Sesión fotográfica de Spencer Tunick. Plaza del Zócalo (Ciudad de México), 6 mayo 2007. AP Photo/Darío López-Mills
«Hace tiempo estaba indeciso, pero ahora
ya no estoy tan seguro.»
Boscoe Pertwee
(citado por Umberto Eco en su libro ‘Kant y el ornitorrinco’)
Volvemos a refugiarnos en los libros…
He aquí unas nuevas sugerencias y propuestas de lectura que hacen bueno ese listado de
razones por las que leer, recibido hace unas semanas a través de Twitter (vía @ValaAfshar):
Por
qué leemos:
1.
Para aprender
2.
Para ‘escapar’
3.
Para confirmar [nuestras] creencias
4.
Para saber que no estamos solos
5.
Para encontrar nuevas ideas
6.
Para inspirarnos
7.
Para aprender a pensar
8.
Para permanecer abiertos al conocimiento
9.
Para atrevernos a soñar
10. Para ganar coraje
11. Para tener
esperanza
12. Para fortalecer convicciones
13. Para aprender a escribir
14. Para enamorarnos
(...)
Cuatro libros de un autor fascinante: Guido Ceronetti
EL SILENCIO DEL CUERPO (1979)
Creo que fue un médico urólogo [Joaquín Fernández @joaquinuro]
quien me habló en el SESCAM hace unos años de Guido Ceronetti, un escritor italiano entonces desconocido para mí, y me recomendó uno de sus
libros: un texto deslumbrante aparecido originalmente en 1979 titulado El silencio del cuerpo, repleto de citas, pensamientos como relámpagos, aforismos que son auténticos
latigazos y ácidas reflexiones sobre la práctica de la medicina. Sugerente y
provocador, compuesto de manera desordenada y fragmentaria, el propio autor
afirma (LOTE,nº 88 nov. 2004):
«La Medicina, que me
ha intrigado por tantos años, frecuentándola las más de las veces en los libros
y en temores obsesivos de salud, ahora escapa (tengo una percepción muy neta de
esto) al control historiográfico y al especulativo; ¡imaginemos al ético! Todo
aquello que puede hacer ahora el pensamiento agresivo, volcado a la
comprensión, en la imposibilidad de hacer reentrar, de comprimir dentro de
confines morales a su aterrorizante objeto, verdadero Leviatán, es fotografiar
desde puntos diversos la sombra de funesto cometa sobre la tierra, distinto de
los otros, nuestros Halley cotidianos, los Halley de toda hora, pero también
confundido con ellos, a veces, en nudos de entrecruzamientos fatales en este
globo silencioso.
Me espanta la
pasividad de los cuerpos, de nuestras vidas infelices, de nuestros cuerpos
mortales, bajo el azote de su deseo, de su omnipotencia jamás saciada, de su
deseo de hacer todo aquello que ha decidido hacer por nuestro bien, sancionado
como integral dependencia en pijama de campo de concentración.
No se cuentan sus
roturas, sus violencias a la carne, sus demoliciones, sus quebrantamientos, sus
destrozos de goznes, sus secuestros, sus extorsiones, sus captaciones de
consenso, sus ríos de sangre blanca, negra y roja, sus devastaciones y su
rapiña cósmica de dinero privado y público. El pensamiento no sabe en qué
categoría del mal ni cómo digerir especulativamente tantos rescates
pediátricos, tantos rescates oncológicos, geriátricos, obstétricos,
cardiológicos, sembrados a ciegas dondequiera haya médicos, servicios
sanitarios, hospitales, laboratorios de análisis, albergues para crónicos. A
cada rescate médico (quizás atractivamente afectuoso, pero en el fondo brutal,
siempre) corresponde una genuflexión de los omóplatos y de las vértebras
mentales del cuerpo, la rendición inmediata del conjunto a la orden de ceder
impartida a un punto, agredido, o supuestamente dispuesto a ser agredido en
breve, por el dolor.»
A medida que se adentra en el libro uno va captando la descarnada
lucidez y la enorme erudición del autor, auténtica revelación intemporal con
una prosa incisiva que provoca auténticas sacudidas y fogonazos en la
conciencia: «En estos orificios y
cuchitriles que somos vive un rostro oculto que no se nos parece.»
Y (nos) advierte:
«(…) Quien desee
convertirse en médico debe reflexionar antes de entrar en la profesión; ingrese
sólo si está determinado a ser diferente y a adoptar diferentes principios y
enseñanzas. De lo contrario, no lo haga.»
Enrique Vila-Matas, (vid. Ceronetti en persona, El País, 23 de febrero de 2010), lo considera como «experto en mundos borrados y creador cercano a Gadda, Manganelli y otros grandes raros de la escritura italiana del siglo pasado.» En este libro azaroso y poliédrico encuentro ecos y destellos que por su pesimismo recuerdan a E. M. Cioran, quien, en uno de sus Ejercicios de admiración y otros textos afirma sobre El silencio del cuerpo:
«...es
indiscutiblemente el producto de una exigencia de pureza, prueba un innegable
gusto por el horror: Guido Ceronetti parece un ermitaño seducido por el
infierno. Por el infierno del cuerpo. Uno de los signos evidentes de que la
salud falla es sentir nuestros órganos, ser consciente de ellos hasta la
obsesión. La maldición de arrastrar un cadáver es el tema mismo de su libro.»
A propósito del mismo libro, un auténtico rastreo por
humores, digestiones, heces, úlceras, viscosidades, cavidades y contaminaciones
del cuerpo, señala también Juan Malpartida (Nostalgia del cuerpo, ABC de las artes y las letras,
11 de noviembre de 2006): «A Ceronetti le
hubiera gustado ser un médico de mediados del siglo XIX, cuando se descubrió la
aspirina y aún era una profesión que atendía a la familia desde el parto al
deceso; y por otro lado, también sueña con ser un consolador antroposófico (la
verdad cura, ayuda).»
De la solapa de la edición italiana
original:
En Il silenzio del corpo. Materiali per studio di medicina Ceronetti recoge las observaciones que ha acumulado durante años alrededor de un tema que le fascina: el cuerpo. Atacado, seducido, descifrado, socavado, auscultado por doctores y poetas, por los chamanes y la pornografía, por filósofos y políticos, el cuerpo es quizás uno de los últimos enigmas que despiertan en todos una curiosidad invencible. Pero la dificultad surge del "silencio del cuerpo": un silencio que habla en otros idiomas distintos a los nuestros, y que sin embargo, tampoco son menos nuestros. Ceronetti es un maestro en escucharlos, explorando como un hábil flâneur los meandros de la historia de la medicina, impactando con aforismos definitivos, recortando imágenes de civilizaciones lejanas y cercanas, anotando las maravillas y los engaños de la filosofía. Así nació un libro aventurero, en conjunto enciclopédico y personal, que se puede abrir en cualquier punto encontrando una frase, un párrafo en particular, una historia que nos haga reflexionar y fantasear. De la Biblia a la sífilis, del lenguaje erótico a Jack el destripador, de los asilos a China, de los vampiros a los médicos del seguro: Ceronetti presenta sus temas como si tocara los pliegues de un gran abanico que no termina de abrirse. Y no estará seguro de querer cerrarlo en una serie de "explicaciones". De hecho, se declara inmediatamente "tan feliz de hurgar en el microcosmos humano (y gritarlo divino y trágico ante la estupidez y el silencio) como de no poder tomarlo con sus manos y definirlo, con absoluta certeza, salvar la divinidad-tragedia fundamental, nada».
Inevitablemente, tras la lectura de este libro singular e imprescindible nos
lanzamos a la búsqueda de otras obras del autor, encontrando otras tres joyas:
EL CANTAR DE LOS CANTARES (1975)
Considerado como un versátil y moderno polígrafo, filósofo,
escritor, periodista, poeta, traductor y “sagaz cronista de hechos culturales y
sociales”, Ceronetti se nos muestra como un sabio y lúcido exégeta capaz de traducir
e interpretar tanto clásicos latinos como textos bíblicos y poetas modernos. Averiguamos
que una de sus obras más celebradas es una versión del Cantar de los Cantares a la que añadió un ensayo en el que explica la gran variedad de resonancias que
el texto bíblico propone y (le) sugiere.
Atribuido a Salomón, el Cantar de los Cantares es probablemente
el más importante y bello poema de amor de la historia, como dice la
contracubierta de la edición en español de este libro:
«Y sea cual sea el amor que celebre—el de Yahveh por su pueblo, como
quiere la tradición hebrea; el del alma y su Dios, como quiso san Juan de la
Cruz y la tradición mística; el carnal entre hombre y mujer, como parece
imponerse en una lectura inmediata del texto—, jamás han sido encontradas
palabras más bellas y más profundas, palabras que parecen adecuarse
milagrosamente a cada una de sus diversas interpretaciones, incluso a aquellas
incompatibles.»
En una reseña del libro, J. Antonio González Iglesias
recomienda:
«Deben leer este libro los que todavía
distinguen sexo y amor. Los que hablan de amor reproductivo o no reproductivo.
Los que se plantean si Dios es masculino o femenino. Los que se angustian por
tener que elegir entre Dios o la nada.»
EL MONÓCULO MELANCÓLICO (1988)
Un libro hermoso, brillante e inteligente, en el que Ceronetti, en una serie de breves
y variados ensayos, explora aspectos esenciales de la experiencia humana a
partir de obras de arte o acontecimientos históricos muy diversos.
La contracubierta dice que se trata de una suerte de De profundis melancólico lanzado por uno de los más singulares pensadores europeos. Nos hable—entre otras cosas—del
Cristo de Grünewald, de un gerifalte maoísta ante la Maja desnuda de Goya, de
Chagall, de los corrimientos de tierras de la Valtelina o del valor de la
oración; ataque a Pedro Abelardo por su dureza y sequedad hacia Eloísa,
rememore a Teresa de Jesús o recuerde la inhumanidad de la guerra civil
española; observe a una mujer y a su hijo hambrientos en Biafra o la plenitud
de un Rembrandt; se escandalice por la bomba atómica o por la dictadura de la
Razón; su voz es siempre profética, resonante y esencial.
Índice:
Índice:
- Grünewald,
viaje al abismo
· - Las manos
y la catedral
· - Dolor-Tiempo-Tánatos:
La mujer en tres imágenes
· - Sobre un
desnudo fotográfico de 1930
(Esbozo interrumpido de una
respuesta)
· - El chino y
la “desnuda”
· - Teresa de
Jesús entre cielo y tierra
(En el cuarto centenario de su tránsito: 1582-1982)
· Muerte de
la plegaria
(Reflexiones sobre el olivo expoliado)
· - Poesía
clara poesía oscura
· - Memorándum
por el cincuentenario de la Guerra Civil de España: 1936-1986
(Notas
desparramadas, jamás utilizadas)
- Valtelina
1987
- Apoteosis (Recuerdo
del 6 de agosto de 1945)
LA LINTERNA DEL FILÓSOFO (2005)
Dice el editor a propósito de este libro:
«Es más fácil aceptar el crimen esporádico que la torpeza intelectual permanente», escribió una vez Guido Ceronetti. Y precisamente para luchar contra la torpeza intelectual, mantiene una batalla sin cuartel, combatiendo con las frágiles y potentísimas armas del pensamiento. Luchar contra la torpeza será, en este libro, interrogarse de nuevo sobre las Escrituras y los automóviles, recorrer las páginas vertiginosas de Schopenhauer y los amantes de Mayerling y su leyenda romántica, observar la filosofía de Spinoza desde un punto de vista heterodoxo y después definir el tango como «el más primitivo y el más refinado de todos los bailes», para terminar con Blake y la gnosis del tigre. Porque, si la condición humana puede simbolizarse perfectamente en el ojo del perro de Goya semihundido en la arena, solamente la lucidez dolorosa de una mirada que sea capaz de recoger hasta el fondo lo insensato y lo grotesco, la belleza y el humor, podrá iluminarnos.
Nuevamente el libro recopila una serie de ensayos breves en
los que, con su clásico y habitual estilo
erudito, profundo y provocador, Ceronetti aborda una gran variedad de temas:
- Acuérdate de nosotros, filosofía
- Último Spinoza
mío
Nota a “Último Spinoza mío”
- De Lev Šestov, “A propósito de la balanza de Job”
- Spinoza y el amor
- Un perro de Goya
- Sobre un pensamiento de Hugo
- Antipoesía del ego
- El automóvil y la carne
- Susurros ecofilosóficos
- Piovene y “Las Furias”
- Salmo 8 y Génesis 9 –Prospecciones
- Hombre pareja tango
- Juvenal y las mujeres
- Lutero y el lobo
- Mayerling develado- Sátira y la vida
- Ni Buda ni Satanás: Schopenhauer
Nota a “Ni Buda ni Satanás”
- “Pestis venérea”
- Gnosis del tigre: Blake y la revolución
- William Blake, “La tigre”
En definitiva, un autor necesario, de quien algunos de sus
compatriotas han dicho:
«Como es un sabio,
Ceronetti es también un hombre libre».
(Pietro Citati, Il
Corriere della Sera)
«La escritura de Guido
Ceronetti es como la mano que agarra los mejores frutos de la vida».
(Antonio Gnoli, La
Repubblica)
(Continuará…)