Monumento a Eugenio D’Ors.
Madrid
“No hay hechos sino
interpretaciones… y esto es una interpretación.”
Friedrich Nietzsche
En
estos días en que se habla tanto de cómo contar relatos, historias y metanarrativas,
(o sea, el famoso y conocido storytelling aplicado al ámbito de la política, encuentro la oportuna cita de Nietsche
de manera casual ojeando al azar un libro divulgativo sobre los llamados filósofos de la postmodernidad Gianni Vattimo, (de quien el diario EL PAÍS publicaba
recientemente una interesante entrevista), y Jean-François Lyotard:
"A pesar de la nostalgia, ni el
marxismo ni el liberalismo pueden explicar la actual sociedad posmoderna.
Debemos acostumbrarnos a pensar sin moldes ni criterios. Eso es el
posmodernismo",
explicaba hace ya unos años el pensador francés, caracterizando la postmodernidad como
la incredulidad ante los metarrelatos
de la humanidad, entendiendo por metarrelatos
«aquellas filosofías que pretenden
abarcar la totalidad de la historia» e identificando cuatro grandes metarrelatos a lo largo de los siglos:
el cristiano, el iluminista, el marxista y el capitalista…
Dicho
esto, en busca de mayores síntesis y certidumbres (siempre revestidos de un
saludable escepticismo, en tanto que virtud
conducente a mayor conocimiento fiable, todo hay que decirlo), consulto el divertido
glosario recopilado y ‘dedicado al
intrépido lector’ por Salvador Giner con el acertado título de “Ideas cabales”, al que ya nos referíamos en esta entrada
de hace aproximadamente un año.
El
término Postmodernidad que aparece descrito en Wikipedia con tanta enjundia, es aquí definido como sigue:
«Apelativo híbrido dado sin ton ni son
a la época de la modernidad avanzada, frecuentemente para indicar la presunta
defunción de las ideologías clásicas (liberalismo, comunismo, anarquismo).
Mentecatez de aquellos que no se han enterado de la vitalidad de la ideología
en el mundo contemporáneo y de deshonestidad en quienes la conocen. El
‘postmodernismo’ es una charlatanería compuesta por la emisión de despropósitos
sobre nuestro tiempo, definido éste como modernidad. No se sabe lo que es,
salvo que con él se ha perpetrado una industria de habladores, escribidores y
tertulianos mediáticos que dicen estar al día en cualquier cosa. Postverdad, o
posverdad.»
Sobre
el término Modernidad
(en un tono algo más gamberro) Salvador Giner se limita a escribir: «La
modernidad ha venido, nadie sabe cómo ha sido.»
_____________________________________________
En
fin, al hilo del paso de los días ha transcurrido ya algo más de un año desde que me
incorporé en Madrid a este viejo caserón de la llamada Casa Sindical, hoy sede del
Ministerio de Sanidad. [Por
si alguien pudiera estar interesado, en este viejo noticiario de diciembre de
1952 (NODO 520 B min.
0:30 a 1:23) aparecen las obras de construcción de este singular (y feo) edificio].
Recién
llegado al Paseo del Prado (en virtud de lo que algunos incluirían en el marco
de la denominada “teoría del cisne negro”, esos sucesos
extremadamente raros, atípicos, fortuitos e imprevisibles) me
vi (casi) retratado en un viejo texto de Juan Benet que
alguien me hizo llegar. Escrito en enero de 1981 y recogido en el libro “Páginas impares”, una memorable
selección de artículos de prensa publicada en 1996, Benet definía a los
Directores Generales como «esos hombres
anfibios y fronterizos, con los brazos en la política y los pies en la ruda
técnica». (Entre paréntesis: aunque siempre he considerado que la hibridación y los enfoques eclécticos, multidisciplinares
y diversos son imprescindibles para intentar conocer mejor la realidad, debo
reconocer que lo de anfibio y fronterizo
me llegó al alma…). Observador agudo, de sutil ironía y caustica mordacidad, en
ese mismo texto Benet se despachaba también a gusto con algunos otros
personajes, como los periodistas, «que
saben de todo un poco y de nada mucho»,
y de los que llega a afirmar que, estando oscuramente relacionados con los
políticos, vivían «al amparo de uno de
los grandes fraudes sociomorales de nuestra época, el [supuesto] ‘deber’ de informar.»
Desde
la sexta planta del edificio de la antigua Casa Sindical sigo asomándome cada
mañana hacia el Museo del Prado y contemplo desde la ventana del despacho el
curioso y enigmático monumento a Eugeni D'Ors, obra de su hijo, el arquitecto Víctor D’Ors, y de los escultores Cristino Mallo y Frederic Marès. Inaugurado el 17de julio de 1963, su estructura consta de un muro
chapado de granito al que se encuentra adosado un lienzo de piedra blanca de
Colmenar con una larga inscripción que resume el pensamiento filosófico de
D'Ors. En la parte de atrás, un medallón, obra de Marès, con el perfil del
ilustre prócer, su nombre y las fechas de su nacimiento y muerte (1882-1954).
Este medallón va colocado sobre un tapiz de ladrillo y sobre aquél en piedra de
Colmenar se dice: «En memoria del
Magisterio Orsiano dedica en 1963 Madrid esta fuente siendo alcalde el XVI
conde de Mayalde».
Delante, la parte principal del monumento con un breve
estanque, y en él dos figuras de bronce, obras de Mallo: una mujer con el brazo
en alto, que representa el clasicismo, lo angélico, la cultura y la norma, apacigua
o exorciza a un pequeño dragón o basilisco, que representa lo espontáneo, lo
natural y lo demoníaco. El conjunto simboliza así la Sabiduría frente a la
Ignorancia.
Dando
fondo al estanque sobre el lienzo de piedra caliza se lee la citada inscripción
orsiana a modo de resumen de su doctrina moral:
«Todo pasa: una sola
cosa te será contada, y es tu obra bien hecha. Noble es el que se exige, y
hombre tan sólo, quien cada día renueva su entusiasmo, sabio al descubrir el
orden del mundo: que incluye la ironía. Padre es el responsable, y patricia
misión de servicio, la política debe ser católica, que es decir universal;
apostólica, es decir, escogida; romana, es decir, una. Una también la cultura:
Estado libre de solidaridad en el espacio y de continuidad en el tiempo. Que todo
lo que no es tradición es plagio. Peca la naturaleza; son enfermizos ocio y
soledad. Que cada cual cultive lo que de angélico le agracia, en amistad y
diálogo.»
El
texto es lo suficientemente elocuente y representativo de los valores
tradicionales de una cultura alineada con el rancio nacional-catolicismo entonces imperante, que establece una relación muy sólida entre el Bien, la Verdad y la
Belleza. D’Ors condena la innovación y la transgresión, reivindicando el clasicismo, entendido como expresión de
habilidad y orden, con matices de ironía, como única concesión a lo moderno.
Es
significativo destacar el lugar elegido para emplazar el monumento, en el marco
espacial que une la puerta de Velázquez del Museo del Prado (sobre el que precisamente
Eugenio D’Ors escribió en 1922 una apasionada guía –de lectura muy recomendable-
que es toda una teoría estética: Tres horas en el museo del Prado) con uno de los edificios de manifiesta
orientación fascista que aún perviven en Madrid: este antiguo "edificio de
Sindicatos", reconvertido actualmente en sede del Ministerio de Sanidad,
en el que me encuentro. Para enfatizar los objetivos retóricos de Víctor D'Ors
y las autoridades municipales franquistas de la época, el medallón con el
perfil de Eugeni d'Ors da la cara al edificio de sindicatos, mientras la lápida
mira hacia el Museo del Prado.
Así recogió
el evento la prensa de la época: refiriéndose al interesado como maestro de la filosofía y de la crítica de arte...
En
fin, para ampliar la información sobre este singular personaje, que «pasó de ser un nacionalista catalán radical
en su brillante juventud a un falangista imperial en su decadente vejez», y
de quien el pintor José Moreno Villa llegó a decir que era un espectáculo de farsantería y ejemplaridad”
conviene acercarse a la excelente y minuciosa biografía de Javier Varela
publicada en 2016 y ganadora del premio Gaziel de Biografías y Memorias.
En
fin... y mientras tanto, aquí seguimos, convencidos de que conviene no rendirse al inmediatismo (suelo recordar con frecuencia aquello de que la inmediatez aplasta la visión estratégica) ni a una cierta política distraída…
No está mal para un médico sin vocación.
ResponderEliminarSinceramente, no sé muy bien a qué se refiere con eso de "médico sin vocación" ni se me alcanzan las razones que le hayan llevado a hacer un comentario tan gratuito...
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