B-24 bomber assembly hall. (April 1943). Foto: SHORPY.
«Una misma realidad se transmite de diferente manera en funcion de los vocablos que la nombren. Podemos censurar al perseverante por su “obstinación” o alabarlo por su “tenacidad”. Solo el punto de vista distingue entre el oportuno y el oportunista, entre el halago y la adulación, entre la dulzura y el empalago, entre el generoso y el manirroto…»
Alex Grijelmo
Seguramente
una de las metáforas y expresiones más certeras, precisas y sugerentes para
describir cómo se ha desarrollado (cómo se desarrolla aún, en gran medida), y
cuál ha sido el trabajo llevado a cabo por miles de profesionales del SNS
durante las (largas) semanas en que hemos tenido (tenemos) que hacer frente a
los efectos de la pandemia de la COVID-19, sea precisamente la que da título a
esta entrada: “construir un avión en el
aire…”
La
frase transmite una idea bastante aproximada de la gran complejidad, del
esfuerzo y de la (enorme) dificultad de llevar a cabo y realizar una tarea
dura, inédita, desconocida -en tanto en cuanto no existían experiencias
anteriores semejantes-, sin contar con instrucciones, manuales o guías de ayuda
a las que recurrir; sin planos, brújulas ni cartografías previas (si acaso, -por
encontrar algún símil semejante- con algunos esquemas parecidos a esos antiguos
mapas romanos y medievales en cuyos bordes aparecía dibujada la imagen de
terribles monstruos con una leyenda de advertencia: hic sunt leones -para señalar las tierras inexploradas- o hic sunt dracones, para los océanos sin
límites). Mapas que reflejaban el temor y la atracción de los territorios incógnitos, (que muy a menudo son mentales). Sin embargo, esta
terrible situación ha venido a demostrar la enorme capacidad de improvisación
(a pesar de las connotaciones negativas del término), innovación y aprendizaje
del sistema sanitario y, fundamentalmente, de su capital humano, un enorme ejemplo
de compromiso,
altruismo y dedicación entusiasta en su desempeño.
El
científico y periodista Javier Sampedro,
empleaba ya esta frase en un artículo publicado el pasado mes de marzo (Arreglar un avión en pleno vuelo): «La
forma atropellada en que los investigadores están forzados a responder a esta
crisis es como tratar de arreglar un avión en pleno vuelo, o peor aún: ‘Como
arreglar en pleno vuelo un avión del que todavía están dibujando los planos’
(sic)».
A
esto mismo se refería Juan Fernando
Muñoz, subdirector general de Tecnologías de la Información del Ministerio
de Sanidad, durante la presentación de los resultados del estudio nacional de
seroprevalencia del SARS-CoV-2 (ver aquí el artículo publicado en The Lancet con material complementario adicional), cuando manifestó: «Tuvimos que hacer el avión mientras
volaba”, aludiendo a la dificultad (crónica) de contar con los medios, los
recursos y la disponibilidad de perfiles profesionales adecuados para
enfrentar este tipo de situaciones imprevistas…
En
el año 2000 una prestigiosa y reconocida agencia estadounidense de publicidad realizó
un videoclip con un extraordinario anuncio para la empresa de tecnologías de la
información EDS,
en el que hacían realidad la metáfora de construir un avión en el aire:
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Hablando
sobre alguna de sus obras, la novelista Margaret
Atwood señalaba con perspicacia: “en
determinadas circunstancias, puede pasar cualquier cosa en cualquier lugar”.
En cierta forma, algo así es lo que nos ha ocurrido de una manera repentina,
casi sin darnos cuenta, en un abrir y
cerrar de ojos.
A
ello se refiere la locución latina In raptu, in transitu, in ictu oculi…
(‘en un instante, en un abrir y cerrar de ojos’), que alude al modo abrupto en que la muerte llega para reclamarnos y cuyo origen puede rastrearse
en el pasaje bíblico:
«Ocurrirá en un abrir y
cerrar de ojos, cuando suene la trompeta final, (…) los que hayan muerto
resucitarán con cuerpos nuevos que jamás morirán; y los que estemos vivos
seremos transformados»
(I Corintios 15:52).
Una
cita esta, [“In momento, in ictu oculi, in novissima tuba.”] de la que hizo uso el
poeta británico John Donne en su Sermón XVII para el día de
Pascua (1624): «…que será encontrado vivo
sobre la tierra, decimos que habrá una muerte súbita, y una resurrección
repentina; In raptu, in transitu, in ictu oculi» con el que viene a recordarnos la
fugacidad y lo efímero de nuestras vanas presunciones.
Enlaza
esta idea con las obras del género artístico denominado vanitas, que resalta la vacuidad de la vida y la
relevancia de la muerte como fin de los placeres mundanos a través de representaciones
que pretendían «ponderar la brevedad de la vida, la muerte cierta y que todo se acaba; pintar el riguroso trance de la muerte y que la mayor grandeza para en gusanos; alentarnos en la santa limosna, y ejercicios de la Caridad para conseguir buena muerte», en palabras de Miguel de Mañara, aristócrata sevillano que hacia 1672 encargó al pintor Juan Valdés Leal una serie de obras para la iglesia y el Hospital de la Caridad de Sevilla, curiosamente pocos años después de la epidemia de peste bubónica que asoló la ciudad en 1649. Destaca sobre todo el díptico denominado Jeroglíficos de las Postrimerías, conformado por dos inquietantes pinturas situadas bajo el coro: In ictu oculi y Finis gloriae mundi. Con
intención moralizante, estas obras debían servir a modo de prevención, instando
a quien las contemplaba a priorizar la salvación de su alma, evitando con ello
la condenación eterna.
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Llegué
a los libros de John Gray gracias a un artículo (Descrédito de la profecía), de Antonio Muñoz
Molina, que me descubrió a un autor fascinante cuya lectura resulta tan adictiva como desasosegante:
«…su mérito no está en ofrecer recetas sino en animarnos a ejercer la inteligencia en la vida práctica y a buscar formas decentes de vivir y de mejorar algo las cosas procurando no hacer daño con nuestro aturdimiento, teniendo una conciencia clara de nuestros límites.»
Muñoz
Molina ha seguido recomendando fervientemente cada una de las
obras posteriores de este controvertido, brillante (e indispensable) profesor de
la London School of Economics,
teórico y filósofo del pensamiento político.
En todo caso, a la luz de los acuerdos alcanzados
por la UE hace apenas una semana, resulta sumamente instructivo leer este otro artículo
suyo, aparecido originalmente en la revista New
Statesman: Adiós globalización, empieza un mundo nuevo. O por qué esta crisis es un punto de inflexión en la historia,
en el que afirma:
«Para salir del agujero vamos a necesitar más
intervención estatal, no menos, y además muy creativa. Los Gobiernos tendrán
que incrementar considerablemente su respaldo a la investigación científica y a
la innovación tecnológica. Aunque es posible que el tamaño del Estado no
aumente en todos los casos, su influencia será omnipresente y, de acuerdo con
los criterios del viejo mundo, más intrusiva. El gobierno posliberal será la
norma en el futuro próximo.»
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