El volcán Eyjafjallajökull, en Islandia. Foto: AP
«Es fácil ser más listo cuando todo ha pasado.»
Hans Magnus Enzensberger
«La perplejidad no
es tan sólo un signo de los tiempos que vivimos, sino también, y en cualquier
tiempo, un acicate insustituible de la reflexión filosófica.”
Javier Muguerza
Nos
ha tocado vivir en una época de enorme y creciente complejidad e incertidumbre. Hace
unos meses, el periodista Andrea Rizzi afirmaba en una breve columna del diario
EL PAÍS: «El mundo es crecientemente
complejo. Las interconexiones espoleadas por la globalización y el descomunal
avance tecnológico crean una realidad de una complejidad nunca vista antes.
Cabe sospechar que las soluciones se hallan en el conocimiento más que en el
sentimiento; en la interlocución más que la confrontación; en las herramientas
de precisión más que en el hacha.»
Sin
embargo, simultáneamente, y de manera un tanto paradójica, son tiempos hiperconectados
en que –debido al permanente y excesivo ruido mediático, a la constante,
omnipresente y casi ineludible intromisión de las redes sociales en nuestra
vida diaria-, la comunicación política pierde complejidad y profundidad
analítica: “…hay un prolongado proceso de
simplificación del discurso político, que banaliza problemas complejos”.
Basta
mirar a nuestro alrededor para darnos cuenta de que la vida está llena de
acontecimientos y fenómenos complejos en los que el azar desempeña un papel
(muy) relevante:
En
abril de 2010 la repentina erupción del volcán Eyjafjallajökull, en
Islandia, obligó al cierre del espacio aéreo del 14 al 20 de abril sobre la
mayor parte del norte de Europa, provocando la suspensión de miles de vuelos
comerciales y afectando aproximadamente a 10 millones de pasajeros.
Recuerdo
que, en uno de aquellos días, desde una emisora de radio entrevistaban a un
catedrático de navegación aérea y le preguntaron con preocupación sobre cuál iba
a ser la previsible evolución de este fenómeno. La sorprendente respuesta de
este “experto” me pareció como una gran metáfora sobre nuestra época, todo un
ejemplo de humildad, de posibilismo y de reconocimiento a la imprevisibilidad e
incertidumbre que nos rodea:
P.
«¿Qué va a suceder en los próximos
días?»
R.
«Mire, el que más sabe de esto, no lo tiene
claro…» (!!)
Hace
algunos años, a partir de 2007, el ensayista libanés Nassim Nicholas Taleb formuló y desarrolló la llamada teoría del cisne negro con la que describía aquellos sucesos fortuitos
e inesperados (para el observador), con gran impacto y que, una vez ocurridos, se
racionalizan retrospectivamente (haciendo que parezcan predecibles o explicables,
y dando la impresión de que se esperaba que ocurrieran).
Un
suceso del tipo CISNE NEGRO presenta, por tanto, los tres atributos siguientes:
En
primer lugar, se trata de un caso atípico
y raro, que se encuentra fuera del
ámbito de las expectativas regulares porque no hay nada en el pasado que pueda
apuntar de manera convincente a su posibilidad.
En segundo
lugar, conlleva un impacto extremo,
con repercusiones de toda índole.
En
tercer lugar, a pesar de su condición de rareza, la naturaleza humana nos hace
inventar explicaciones del mismo a
posteriori, una vez ocurrido, por lo que es (parece) explicable y
predecible.
Estas
serían pues, sus características: rareza, impacto extremo y predictibilidad
retrospectiva (aunque no prospectiva). Una pequeña cantidad de Cisnes Negros explicaría casi todo en
nuestro mundo, desde el éxito de las ideas y las religiones, a la dinámica de
los acontecimientos políticos históricos y hasta numerosos aspectos de nuestra
vida personal.
Según
todo esto, y como señalaba hace poco Joaquín Estefanía, parece evidente que la actual
pandemia por el coronavirus COVID-19, [aquí una excelente página con un tablero
interactivo de la universidad Johns Hopkins], es como “una tormenta en medio
de un cielo estrellado y sin nubarrones que desencadena un huracán”, otro cisne negro,
uno de los acontecimientos más disruptivos de 2020 en este acelerado tiempo de la
incertidumbre.
Nos
movemos a tientas en un territorio inexplorado, y casi olvidamos una de las
principales características de los cisnes negros, a saber: que «la ausencia de evidencia no implica evidencia de ausencia...»
Es
bien conocido cómo empezó todo, pero aún están por ver el impacto final, las connotaciones y las consecuencias últimas de todo tipo
-sociales, políticas y económicas- de esta crisis sanitaria excepcional, que
nos recuerda dolorosamente nuestra humana condición de vulnerabilidad. Al mismo tiempo demuestra
cómo ante la adversidad todos somos iguales y nos obliga a la ineludible
necesidad de actuar cívica y solidariamente...
Una
vez declarado el estado de alarma por el
Gobierno, procede actuar con rigor, sensatez,
prudencia y buen juicio, siguiendo los principios que siempre han orientado la
actuación del Ministerio de Sanidad, que con frecuencia ha venido recordando su titular:
1.
Decisiones
técnicas, basadas en la mejor evidencia científica disponible.
2.
Seguimiento
continuado de la evolución del brote epidémico.
3.
Coordinación
con las autoridades sanitarias, tanto a nivel nacional, con las comunidades
autónomas, como con las autoridades internacionales (OMS, Comisión Europea,
etc.).
4.
Transparencia
e información, sin alarmismos injustificados.
En la página Web del Ministerio puede encontrarse información actualizada,
contrastada y fiable sobre este brote epidémico.
.
Terminamos
como empezamos, con un artículo del periodista Andrea Rizzi publicado hace unos
días, (Pusilanimidad y magnanimidad en los tiempos del cólera. EL PAÍS, 14 de marzo de
2020), en el que nos recuerda que «en las
aguas procelosas de la incertidumbre y la angustia, es útil volver la mirada
hacia las estrellas más brillantes…» Citando a Dante reconoce que ante esta
situación habrá personas que tendrán una actitud magnánima y otras que serán infames…
«Tendremos ciudadanos y gobernantes
magnánimos; los tendremos infames. Ojalá muchos pusilánimes se decanten del
lado correcto: ellos decidirán la mayoría.»
Y efectivamente, la crisis viene a demostrarnos a diario que sigue habiendo mucho
catastrofismo en agoreros, profetas del apocalipsis y visionarios a posteriori que,
al tiempo que incurren en la autopropaganda, contribuyen únicamente a sembrar
dudas, generar desconfianza, extender el miedo y la incertidumbre, confirmando
la cita de Enzensberger que encabeza este post.
Mientras tanto, el NEJM (New England Journal of Medicine) permite el acceso libre a los artículos relacionados con el coronavirus
(COVID-19).
También Elsevier da acceso completo a su contenido sobre COVID-19 para acelerar la lucha contra la pandemia.
Veremos...
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