Hace ya unos años, en los inicios de este blog, publicamos
una entrada, (Batas blancas:
atuendo y vestimenta sanitaria), en la que comentábamos
un curioso trabajo aparecido en 2005 en el BMJ (Judging a book by its cover: descriptive survey of patients' preferences
for doctors' appearance and mode of address) que
recogía los resultados de una encuesta que pretendía conocer las preferencias
de los pacientes con respecto a la indumentaria del personal médico, fueran de
uno u otro sexo, y la forma de presentarse o dirigirse a ellos…
Más allá de interpretaciones antropológicas y de posibles contenidos
simbólicos sobre la ropa, los uniformes y las vestimentas más o menos litúrgicas, (básicamente los símbolos no
son sino formas de comunicación de mensajes sociales), decíamos entonces que: «En general se considera que un tipo de
vestimenta formal es importante en la atención al paciente, y pueden imaginarse
varias razones posibles: las expectativas de la sociedad, la tradición, la
asociación de la apariencia con la competencia, la identificación de la autoridad,
la evitación de apariencias que distraigan... Quizás esta tendencia hacia la
vestimenta tradicional deriva de una combinación de factores sociales que se
aplican a los "profesionales" o al "éxito" en general, y la
vinculación histórica profunda de la indumentaria con la práctica médica, en
particular.»
Y añadíamos: «Nos
encontramos sin duda en un terreno ‘resbaladizo’ y cambiante, muy condicionado
socialmente y relacionado con las ideas, los gustos y preferencias previas, la
moda, los valores, la edad y el contexto cultural en el que nos encontremos.»
Pues bien, en esta misma semana, un artículo de la revista
Redacción Médica (¿Cómo debe vestir
un médico? Mejor pijama o traje que vaqueros y zapatillas)
se hace eco de un estudio transversal más reciente de ámbito nacional (EEUU) sobre
este mismo asunto llevado a cabo en la Universidad de Michigan, para examinar
las percepciones, expectativas y preferencias de los pacientes con respecto a
la indumentaria de médicos/as, que revela
que aquellos confían más o menos en ellos/ellas en función de la ropa que vistan.
El estudio, bastante robusto, publicado en BMJ Open, (Petrilli CM, Saint S, Jennings JJ,
et al. Understanding patient preference for
physician attire: a cross-sectional observational study of 10 academic medical
centres in the USA),
viene a demostrar que la apariencia física importa y que los pacientes juzgan a
sus médicos/as (también) en función del atuendo que llevan en la consulta. La
ropa influye en el nivel de satisfacción con la atención sanitaria recibida en
más de un tercio de las personas encuestadas. En conclusión, las personas
atendidas tienen expectativas y percepciones importantes acerca de la
indumentaria médica que varían según el contexto y la región, por lo que el
análisis de las medidas sobre el dress
code de los médicos para mejorar la satisfacción de los y las pacientes
parece importante.
Así, el personal facultativo ataviado con vestimenta
informal, como camiseta, zapatillas deportivas y pantalones vaqueros, genera
menos confianza entre las personas a las que atienden que quienes van vestidos
con ropa formal o pijama sanitario. En todos los casos, tanto formales como
informales, así como con el pijama, todas las personas encuestadas valoraban
mejor a profesionales que, además, llevaban bata blanca.
El estudio confirma que el atuendo que mayor puntuación
obtuvo (el preferido) fue el formal con bata blanca, seguido por el pijama con
bata blanca y el formal sin bata, y que los resultados eran los mismos para
ambos sexos.
«La vestimenta
profesional en Wall Street, en el mundo jurídico-legal y en otros ámbitos es
clara. Sin embargo, en Medicina el código de vestimenta es bastante heterogéneo
y deberíamos asegurarnos de que nuestro atuendo refleje un cierto nivel de
profesionalidad que tenga en cuenta las preferencias de los pacientes», refiere
Christopher Petrilli, uno de los autores del estudio y profesor de medicina
interna en la Facultad de Medicina de la Universidad de Michigan.
La encuesta, que se realizó a 4.062 pacientes de diez
centros médicos, también refleja que la preferencia de los ciudadanos con
respecto al atuendo de los facultativos que les atienden varía en función de si
se trata de un centro de Atención Primaria, de la consulta de especialistas o de
profesionales médicos/as de urgencias.
De esta forma, el 55% de las
personas encuestadas prefiere que el médico/a que le atiende en su centro de
salud lleve bata blanca, un porcentaje que asciende hasta el 72% de pacientes
si se trata de la consulta de especialista en el hospital. Menos importancia le
dan a este aspecto en urgencias, donde sólo el 44% de las personas encuestadas
creen que el facultativo/a debería llevar la bata.
Sobre la metodología del estudio: entre junio de 2015 y
octubre de 2016, se distribuyeron un total de 6.280 encuestas en 10 centros
sanitarios docentes de los Estados Unidos, de las cuales se cumplimentaron y
analizaron 4.062 (tasa de respuesta = 65%).
El cuestionario de la encuesta (elaborado a partir de una revisión sistemática previa que exploró el papel de la indumentaria de los médicos/as sobre las
preferencias y satisfacción de los/las pacientes), constaba de 22 preguntas que
indagaban la importancia que tenía para las personas entrevistadas el atuendo
de los médicos/as, e incluía fotografías de un médico varón y de una mujer
médica ataviados con variadas formas de atuendo, (un total de 7 posibilidades: casual, formal y con pijama sanitario,
-en los tres casos con o sin bata-, y con traje), solicitándoles que pensaran
en ellos en entornos sanitarios. El cuestionario se administró a pacientes
adultos/as atendidos/as bien en consultas externas (ambulatorios/as) o ingresados/as
en el hospital.
Para cada fotografía que se les mostró, las personas encuestadas
calificaron mediante una escala de 1 a 10 (en la que 1 significaba “alguna
preferencia” y 10 “máxima preferencia”), en qué medida el médico/a que aparecía en ella transmitía
la apariencia de tener los conocimientos necesarios para tratarle, si le parecía
confiable, comprensivo o accesible, y cómo le hacía sentirse en general.
Las opiniones de las personas que respondieron sobre la
importancia del vestido y de la bata blanca fueron agrupadas mediante una
escala de Likert de 1 a 5 (en la que 1 significa “completamente en desacuerdo”
y 5 significa “completamente de acuerdo”). La satisfacción de los y las
pacientes se evaluó basándose en el grado de acuerdo con dos cuestiones: “La forma en que viste mi doctor/a es
importante para mí”, y “La forma en
que viste mi doctor/a influye en cómo de feliz me siento con la atención
recibida”.
El análisis de las respuestas tuvo en cuenta la edad, el
género, nivel educativo, raza y número de visitas previas al médico/a.
Los autores concluyen que aunque el atuendo del médico/a no
puede reemplazar o suplir una excelente atención clínica, los datos obtenidos sugieren
que puede influir en cómo los/las pacientes perciben el cuidado recibido y tal
vez sobre lo dispuestos que están a confiar (o no) en sus médicos/as. En una época
de centralidad y de satisfacción del
paciente, el atuendo del médico puede ser un componente importante -y
modificable- en la atención al paciente. Dado que existen percepciones y
expectativas diferentes respecto al vestido médico por parte de los pacientes, -en
función del contexto y de las diferentes regiones-, parece relevante matizar
las medidas que tengan en cuenta y apunten a tales factores. En este sentido, parecen
necesarios futuros estudios sobre la implementación de tales medidas en
hospital, en consultas externas y en urgencias.
Finalmente parece que en estos confusos tiempos de imposturas y fake news, el hábito sí hace al monje...
Finalmente parece que en estos confusos tiempos de imposturas y fake news, el hábito sí hace al monje...
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