etapa de cambios vertiginosos, tras
las imponentes campañas de Julio César en Hispania, las Galias, Colonia y
Egipto. En este momento César ha superado la conspiración de Pompeyo y los
conservadores. Ha regresado vencedor y como Dictador dueño absoluto de Roma
inicia una intensa tarea de reforma. Contra una oposición poderosa incrementa
el número de senadores, instituye el reparto de tierras, amplía los derechos de
ciudadanía, suprime la tortura e introduce cambios en el calendario para que nuestros días se regulen mediante
una provechosa adaptación a los movimientos del sol y la luna.
El tiempo histórico de la novela es un momento en el que se
está gestando un enorme cambio en la concepción del individuo, en la que éste se
va desprendiendo progresivamente de la tutela de los dioses y de las viejas ceremonias
romanas, haciéndolo cambiar drásticamente su forma de percibir el mundo.
Destaca el diario epistolar de Julio César dirigido a Lucio
Mamilio Turrino, que dibuja la otra cara del hombre de acción, revelando a una persona reflexiva, amante de la
poesía y la filosofía, convencida de poseer un gran destino que cumplir y al
que se niega someter a las costumbres y creencias de su tiempo. Aparece como un
librepensador algo escéptico y se muestra como un gobernante que intenta ganar
para Roma los beneficios del libre albedrío. Se queja de haber heredado una gran
carga de superstición e insensatez.
Algunas consideraciones adicionales sobre la novela y un buen
análisis sobre la figura de Catulo, dividido, viviendo entre el amor y el odio,
entre la atracción y el rechazo que siente por Clodia y César, puede leerse también
aquí.
Aunque la novela narra los acontecimientos previos al
asesinato de César el 15 de marzo del 44 a.C., se describen varios acontecimientos
anteriores como si fueran contemporáneos a esa fecha. Así, la profanación de
las ceremonias y losmisterios de la Bona Dea por Publio Clodio Pulcher, el posterior divorcio de César de su segunda esposa
Pompeya, y la puesta en circulación de dos poemas de Catulo sugiriendo que César
y su jefe de ingenieros, Mamurra, eran amantes (y las posteriores disculpas de Catulo) se trasponen desde el 62
de diciembre a.C. hasta diciembre del 45 a.C. Además, muchos de los personajes
que aparecen vivos en la novela, en realidad ya habían muerto antes del 44 a.C.,
incluyendo a Marco Porcio Catón (en el 46 a.C.), Catulo (en el c. 54 a.C.),
Julia (en el 69 a.C.) y Clodio (en el 52 a.C.).
Una obra muy admirada y reconocida por Borges y García
Márquez, quien afirmaba (ver aquí) que era una fuente deslumbrante de la grandeza y las miserias del poder.
Son muchos los temas que
se abordan en la obra a través de las opiniones que expresan los protagonistas
en sus cartas o diarios. En un breve prefacio introductorio el autor
explica que la novela está dividida en cuatro Libros: «En cada uno de ellos se suceden los acontecimientos en orden
aproximadamente cronológico. Los del Libro I abarcan el mes de septiembre del
año 45 a. C. El Libro II, que contiene el material concerniente al estudio de
César sobre la naturaleza del amor,
comienza antes y atraviesa todo septiembre y todo octubre. El Libro III, que
trata esencialmente de lareligión, se inicia todavía antes y se
prolonga a lo largo del otoño, para terminar con las ceremonias de la Bona Dea,
en el mes de diciembre. El Libro IV, que compendia
todos los aspectos de la meditación de César, particularmente losrelativos a su propia persona en cuanto
posible instrumento del «destino»-, empieza con los primeros documentos del
volumen y termina con su asesinato.»
Hemos seleccionado y agrupado aquí algunos párrafos
referidos a diversos asuntos que consideramos interesantes y reflejan bien la
personalidad de los protagonistas de la novela con sus palabras y manifestaciones
(según la voz que les atribuye Thorton Wilder).
Sobre el futuro, esa inaprensible dimensión
temporal…
“El futuro es una dimensión que los seres
humanos tenemos que manejar de alguna manera, al mismo tiempo que se nos escapa
irremediablemente.”
(…) la anticipación del porvenir tiene un
carácter tentativo y provisorio; tan racional es el intento de prever el futuro
como la disposición de corregir nuestras previsiones contrastándolas con el
pasado.”
(Daniel
Innerarity. La sociedad invisible. 2004)
“Sobre
el futuro podemos saber muchas cosas excepto una: no podemos saber lo que
sabremos en el futuro, pues si no, ya lo sabríamos ahora.”
(Karl Popper)
“¿Qué es el futuro, al fin y al cabo, más que una
estructura de expectativas y esperanzas? Reside en la mente. Carece de
realidad.”
(J. M. Coetzee. Elizabeth
Costello. 2003)
En el transcurso de la
historia el deseo de conocer el futuro ha sido, es y será, con toda seguridad,
uno de los asuntos que más interés ha despertado en todas las sociedades y
culturas sin excepción, en todas las épocas y en todas las latitudes.
Desde los astrónomos
caldeos que escrutaban el cielo intentando averiguar en los astros el destino
de los seres humanos, hasta los más modernos métodos de planificación o
planteamiento estratégico, han sido numerosos los métodos, sistemas o
procedimientos empleados en la predicción del futuro, bien mediante la
observación e interpretación de diferentes fenómenos naturales, el empleo de
distintas mancias o artes adivinatorias y el uso de todo tipo de
sortilegios.
A lo largo de la novela
se suceden los informes y los comentarios de César sobre el (ab)uso de las
prácticas adivinatorias en Roma, llegando a manifestar:
«Gobierno a
innumerables hombres, pero debo reconocer que soy gobernado por pájaros y
truenos.»
«En estos últimos días
he estado recibiendo algunos informes absurdos y sin precedentes de los
destripadores de pájaros y de los investigadores del trueno.»
Y, sin embargo, César echa de manos el pasado [en una carta
a Julia Marcia]:
«Me hablas del pasado.
Yo no permito que mis pensamientos se detengan mucho tiempo en él. Todo lo que
al pasado se refiere –absolutamente todo- me parece de una belleza tal como
nunca volveré a verla.»
También una realista Clodia, poco proclive a creer en
augurios, escribe a su hermano Publio Clodio Pulcher:
«Solamente los niños,
los oradores políticos y los poetas hablan del futuro como si el futuro fuera
una cosa que alguien pudiese conocer. Sin embargo, y por fortuna nuestra, nada
sabemos de lo que reserva.»
Sobre la política y el ejercicio de gobernante…
[César]:
«En el arte de la
guerra, y en las actividades de la política, nada emprendo sin una intención
absolutamente determinada. Si surge algún obstáculo elaboro rápidamente un
nuevo plan, cada una de cuyas consecuencias posibles preveo claramente.»
«Creo que únicamente
una soledad existe en el mundo más grande que la del jefe militar o la del jefe
del Estado, y es la soledad del poeta. Porque, ¿quién podría aconsejarlo en esa
incesante sucesión de elecciones que es un poema? Es en este sentido que la
responsabilidad significa libertad. Cuantas más decisiones se vea uno obligado
a tomar por sí mismo, tanto mayor será la conciencia que tenga de su libertad
para elegir.»
«La condición de
gobernante añade nuevos grados de soledad a la esencial soledad del hombre.
Cada medida que tomamos, aumenta la extensión de nuestra soledad, y cada señal
de respeto que llega hasta nosotros nos separa más de nuestros semejantes.»
«…soy un político:
debo representar la farsa de la más rendida deferencia a la opinión de los
demás. El político es un hombre que simula estar sometido a la universal
necesidad de estima, pero no puede simularlo con eficacia, a menos de estar en
realidad libre de ella. Tal es la hipocresía fundamental de los políticos…»
«No se gana la
adhesión de un pueblo por el mero hecho de gobernarlo según sus intereses. Nosotros,
los gobernantes, hemos de consagrar buena parte de nuestro tiempo a captar su
imaginación.»
«En cierta clase de
reformas las perturbaciones provocadas por un cambio gradual son casi tan
graves como las que provoca una alteración drástica.»
«…solo hay un camino
para saber lo que uno en realidad sabe, y ese camino es arriesgar, en un acto,
las propias convicciones comprometiéndolas en una responsabilidad.»
«…uno no sabe lo que
sabe –ni siquiera lo que desea saber- hasta que lo desafían y se ve obligado a
hacer frente.»
(A su esposa, Pompeya):
«…deberé abrirte los
ojos a las dificultades que entraña la administración de un mundo, a la medida
en que un gobernante se ve obligado a transigir con la codicia de los hombres
capaces, al antagonismo que no falta nunca entre los subordinados, a las
diferencias que existen en los territorios de conquista reciente y los que
están de tiempo atrás incorporados a la República, y a los procedimientos a que
es necesario recurrir para ayudar a precipitarse en su propia ruina a los
testarudos.»
Sobre la Poesía, la filosofía, el amor, la vida…
[César]:
«Ya decía Platón,
aquel peligroso hechicero, que los mejores filósofos son los jovenzuelos en
quienes apenas apunta el bozo.»
«…la poesía es el
recurso natural del ocio forzoso.»
«…el logro supremo de
la vida reside en el ejercicio de la libre elección.»
«No hay rapacidad
comparable a la rapacidad de los privilegiados, que creen que sus ventajas les
han sido conferidas por una inteligencia superior, ni amargura semejante a la
de los desamparados, que se sienten específicamente omitidos.»
«Ya desde muy temprana
edad estaba yo convencido de que los auténticos poetas e historiadores son los
más valiosos ornamentos de un país, y esta convicción no ha hecho sino
acrecentarse con el tiempo.»
«En la vida, el
primero y el último maestro es el vivir mismo, con sus riesgos y sin reservas.»
«No soy amigo de la
especulación, y desde la edad de dieciséis años he considerado a la filosofía
con impaciencia, como un ejercicio intelectual, atrayente, pero estéril: cómoda
evasión de los deberes que el inmediato vivir impone.»
[Clodia]:
«…es precisamente la
poesía la que da a la existencia un aspecto más bello del que la existencia tiene:
es ella la más seductora de las mentiras y el más traidor de los consejeros.»
«…jamás gobierno
alguno podrá dar a cada hombre aquello que quizá lo hiciese dichoso, porque la
discordia se sienta en el corazón del mundo y está presente en cada una de sus
partes.»
«La poesía es un
lenguaje aparte dentro del lenguaje común concebido para describir una
existencia que no ha tenido realidad nunca y que no la tendrá jamás, y lo hace
con imágenes tan seductoras, que todos los hombres se ven empujados a compartirlas
y a verse distintos de lo que son.»
[Cicerón (sobre Cleopatra)]: «Tiene veinticuatro años y camina como si tratara de representar
veinticuatro años.»
[Cytheris (a Lucio Mamilio Turrino, glosando su amistad
frente al amor perdido de Marco Antonio)]:
«…esa amistad que
nunca logré conocer con Marco Antonio, porque solo florece en los espíritus
afines. (…) Durante quince años no
tuve motivos para preguntarme por qué se vive y por qué se sufre. Debo ahora
aprender a vivir sin la amorosa mirada de aquellos ojos en cuyo fulgor soñé
morir.»
[Cornelio Nepote (sobre César)]:
«Los hombres de su
especie tienen tal horror al pensamiento, que se jactan de poner en práctica
resoluciones súbitas. Piensan salvarse así de la indecisión, pero en realidad
solo se eximen de contemplar todas las consecuencias posibles de sus actos.»
«…sostiene que negar
la propia animalidad es reducirse a ser la mitad de un hombre.»
[Catulo(a
Clodia)]:
«No quiero saltar
ninguna etapa en el aprendizaje de este mundo como lugar de sombras y de
espanto.»
[Cicerón]:
«Pero si aceptamos una
poesía basada en una secreta línea de pensamiento, (…) pronto nos veremos
irremisiblemente condenados a lo Ininteligible, que habremos de admitir como una
forma superior de la sensibilidad. (…) Pero esto es incoherencia. Esto es el
elemento bárbaro y soterrado en nuestro interior, y con el cual Homero y todos
los grandes poetas han trabajado y luchado desde hace seiscientos años por
libertarnos. (…)
El mantenimiento de
las categorías no significa solamente la salvación de la literatura, sino
también la del Estado.»
Sobre la práctica médica y el médico de César…
[César (previene a Cleopatra sobre los médicos en general)]:
«…cuídate mucho, sé
prudente.
«Hiciste volver de tu
puerta a mi médico. ¿No podías haber dejado que te viera? ¿No podías haber
conversado con él un momento? Me dices que vuestra ciencia médica egipcia es
diez mil años más antigua que la nuestra y que los romanos somos unos niños.
Sí, sí, pero…Debo hablarte severamente: vuestros doctores tiene diez mil años
de insensatez. Piensa, piensa por un instante en lo que es la medicina. La
mayoría de los médicos son impostores. Cuanto más viejo y más venerado es un
médico, tanto más ha de simular que lo sabe todo. Es natural que se pongan
peores con el tiempo. Busca siempre un médico a quien los otros médicos
aborrezcan. Busca a uno bien joven antes de que caiga en la insensatez. ‘Deedja’
[apelativo cariñoso],prométeme que verás a mi Sóstenes [el
médico de César].
[Cornelio Nepote (refiere algunas confidencias de Sostenes,
médico de César)]:
«Soy su médico. He
asistido a ese cuerpo en sus convulsiones [recordemos que Julio César
padecía crisis epilépticas] y he vendado
sus heridas. Sé que es mortal. Pero nosotros, los médicos, aprendemos a
auscultar los cuerpos de nuestros pacientes como escuchan los músicos las
diversas liras que se les ponen en las manos. Y el de César, con su calvicie,
con su vejez incipiente y cubierto con las heridas de muchas guerras, está
transido de espíritu en cada una de sus partes. Sus poderes de recuperación son
extraordinarios. La enfermedad significa desaliento, pero la dolencia padecida
por César es la única que permite alcanzar un entusiasmo paroxístico y la que
corresponde por tanto a su mentalidad.»
«De vez en cuando me
permite que lo someta a determinados experimentos. Le impongo un ejercicio
excesivo, luego lo obligo a reposar mientras realizo algunas observaciones,
etc. durante una de estas inmovilidades forzosas me preguntó: ‘Si hubiese de
escapar a una muerte violenta y viviese hasta una edad avanzada, ¿cuál de mis
órganos fallaría primero y qué enfermedad me llevaría a la tumba?’ ‘Una
apoplejía, Señor’, le contesté, con lo que pareció muy complacido. Yo sabía
cuál era el fondo de su pensamiento, porque solo hay dos cosas que le inspiran
terror: el dolor físico, para el que tiene una sensibilidad fuera de lo
corriente, y la falta de decoro.»
«En otra oportunidad
me preguntó si había algún medio o algún procedimiento por el que un hombre
pudiese poner término a su vida rápidamente y sin efusión de sangre. Le expuse
tres, y no dudo que a partir de ese día me ha considerado con particular
gratitud y afecto.»
[Alina(esposa de
Cornelio Nepote) con ocasión y hablando de la muerte de Catulo, opina sobre el
médico de César]:
«Mi marido informó en
seguida al Dictador de su traslado, y César le envió inmediatamente a su
médico, un griego llamado Sóstenes, que es el joven asno más vanidoso que he
conocido. No vacilo en afirmar que yo soy también un médico excelente. Paréceme
éste un don que los Dioses Inmortales conceden a las madres. Pero el tal
Sóstenes rechazó, uno tras otro, todos los remedios que desde tiempo inmemorial
han probado su eficacia.»
«…y allí lo encontré
desmayado en el suelo, sobre un gran charco de bilis [se refiere a Cayo
Catulo] Mi marido envió de inmediato por
Sóstenes, quien no tardó en llegar, y estuvo a su cabecera hasta su muerte,
ocurrida una hora antes del amanecer.»
Sobre la religión, mitos, supersticiones, ritos y
ceremonias…
[César (imagina cerrar las puertas de los templos)]:
«–con excepción de los
de Júpiter- y precipitar a los Dioses a ese abismo del miedo y la ignorancia
del cual surgieron, y a ese traicionero semimundo donde inventa la fantasía sus
mentiras consoladoras.»
[César (imagina volver a escribir cuanto había escrito
previamente)]:
«Y esta vez empezaba
con el anuncio previo de que Júpiter no había existido nunca, de que el hombre
está solo en un mundo donde no resuena otra voz que su propia voz: en un mundo
que no es ni benigno ni hostil, sino solo como él sepa hacerlo.»
«¿…quién podría
explicar todos los símbolos, las influencias y las manifestaciones de esa
mezcla universal de terror y de júbilo que es la religión?»
«Las palabras ‘Divinidad’
y ‘Dios’ han estado en circulación entre los hombres desde hace mucho tiempo.
Tiene un millar de significaciones, y cada persona admite varias.»
[César (a Lucio Mamilio Turrino)]:
«¿Acaso sé con
certidumbre que no hay una inteligencia que trasciende nuestras vidas, y que no
existe misterio alguno en el Universo? Creo saberlo. ¡Qué felicidad, qué alivio
tan grande sería poder declararlo así, con una convicción absoluta! En tal
caso, hasta podría desear vivir eternamente. ¡Qué terrible y glorioso sería el
destino del hombre si, carente de toda orientación y consuelo, se viera
obligado a crear con la sustancia de sus entrañas el sentido de su existencia y
a establecer las normas que rigieran su vida!
Tu y yo decidimos,
hace tiempo, que los dioses no existen.»
[Clodia (a César)]:
«Tú afirmabas que el
universo no sabe que los hombres están viviendo en él.»
[César (a Lucio Mamilio Turrino, sobre los Misterios de la
Bona Dea y los cambios que estos ritos y ceremonias provocan en las mujeres)]:
«Los Misterios, según
tengo entendido, conjuran la esterilidad y previenen los partos monstruosos y
catastróficos. Armonizan, y en cierto modo santifican, la vida de la mujer,
sobre la cual hasta los más sesudos doctores confiesan saber muy poco. No es,
pues, difícil entender que su influencia benéfica no se detiene allí, ya que
con todo ello afirman la vida misma y aseguran la humanidad y la creación
enteras. Poco puede asombrarnos entonces que nuestras mujeres regresen al hogar
como seres de un mundo distinto y discurran en torno de nosotros durante un
tiempo como radiantes extranjeras. Se les ha dicho que mantienen el curso de
los astros y conservan en su lugar hasta las piedras de los pavimentos de Roma.
Por eso, cuando al cabo de algunos días se entregan a nosotros, lo hacen con un
orgullo no exento de desdén, como si los hombres no fuésemos sino instrumentos
accidentales de su poderosa misión.»
«Me pregunto,
perplejo, qué opinión puede tener de la mujer el hombre que no ha tenido la
fortuna de vivir en la proximidad de grandes mujeres. ¡Qué tonta arrogancia
debe inspirarle el mero hecho de ser hombre!»
«Lograr que cada mujer
halle dentro de sí su propia diosa: tal debería ser el significado de los
ritos.»
Terminamos con algunas de las versiones cinematográficas que
han recreado el asesinato de Julio César.
Una última recomendación: No se pierdan a la historiadora Mary Beardcontando
la historia de Roma en unos espléndidos libros y en unos magníficos documentales…
Sesión fotográfica de Spencer Tunick. Plaza del Zócalo (Ciudad de México), 6 mayo 2007. AP Photo/Darío López-Mills
«Hace tiempo estaba indeciso, pero ahora
ya no estoy tan seguro.»
Boscoe Pertwee
(citado por Umberto Eco en su libro ‘Kant y el ornitorrinco’)
Volvemos a refugiarnos en los libros…
He aquí unas nuevas sugerencias y propuestas de lectura que hacen bueno ese listado de
razones por las que leer, recibido hace unas semanas a través de Twitter (vía @ValaAfshar):
Por
qué leemos:
1.
Para aprender
2.
Para ‘escapar’
3.
Para confirmar [nuestras] creencias
4.
Para saber que no estamos solos
5.
Para encontrar nuevas ideas
6.
Para inspirarnos
7.
Para aprender a pensar
8.
Para permanecer abiertos al conocimiento
9.
Para atrevernos a soñar
10. Para ganar coraje
11. Para tener
esperanza
12. Para fortalecer convicciones
13. Para aprender a escribir
14. Para enamorarnos
(...)
Cuatro libros de un autor fascinante: Guido Ceronetti
EL SILENCIO DEL CUERPO (1979)
Creo que fue un médico urólogo [Joaquín Fernández @joaquinuro]
quien me habló en el SESCAM hace unos años de Guido Ceronetti, un escritor italiano entonces desconocido para mí, y me recomendó uno de sus
libros: un texto deslumbrante aparecido originalmente en 1979 titulado El silencio del cuerpo, repleto de citas, pensamientos como relámpagos, aforismos que son auténticos
latigazos y ácidas reflexiones sobre la práctica de la medicina. Sugerente y
provocador, compuesto de manera desordenada y fragmentaria, el propio autor
afirma (LOTE,nº 88 nov. 2004):
«La Medicina, que me
ha intrigado por tantos años, frecuentándola las más de las veces en los libros
y en temores obsesivos de salud, ahora escapa (tengo una percepción muy neta de
esto) al control historiográfico y al especulativo; ¡imaginemos al ético! Todo
aquello que puede hacer ahora el pensamiento agresivo, volcado a la
comprensión, en la imposibilidad de hacer reentrar, de comprimir dentro de
confines morales a su aterrorizante objeto, verdadero Leviatán, es fotografiar
desde puntos diversos la sombra de funesto cometa sobre la tierra, distinto de
los otros, nuestros Halley cotidianos, los Halley de toda hora, pero también
confundido con ellos, a veces, en nudos de entrecruzamientos fatales en este
globo silencioso.
Me espanta la
pasividad de los cuerpos, de nuestras vidas infelices, de nuestros cuerpos
mortales, bajo el azote de su deseo, de su omnipotencia jamás saciada, de su
deseo de hacer todo aquello que ha decidido hacer por nuestro bien, sancionado
como integral dependencia en pijama de campo de concentración.
No se cuentan sus
roturas, sus violencias a la carne, sus demoliciones, sus quebrantamientos, sus
destrozos de goznes, sus secuestros, sus extorsiones, sus captaciones de
consenso, sus ríos de sangre blanca, negra y roja, sus devastaciones y su
rapiña cósmica de dinero privado y público. El pensamiento no sabe en qué
categoría del mal ni cómo digerir especulativamente tantos rescates
pediátricos, tantos rescates oncológicos, geriátricos, obstétricos,
cardiológicos, sembrados a ciegas dondequiera haya médicos, servicios
sanitarios, hospitales, laboratorios de análisis, albergues para crónicos. A
cada rescate médico (quizás atractivamente afectuoso, pero en el fondo brutal,
siempre) corresponde una genuflexión de los omóplatos y de las vértebras
mentales del cuerpo, la rendición inmediata del conjunto a la orden de ceder
impartida a un punto, agredido, o supuestamente dispuesto a ser agredido en
breve, por el dolor.»
A medida que se adentra en el libro uno va captando la descarnada
lucidez y la enorme erudición del autor, auténtica revelación intemporal con
una prosa incisiva que provoca auténticas sacudidas y fogonazos en la
conciencia: «En estos orificios y
cuchitriles que somos vive un rostro oculto que no se nos parece.»
Y (nos) advierte:
«(…) Quien desee
convertirse en médico debe reflexionar antes de entrar en la profesión; ingrese
sólo si está determinado a ser diferente y a adoptar diferentes principios y
enseñanzas. De lo contrario, no lo haga.»
Enrique Vila-Matas, (vid. Ceronetti en persona, El País, 23 de febrero de 2010), lo considera como «experto en mundos borrados y creador cercano a Gadda, Manganelli y otros grandes raros de la escritura italiana del siglo pasado.» En este libro azaroso y poliédrico encuentro ecos y destellos que por su pesimismo recuerdan a E. M. Cioran, quien, en uno de sus Ejercicios de admiración y otros textos afirma sobre El silencio del cuerpo:
«...es
indiscutiblemente el producto de una exigencia de pureza, prueba un innegable
gusto por el horror: Guido Ceronetti parece un ermitaño seducido por el
infierno. Por el infierno del cuerpo. Uno de los signos evidentes de que la
salud falla es sentir nuestros órganos, ser consciente de ellos hasta la
obsesión. La maldición de arrastrar un cadáver es el tema mismo de su libro.»
A propósito del mismo libro, un auténtico rastreo por
humores, digestiones, heces, úlceras, viscosidades, cavidades y contaminaciones
del cuerpo, señala también Juan Malpartida (Nostalgia del cuerpo,ABC de las artes y las letras,
11 de noviembre de 2006): «A Ceronetti le
hubiera gustado ser un médico de mediados del siglo XIX, cuando se descubrió la
aspirina y aún era una profesión que atendía a la familia desde el parto al
deceso; y por otro lado, también sueña con ser un consolador antroposófico (la
verdad cura, ayuda).»
De la solapa de la edición italiana
original:
En Il silenzio del corpo. Materiali per studio di medicinaCeronetti recoge las observaciones que ha acumulado durante años alrededor de un tema que le fascina: el cuerpo. Atacado, seducido, descifrado, socavado, auscultado por doctores y poetas, por los chamanes y la pornografía, por filósofos y políticos, el cuerpo es quizás uno de los últimos enigmas que despiertan en todos una curiosidad invencible. Pero la dificultad surge del "silencio del cuerpo": un silencio que habla en otros idiomas distintos a los nuestros, y que sin embargo, tampoco son menos nuestros. Ceronetti es un maestro en escucharlos, explorando como un hábil flâneur los meandros de la historia de la medicina, impactando con aforismos definitivos, recortando imágenes de civilizaciones lejanas y cercanas, anotando las maravillas y los engaños de la filosofía. Así nació un libro aventurero, en conjunto enciclopédico y personal, que se puede abrir en cualquier punto encontrando una frase, un párrafo en particular, una historia que nos haga reflexionar y fantasear. De la Biblia a la sífilis, del lenguaje erótico a Jack el destripador, de los asilos a China, de los vampiros a los médicos del seguro: Ceronetti presenta sus temas como si tocara los pliegues de un gran abanico que no termina de abrirse. Y no estará seguro de querer cerrarlo en una serie de "explicaciones". De hecho, se declara inmediatamente "tan feliz de hurgar en el microcosmos humano (y gritarlo divino y trágico ante la estupidez y el silencio) como de no poder tomarlo con sus manos y definirlo, con absoluta certeza, salvar la divinidad-tragedia fundamental, nada».
Inevitablemente, tras la lectura de este libro singular e imprescindible nos
lanzamos a la búsqueda de otras obras del autor, encontrando otras tres joyas:
EL CANTAR DE LOS CANTARES (1975)
Considerado como un versátil y moderno polígrafo, filósofo,
escritor, periodista, poeta, traductor y “sagaz cronista de hechos culturales y
sociales”, Ceronetti se nos muestra como un sabio y lúcido exégeta capaz de traducir
e interpretar tanto clásicos latinos como textos bíblicos y poetas modernos. Averiguamos
que una de sus obras más celebradas es una versión del Cantar de los Cantares a la que añadió un ensayo en el que explica la gran variedad de resonancias que
el texto bíblico propone y (le) sugiere.
Atribuido a Salomón, el Cantar de los Cantares es probablemente
el más importante y bello poema de amor de la historia, como dice la
contracubierta de la edición en español de este libro:
«Y sea cual sea el amor que celebre—el de Yahveh por su pueblo, como
quiere la tradición hebrea; el del alma y su Dios, como quiso san Juan de la
Cruz y la tradición mística; el carnal entre hombre y mujer, como parece
imponerse en una lectura inmediata del texto—, jamás han sido encontradas
palabras más bellas y más profundas, palabras que parecen adecuarse
milagrosamente a cada una de sus diversas interpretaciones, incluso a aquellas
incompatibles.»
En una reseña del libro, J. Antonio González Iglesias
recomienda:
«Deben leer este libro los que todavía
distinguen sexo y amor. Los que hablan de amor reproductivo o no reproductivo.
Los que se plantean si Dios es masculino o femenino. Los que se angustian por
tener que elegir entre Dios o la nada.»
EL MONÓCULO MELANCÓLICO (1988)
Un libro hermoso, brillante e inteligente, en el que Ceronetti, en una serie debreves
y variados ensayos, explora aspectos esenciales de la experiencia humana a
partir de obras de arte o acontecimientos históricos muy diversos.
La contracubierta dice que se trata de una suerte de De profundis melancólico lanzado por uno de los más singulares pensadores europeos. Nos hable—entre otras cosas—del
Cristo de Grünewald, de un gerifalte maoísta ante la Maja desnuda de Goya, de
Chagall, de los corrimientos de tierras de la Valtelina o del valor de la
oración; ataque a Pedro Abelardo por su dureza y sequedad hacia Eloísa,
rememore a Teresa de Jesús o recuerde la inhumanidad de la guerra civil
española; observe a una mujer y a su hijo hambrientos en Biafra o la plenitud
de un Rembrandt; se escandalice por la bomba atómica o por la dictadura de la
Razón; su voz es siempre profética, resonante y esencial.
Índice:
- Grünewald,
viaje al abismo
· - Las manos
y la catedral
· - Dolor-Tiempo-Tánatos:
La mujer en tres imágenes
«Es más fácil aceptar el crimen esporádico que la torpeza intelectual permanente», escribió una vez Guido Ceronetti. Y precisamente para luchar contra la torpeza intelectual, mantiene una batalla sin cuartel, combatiendo con las frágiles y potentísimas armas del pensamiento. Luchar contra la torpeza será, en este libro, interrogarse de nuevo sobre las Escrituras y los automóviles, recorrer las páginas vertiginosas de Schopenhauer y los amantes de Mayerling y su leyenda romántica, observar la filosofía de Spinoza desde un punto de vista heterodoxo y después definir el tango como «el más primitivo y el más refinado de todos los bailes», para terminar con Blake y la gnosis del tigre. Porque, si la condición humana puede simbolizarse perfectamente en el ojo del perro de Goya semihundido en la arena, solamente la lucidez dolorosa de una mirada que sea capaz de recoger hasta el fondo lo insensato y lo grotesco, la belleza y el humor, podrá iluminarnos.
Nuevamente el libro recopila una serie de ensayos breves en
los que, con su clásico y habitual estilo
erudito, profundo y provocador, Ceronetti aborda una gran variedad de temas: