La morte di Cesare (c.1798) de Vincenzo Camuccini (1771-1884)
S.P.Q.R.: Acrónimo de Senātus Populusque
Rōmānus ('El Senado y el Pueblo Romano')
“Es difícil dejar de convertirse en la
persona que los demás creen que uno es.”
Thornton Wilder (1897-1975)
Conservo un viejo y (ya) gastado ejemplar de Los idus de marzo en una edición conjunta
de Alianza Editorial y Emecé Editores en traducción de María Antonia Oyuela, con
una amable dedicatoria de mi amigo (entonces compañero de trabajo) Ángel Amador Muñoz:
«Ahí, al otro lado de
la calle, existe un mundo que late con fuerza, pero desgraciadamente solo
pueden verlo aquellos que aprendieron a mirar.»
11 de julio de 1986
Publicada originalmente en 1948, he vuelto en estos días a
esta excelente novela, con motivo de su lectura en una tertulia literaria: «Una ficción sobre determinados hechos y
personas pertenecientes a los días postreros de la República Romana», así califica Thorton Wilder (1897-1975) su obra, que relata los últimos meses de la vida de Julio César, en el año 44
a. C.
En realidad no se trata propiamente de una novela histórica
o una biografía novelada, sino la narración de un relato alegórico que, a
partir de algunos hechos históricos, se abre a lo puramente literario para
llevar a cabo una (magnifica y didáctica) reflexión acerca del carácter y de la
condición humana. Aunque predomina el género epistolar, la novela está
construida de manera fragmentaria a partir de diversos documentos apócrifos, cartas
imaginarias, supuestos diarios personales, informes secretos, poemas, sátiras
teatrales e incluso notas sobre las predicciones del colegio de augures
y de los arúspices
basadas en la observación del
estado de las entrañas de las aves, las señales del cielo, la conducta de los animales y otros acontecimientos
extraordinarios.
Partiendo de la versión parcial y necesariamente incompleta
que cada texto representa, Los idus de marzo (nos) obliga a
ensamblar un relato que, a pesar de los distintos estilos y puntos de vista,
aparece contado con enorme verosimilitud a través de las imaginarias voces de los
diferentes narradores. En este sentido, los principales personajes históricos que
aparecen en sus páginas son los siguientes:
Julio César, dictador de Roma.
Clodia Pulcher, mujer extremadamente irascible,
inteligente y fascinante; con su vida escandalosa personifica y hace patente el
ridículo de la sociedad romana.
Publio Clodio Pulcher, su hermano, un auténtico
truhán; sólo juega un papel menor.
Marco Tulio Cicerón, notable orador, estadista,
teórico político, abogado y filósofo.
Julia Marcia, tía de Julio César.
Pompeya, segunda esposa de César.
Cornelio Nepote, biógrafo e historiador.
Cayo Valerio Catulo, conocido poeta latino enamorado
de Clodia. (La novela incluye algunos de sus poemas, que aparecen según la
traducción del propio Thorton Wilder).
Cleopatra, reina de Egipto y amante de César.
Cytheris, actriz de origen plebeyo, muy
admirada por César; Marco Antonio fue su amante durante 15 años.
Marco Antonio, inicialmente es el amante de
Cytheris; se encuentra y se enamora de Cleopatra en el transcurso de la novela.
Marco Porcio Catón, (Catón el joven) reconocido
estoico, se convierte en líder de la oposición a la dictadura de César.
Servilia, ex-amante de César, hermanastra de
Catón, madre de Marco Bruto.
Marco Junio Bruto, el más famoso de los
asesinos de Julio César, sobrino de Catón.
Porcia, esposa de Bruto, hija de Catón.
Calpurnia, tercera esposa de César.
Suetonio, historiador y prominente biógrafo
romano; su narración (histórica) del asesinato cierra la novela.
Aunque no se trata de una figura histórica real, uno de los
personajes más importantes de la obra es Lucio
Mamilio Turrino, amigo y antiguo compañero de armas de César, que vive
jubilado en la isla de Capri; varios personajes le escriben trasladándole sus
confidencias, pero él nunca responde.
Todos los documentos contenidos en la obra –advierte Wilder-
son ficticios, fruto de la imaginación del autor, excepto los poemas de Catulo
y la página final, extraída de las Vidas de los doce Césares, de Suetonio. Sin
embargo, algunos de los hechos narrados, que quizás pudieran parecer más sorprendentes, son históricos, como la visita
de Cleopatra a Roma en el 46 a.C. (inmortalizada en la célebre película de Joseph
L. Mankiewicz de 1963).
La novela transcurre en una etapa de cambios vertiginosos, tras
las imponentes campañas de Julio César en Hispania, las Galias, Colonia y
Egipto. En este momento César ha superado la conspiración de Pompeyo y los
conservadores. Ha regresado vencedor y como Dictador dueño absoluto de Roma
inicia una intensa tarea de reforma. Contra una oposición poderosa incrementa
el número de senadores, instituye el reparto de tierras, amplía los derechos de
ciudadanía, suprime la tortura e introduce cambios en el calendario para que nuestros días se regulen mediante
una provechosa adaptación a los movimientos del sol y la luna.
El tiempo histórico de la novela es un momento en el que se
está gestando un enorme cambio en la concepción del individuo, en la que éste se
va desprendiendo progresivamente de la tutela de los dioses y de las viejas ceremonias
romanas, haciéndolo cambiar drásticamente su forma de percibir el mundo.
Destaca el diario epistolar de Julio César dirigido a Lucio
Mamilio Turrino, que dibuja la otra cara del hombre de acción, revelando a una persona reflexiva, amante de la
poesía y la filosofía, convencida de poseer un gran destino que cumplir y al
que se niega someter a las costumbres y creencias de su tiempo. Aparece como un
librepensador algo escéptico y se muestra como un gobernante que intenta ganar
para Roma los beneficios del libre albedrío. Se queja de haber heredado una gran
carga de superstición e insensatez.
Algunas consideraciones adicionales sobre la novela y un buen
análisis sobre la figura de Catulo, dividido, viviendo entre el amor y el odio,
entre la atracción y el rechazo que siente por Clodia y César, puede leerse también
aquí.
Aunque la novela narra los acontecimientos previos al
asesinato de César el 15 de marzo del 44 a.C., se describen varios acontecimientos
anteriores como si fueran contemporáneos a esa fecha. Así, la profanación de
las ceremonias y los misterios de la Bona Dea por Publio Clodio Pulcher, el posterior divorcio de César de su segunda esposa
Pompeya, y la puesta en circulación de dos poemas de Catulo sugiriendo que César
y su jefe de ingenieros, Mamurra, eran amantes (y las posteriores disculpas de Catulo) se trasponen desde el 62
de diciembre a.C. hasta diciembre del 45 a.C. Además, muchos de los personajes
que aparecen vivos en la novela, en realidad ya habían muerto antes del 44 a.C.,
incluyendo a Marco Porcio Catón (en el 46 a.C.), Catulo (en el c. 54 a.C.),
Julia (en el 69 a.C.) y Clodio (en el 52 a.C.).
Una obra muy admirada y reconocida por Borges y García
Márquez, quien afirmaba (ver aquí) que era una fuente deslumbrante de la grandeza y las miserias del poder.
Son muchos los temas que
se abordan en la obra a través de las opiniones que expresan los protagonistas
en sus cartas o diarios. En un breve prefacio introductorio el autor
explica que la novela está dividida en cuatro Libros: «En cada uno de ellos se suceden los acontecimientos en orden
aproximadamente cronológico. Los del Libro I abarcan el mes de septiembre del
año 45 a. C. El Libro II, que contiene el material concerniente al estudio de
César sobre la naturaleza del amor,
comienza antes y atraviesa todo septiembre y todo octubre. El Libro III, que
trata esencialmente de la religión, se inicia todavía antes y se
prolonga a lo largo del otoño, para terminar con las ceremonias de la Bona Dea,
en el mes de diciembre. El Libro IV, que compendia
todos los aspectos de la meditación de César, particularmente los relativos a su propia persona en cuanto
posible instrumento del «destino»-, empieza con los primeros documentos del
volumen y termina con su asesinato.»
Hemos seleccionado y agrupado aquí algunos párrafos
referidos a diversos asuntos que consideramos interesantes y reflejan bien la
personalidad de los protagonistas de la novela con sus palabras y manifestaciones
(según la voz que les atribuye Thorton Wilder).
Sobre el futuro, esa inaprensible dimensión
temporal…
“El futuro es una dimensión que los seres
humanos tenemos que manejar de alguna manera, al mismo tiempo que se nos escapa
irremediablemente.”
(…) la anticipación del porvenir tiene un
carácter tentativo y provisorio; tan racional es el intento de prever el futuro
como la disposición de corregir nuestras previsiones contrastándolas con el
pasado.”
(Daniel
Innerarity. La sociedad invisible. 2004)
“Sobre
el futuro podemos saber muchas cosas excepto una: no podemos saber lo que
sabremos en el futuro, pues si no, ya lo sabríamos ahora.”
(Karl Popper)
“¿Qué es el futuro, al fin y al cabo, más que una
estructura de expectativas y esperanzas? Reside en la mente. Carece de
realidad.”
(J. M. Coetzee. Elizabeth
Costello. 2003)
En el transcurso de la
historia el deseo de conocer el futuro ha sido, es y será, con toda seguridad,
uno de los asuntos que más interés ha despertado en todas las sociedades y
culturas sin excepción, en todas las épocas y en todas las latitudes.
Desde los astrónomos
caldeos que escrutaban el cielo intentando averiguar en los astros el destino
de los seres humanos, hasta los más modernos métodos de planificación o
planteamiento estratégico, han sido numerosos los métodos, sistemas o
procedimientos empleados en la predicción del futuro, bien mediante la
observación e interpretación de diferentes fenómenos naturales, el empleo de
distintas mancias o artes adivinatorias y el uso de todo tipo de
sortilegios.
A lo largo de la novela
se suceden los informes y los comentarios de César sobre el (ab)uso de las
prácticas adivinatorias en Roma, llegando a manifestar:
«Gobierno a
innumerables hombres, pero debo reconocer que soy gobernado por pájaros y
truenos.»
«En estos últimos días
he estado recibiendo algunos informes absurdos y sin precedentes de los
destripadores de pájaros y de los investigadores del trueno.»
Y, sin embargo, César echa de manos el pasado [en una carta
a Julia Marcia]:
«Me hablas del pasado.
Yo no permito que mis pensamientos se detengan mucho tiempo en él. Todo lo que
al pasado se refiere –absolutamente todo- me parece de una belleza tal como
nunca volveré a verla.»
También una realista Clodia, poco proclive a creer en
augurios, escribe a su hermano Publio Clodio Pulcher:
«Solamente los niños,
los oradores políticos y los poetas hablan del futuro como si el futuro fuera
una cosa que alguien pudiese conocer. Sin embargo, y por fortuna nuestra, nada
sabemos de lo que reserva.»
Sobre la política y el ejercicio de gobernante…
[César]:
«En el arte de la
guerra, y en las actividades de la política, nada emprendo sin una intención
absolutamente determinada. Si surge algún obstáculo elaboro rápidamente un
nuevo plan, cada una de cuyas consecuencias posibles preveo claramente.»
«Creo que únicamente
una soledad existe en el mundo más grande que la del jefe militar o la del jefe
del Estado, y es la soledad del poeta. Porque, ¿quién podría aconsejarlo en esa
incesante sucesión de elecciones que es un poema? Es en este sentido que la
responsabilidad significa libertad. Cuantas más decisiones se vea uno obligado
a tomar por sí mismo, tanto mayor será la conciencia que tenga de su libertad
para elegir.»
«La condición de
gobernante añade nuevos grados de soledad a la esencial soledad del hombre.
Cada medida que tomamos, aumenta la extensión de nuestra soledad, y cada señal
de respeto que llega hasta nosotros nos separa más de nuestros semejantes.»
«…soy un político:
debo representar la farsa de la más rendida deferencia a la opinión de los
demás. El político es un hombre que simula estar sometido a la universal
necesidad de estima, pero no puede simularlo con eficacia, a menos de estar en
realidad libre de ella. Tal es la hipocresía fundamental de los políticos…»
«No se gana la
adhesión de un pueblo por el mero hecho de gobernarlo según sus intereses. Nosotros,
los gobernantes, hemos de consagrar buena parte de nuestro tiempo a captar su
imaginación.»
«En cierta clase de
reformas las perturbaciones provocadas por un cambio gradual son casi tan
graves como las que provoca una alteración drástica.»
«…solo hay un camino
para saber lo que uno en realidad sabe, y ese camino es arriesgar, en un acto,
las propias convicciones comprometiéndolas en una responsabilidad.»
«…uno no sabe lo que
sabe –ni siquiera lo que desea saber- hasta que lo desafían y se ve obligado a
hacer frente.»
(A su esposa, Pompeya):
«…deberé abrirte los
ojos a las dificultades que entraña la administración de un mundo, a la medida
en que un gobernante se ve obligado a transigir con la codicia de los hombres
capaces, al antagonismo que no falta nunca entre los subordinados, a las
diferencias que existen en los territorios de conquista reciente y los que
están de tiempo atrás incorporados a la República, y a los procedimientos a que
es necesario recurrir para ayudar a precipitarse en su propia ruina a los
testarudos.»
Sobre la Poesía, la filosofía, el amor, la vida…
[César]:
«Ya decía Platón,
aquel peligroso hechicero, que los mejores filósofos son los jovenzuelos en
quienes apenas apunta el bozo.»
«…la poesía es el
recurso natural del ocio forzoso.»
«…el logro supremo de
la vida reside en el ejercicio de la libre elección.»
«No hay rapacidad
comparable a la rapacidad de los privilegiados, que creen que sus ventajas les
han sido conferidas por una inteligencia superior, ni amargura semejante a la
de los desamparados, que se sienten específicamente omitidos.»
«Ya desde muy temprana
edad estaba yo convencido de que los auténticos poetas e historiadores son los
más valiosos ornamentos de un país, y esta convicción no ha hecho sino
acrecentarse con el tiempo.»
«En la vida, el
primero y el último maestro es el vivir mismo, con sus riesgos y sin reservas.»
«No soy amigo de la
especulación, y desde la edad de dieciséis años he considerado a la filosofía
con impaciencia, como un ejercicio intelectual, atrayente, pero estéril: cómoda
evasión de los deberes que el inmediato vivir impone.»
[Clodia]:
«…es precisamente la
poesía la que da a la existencia un aspecto más bello del que la existencia tiene:
es ella la más seductora de las mentiras y el más traidor de los consejeros.»
«…jamás gobierno
alguno podrá dar a cada hombre aquello que quizá lo hiciese dichoso, porque la
discordia se sienta en el corazón del mundo y está presente en cada una de sus
partes.»
«La poesía es un
lenguaje aparte dentro del lenguaje común concebido para describir una
existencia que no ha tenido realidad nunca y que no la tendrá jamás, y lo hace
con imágenes tan seductoras, que todos los hombres se ven empujados a compartirlas
y a verse distintos de lo que son.»
[Cicerón (sobre Cleopatra)]: «Tiene veinticuatro años y camina como si tratara de representar
veinticuatro años.»
[Cytheris (a Lucio Mamilio Turrino, glosando su amistad
frente al amor perdido de Marco Antonio)]:
«…esa amistad que
nunca logré conocer con Marco Antonio, porque solo florece en los espíritus
afines. (…) Durante quince años no
tuve motivos para preguntarme por qué se vive y por qué se sufre. Debo ahora
aprender a vivir sin la amorosa mirada de aquellos ojos en cuyo fulgor soñé
morir.»
[Cornelio Nepote (sobre César)]:
«Los hombres de su
especie tienen tal horror al pensamiento, que se jactan de poner en práctica
resoluciones súbitas. Piensan salvarse así de la indecisión, pero en realidad
solo se eximen de contemplar todas las consecuencias posibles de sus actos.»
«…sostiene que negar
la propia animalidad es reducirse a ser la mitad de un hombre.»
[Catulo (a
Clodia)]:
«No quiero saltar
ninguna etapa en el aprendizaje de este mundo como lugar de sombras y de
espanto.»
[Cicerón]:
«Pero si aceptamos una
poesía basada en una secreta línea de pensamiento, (…) pronto nos veremos
irremisiblemente condenados a lo Ininteligible, que habremos de admitir como una
forma superior de la sensibilidad. (…) Pero esto es incoherencia. Esto es el
elemento bárbaro y soterrado en nuestro interior, y con el cual Homero y todos
los grandes poetas han trabajado y luchado desde hace seiscientos años por
libertarnos. (…)
El mantenimiento de
las categorías no significa solamente la salvación de la literatura, sino
también la del Estado.»
Sobre la práctica médica y el médico de César…
[César (previene a Cleopatra sobre los médicos en general)]:
«…cuídate mucho, sé
prudente.
«Hiciste volver de tu
puerta a mi médico. ¿No podías haber dejado que te viera? ¿No podías haber
conversado con él un momento? Me dices que vuestra ciencia médica egipcia es
diez mil años más antigua que la nuestra y que los romanos somos unos niños.
Sí, sí, pero…Debo hablarte severamente: vuestros doctores tiene diez mil años
de insensatez. Piensa, piensa por un instante en lo que es la medicina. La
mayoría de los médicos son impostores. Cuanto más viejo y más venerado es un
médico, tanto más ha de simular que lo sabe todo. Es natural que se pongan
peores con el tiempo. Busca siempre un médico a quien los otros médicos
aborrezcan. Busca a uno bien joven antes de que caiga en la insensatez. ‘Deedja’
[apelativo cariñoso], prométeme que verás a mi Sóstenes [el
médico de César].
[Cornelio Nepote (refiere algunas confidencias de Sostenes,
médico de César)]:
«Soy su médico. He
asistido a ese cuerpo en sus convulsiones [recordemos que Julio César
padecía crisis epilépticas] y he vendado
sus heridas. Sé que es mortal. Pero nosotros, los médicos, aprendemos a
auscultar los cuerpos de nuestros pacientes como escuchan los músicos las
diversas liras que se les ponen en las manos. Y el de César, con su calvicie,
con su vejez incipiente y cubierto con las heridas de muchas guerras, está
transido de espíritu en cada una de sus partes. Sus poderes de recuperación son
extraordinarios. La enfermedad significa desaliento, pero la dolencia padecida
por César es la única que permite alcanzar un entusiasmo paroxístico y la que
corresponde por tanto a su mentalidad.»
«De vez en cuando me
permite que lo someta a determinados experimentos. Le impongo un ejercicio
excesivo, luego lo obligo a reposar mientras realizo algunas observaciones,
etc. durante una de estas inmovilidades forzosas me preguntó: ‘Si hubiese de
escapar a una muerte violenta y viviese hasta una edad avanzada, ¿cuál de mis
órganos fallaría primero y qué enfermedad me llevaría a la tumba?’ ‘Una
apoplejía, Señor’, le contesté, con lo que pareció muy complacido. Yo sabía
cuál era el fondo de su pensamiento, porque solo hay dos cosas que le inspiran
terror: el dolor físico, para el que tiene una sensibilidad fuera de lo
corriente, y la falta de decoro.»
«En otra oportunidad
me preguntó si había algún medio o algún procedimiento por el que un hombre
pudiese poner término a su vida rápidamente y sin efusión de sangre. Le expuse
tres, y no dudo que a partir de ese día me ha considerado con particular
gratitud y afecto.»
[Alina (esposa de
Cornelio Nepote) con ocasión y hablando de la muerte de Catulo, opina sobre el
médico de César]:
«Mi marido informó en
seguida al Dictador de su traslado, y César le envió inmediatamente a su
médico, un griego llamado Sóstenes, que es el joven asno más vanidoso que he
conocido. No vacilo en afirmar que yo soy también un médico excelente. Paréceme
éste un don que los Dioses Inmortales conceden a las madres. Pero el tal
Sóstenes rechazó, uno tras otro, todos los remedios que desde tiempo inmemorial
han probado su eficacia.»
«…y allí lo encontré
desmayado en el suelo, sobre un gran charco de bilis [se refiere a Cayo
Catulo] Mi marido envió de inmediato por
Sóstenes, quien no tardó en llegar, y estuvo a su cabecera hasta su muerte,
ocurrida una hora antes del amanecer.»
Sobre la religión, mitos, supersticiones, ritos y
ceremonias…
[César (imagina cerrar las puertas de los templos)]:
«–con excepción de los
de Júpiter- y precipitar a los Dioses a ese abismo del miedo y la ignorancia
del cual surgieron, y a ese traicionero semimundo donde inventa la fantasía sus
mentiras consoladoras.»
[César (imagina volver a escribir cuanto había escrito
previamente)]:
«Y esta vez empezaba
con el anuncio previo de que Júpiter no había existido nunca, de que el hombre
está solo en un mundo donde no resuena otra voz que su propia voz: en un mundo
que no es ni benigno ni hostil, sino solo como él sepa hacerlo.»
«¿…quién podría
explicar todos los símbolos, las influencias y las manifestaciones de esa
mezcla universal de terror y de júbilo que es la religión?»
«Las palabras ‘Divinidad’
y ‘Dios’ han estado en circulación entre los hombres desde hace mucho tiempo.
Tiene un millar de significaciones, y cada persona admite varias.»
[César (a Lucio Mamilio Turrino)]:
«¿Acaso sé con
certidumbre que no hay una inteligencia que trasciende nuestras vidas, y que no
existe misterio alguno en el Universo? Creo saberlo. ¡Qué felicidad, qué alivio
tan grande sería poder declararlo así, con una convicción absoluta! En tal
caso, hasta podría desear vivir eternamente. ¡Qué terrible y glorioso sería el
destino del hombre si, carente de toda orientación y consuelo, se viera
obligado a crear con la sustancia de sus entrañas el sentido de su existencia y
a establecer las normas que rigieran su vida!
Tu y yo decidimos,
hace tiempo, que los dioses no existen.»
[Clodia (a César)]:
«Tú afirmabas que el
universo no sabe que los hombres están viviendo en él.»
[César (a Lucio Mamilio Turrino, sobre los Misterios de la
Bona Dea y los cambios que estos ritos y ceremonias provocan en las mujeres)]:
«Los Misterios, según
tengo entendido, conjuran la esterilidad y previenen los partos monstruosos y
catastróficos. Armonizan, y en cierto modo santifican, la vida de la mujer,
sobre la cual hasta los más sesudos doctores confiesan saber muy poco. No es,
pues, difícil entender que su influencia benéfica no se detiene allí, ya que
con todo ello afirman la vida misma y aseguran la humanidad y la creación
enteras. Poco puede asombrarnos entonces que nuestras mujeres regresen al hogar
como seres de un mundo distinto y discurran en torno de nosotros durante un
tiempo como radiantes extranjeras. Se les ha dicho que mantienen el curso de
los astros y conservan en su lugar hasta las piedras de los pavimentos de Roma.
Por eso, cuando al cabo de algunos días se entregan a nosotros, lo hacen con un
orgullo no exento de desdén, como si los hombres no fuésemos sino instrumentos
accidentales de su poderosa misión.»
«Me pregunto,
perplejo, qué opinión puede tener de la mujer el hombre que no ha tenido la
fortuna de vivir en la proximidad de grandes mujeres. ¡Qué tonta arrogancia
debe inspirarle el mero hecho de ser hombre!»
«Lograr que cada mujer
halle dentro de sí su propia diosa: tal debería ser el significado de los
ritos.»
Terminamos con algunas de las versiones cinematográficas que
han recreado el asesinato de Julio César.
Una última recomendación: No se pierdan a la historiadora Mary Beard contando
la historia de Roma en unos espléndidos libros y en unos magníficos documentales…
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