Health Week. Instructive Visiting Nurse Society exhibit. Washington, D.C., 1924. Foto: SHORPY Pocos meses después de finalizar el Año Internacional de
las Enfermeras y Matronas 2020 y tras la promoción en España de la
campaña Nursing Now (la iniciativa del Consejo Internacional de Enfermeras y la OMS con el objetivo de que las
enfermeras ocupen el lugar que les corresponde en los puestos de gestión y decisión
política e institucional), en mayo de 2021 vio la luz un relevante Informe
de la Academia Nacional de Medicina de EEUU sobre el futuro de la profesión
enfermera: The Future of Nursing 2020-2030: Charting a Path to Achieve Health Equity.
Hasta donde yo sé, y como ha ocurrido con tantas otras cosas,
(tal vez debido a ese maldito entorno BANI -antes VUCA- en que nos ha situado
la peste pandémica de la COVID-19), la publicación del informe ha pasado bastante
inadvertida en estos tiempos oscuros de coronavirus, cisnes negros y rinocerontes grises,
según la terminología de Michele M.Wuzker. Ningún directivo o responsable profesional enfermero se hizo eco del mismo ni la prensa especializada del sector dio noticia alguna de ello.
Bien es verdad que desde hace ya demasiados años (décadas en
realidad) la representación institucional de la profesión enfermera en nuestro país no pasa
por sus mejores momentos, por decirlo de una forma suave, y ha estado dedicada
a otros menesteres. Al frente del Consejo General de la Enfermería se encuentra
-aún, de manera bastante incomprensible- un siniestro y mediocre personaje que
a través de distintos tinglados cobra al parecer cinco sueldos, contrata irregularmente a
sus familiares y se dedica a hacer negocios a costa de las más de 300.000 enfermeras
colegiadas en España, cuya cuota es incluso superior a la que pagan los médicos
a sus respectivos colegios profesionales. En realidad, más allá del insoportable
sainete protagonizado por los máximos dirigentes de la institución, se trata de
un auténtico esperpento en el que se
entremezclan delirios inmobiliarios, oscuras historias de megalomanía,
nepotismo, corruptelas varias y presuntos
delitos de apropiación indebida, administración desleal y falsedad continuada
que vienen siendo investigados desde tiempo atrás, aunque según parece, es una madeja bastante
complicada que no resulta fácil de
desenredar.
Pero volvamos a este interesante Informe, elaborado
por el Comité sobre el Futuro de la Enfermería 2020-2030 y patrocinado
por la Fundación Robert Wood Johnson:
A pesar de las enormes diferencias existentes con los
Estados Unidos en lo que se refiere a la estructura del ‘sistema de atención y
provisión sanitaria’ (no lo es, en realidad), a la práctica profesional,
entorno laboral, contexto social, económico y cultural, etc. con escasas
similitudes con los sistemas sanitarios europeos, existen algunas referencias y
cuestiones análogas respecto a formación, especialización, condiciones de
trabajo, etc. que pudieran ser de aplicación en nuestro ámbito, lo que aconseja
conocer la situación y las condiciones en que se halla la profesión enfermera
en aquel país.
Según el Informe, en los próximos 10 años la
profesión enfermera necesitará un incremento sustancial en el número de
profesionales, con una mayor diversificación, y preparación para prestar
atención en diferentes entornos sanitarios, para enfrentarse a los efectos
duraderos de la COVID-19, para romper con el racismo estructural existente y
las causas fundamentales de la mala salud, y para responder a futuras
emergencias de salud pública.
Con el fin de mejorar y ampliar el acceso a la atención sanitaria
durante la pandemia de COVID-19, muchos estados relajaron o eliminaron algunas
de las restricciones sobre el alcance y tipo de atención que las enfermeras
pueden prestar de acuerdo a su titulación. El Informe sostiene que en
2022 todos los cambios llevados a cabo en las políticas estatales y federales
en respuesta a la pandemia de COVID-19, que autorizaron y permitieron ampliar las
capacidades de la práctica profesional de las enfermeras, deberían hacerse
permanentes, junto con la posibilidad de teleasistencia, la cobertura de las
pólizas de seguros sanitarios y el pago igualitario por los servicios prestados
por las enfermeras. Los gobiernos locales, estatales y federales también deberían
priorizar la financiación y el despliegue de un mayor número de enfermeras
escolares y de salud pública (recordemos la inexistencia de una red de atención
primaria).
Las enfermeras representan el colectivo más numeroso del
personal de atención a la salud de los Estados Unidos, con casi 4 millones de
profesionales en todo el país. Durante la próxima década, las enfermeras se enfrentarán
a muchas demandas: cuidar a una población más envejecida, responder a un
aumento en los problemas de salud mental, investigar y ayudar a dar forma a la
política de atención sanitaria. Para conseguir suficientes profesionales que den
respuesta a estas necesidades, Estados Unidos necesita un incrementar
sustancialmente el número, cualificación, tipo y distribución de las enfermeras
en todas las áreas geográficas, especialidades y entornos de atención, según el
Informe. Existe una necesidad particular de enfermeras que posean
títulos de licenciatura (o grado) y de doctorado, así como enfermeras en
especialidades con escasez significativa, incluidas la salud pública y
comunitaria, salud mental, atención primaria, cuidados de larga duración, geriatría,
salud escolar y salud maternoinfantil.
Con una autorización plena para la práctica clínica, (permitida
actualmente en 23 estados), las enfermeras pueden recetar medicamentos,
diagnosticar pacientes (!) y administrar tratamientos sin la presencia de un
médico. En estos estados, la calidad de la atención ha mejorado y
también lo ha hecho el acceso a la atención primaria, sobre todo a medida que
Estados Unidos hace frente a la pandemia en curso y a la escasez de médicos
existente. Si bien ha habido un progreso considerable en la autorización del
alcance que regula la práctica asistencial, 27 estados aún no permiten una
práctica asistencial completa a las enfermeras practicantes (nurse
practitioners). El Informe apoya que las autoridades federales puedan
reemplazar las leyes estatales más restrictivas, incluidas las referidas al
alcance de la práctica asistencial.
En este sentido, Mary Wakefield, profesora visitante en la
Universidad de Georgetown y en la Universidad de Texas en Austin, y
copresidenta del Comité que redactó el Informe, afirmó: «Este es un
momento de transformación para el campo de la enfermería. Si bien la pandemia
ha cambiado casi todos los aspectos de la atención sanitaria, los impactos en
la enfermería pueden ser los más profundos, ya que la demanda de sus
habilidades está en su punto más alto.»
«Quienes elaboran las políticas sanitarias y los líderes
del sistema de salud deben aprovechar este momento para fortalecer la educación
y capacitación de las enfermeras, integrar la equidad en salud en la práctica
de enfermería y proteger su bienestar físico, emocional y mental, para que puedan
prestar la mejor atención posible.»
Las enfermeras ya desempeñan un papel importante en el abordaje
y tratamiento de las necesidades sociales y de los determinantes
sociales de la salud, es decir, los factores no sanitarios que influyen en
los resultados en salud, incluido el acceso a la atención sanitaria, las
condiciones de trabajo, el entorno físico y comunitario, la estabilidad de la
vivienda y el transporte. Los gobiernos y
administraciones públicas, las organizaciones de atención médica y de salud
pública y los financiadores deben garantizar que las enfermeras tengan los
recursos y el apoyo necesario para abordar los determinantes sociales de la
salud de una manera más integral, y que los modelos de pago reconozcan el valor
de esos servicios y ofrezcan un reembolso adecuado, dice el Informe. Además,
para finales de 2021, todas las organizaciones nacionales de enfermería,
lideradas por el Tri-Council for Nursing
(una alianza entre la American Association of Colleges of Nursing, American
Nurses Association, American Organization for Nursing Leadership, National
Council of State Boards of Nursing, y National League for Nursing)
y el Consejo de Organizaciones de Enfermería de Salud Pública, deberían haber
comenzado a desarrollar una agenda compartida para abordar los determinantes
sociales de la salud y lograr la equidad en salud.
«A menudo, las enfermeras son las primeras en verificar
si los pacientes tienen suficiente para comer, si pueden pagar sus
medicamentos, si necesitan ayuda para vivienda y si tienen acceso adecuado a
Internet para las consultas por teleasistencia. Cuando se invierte en
enfermeras, más personas y comunidades tendrán la oportunidad de vivir sus
vidas de manera más saludable», explica David Williams, también copresidente
del Comité, profesor de salud pública y presidente del departamento de ciencias
sociales y del comportamiento de la Escuela de Salud Pública de Harvard y
profesor del departamento de estudios africanos y afroamericanos de la
Universidad de Harvard. Y añade: "Las enfermeras interactúan con todas
las facetas de la sociedad, desde la atención sanitaria hasta la educación, la
salud pública y todos los niveles del gobierno y de la Administración. Tienen
un papel crucial para trazar el curso de nuestro país para una buena salud y bienestar
para todos".
El Informe identifica una serie de prioridades para
satisfacer las necesidades de la población estadounidense y la profesión de enfermería
para la próxima década (algunas de las cuales -como queda dicho- podrían ser también
aquí de aplicación):
Fortalecimiento de la formación de la enfermería:
Las futuras enfermeras deben estar listas para abordar los determinantes
sociales de la salud y promover la equidad en salud, independientemente de su
nivel de formación y su entorno de trabajo. Históricamente, los programas de
educación de enfermería han enfatizado la capacitación para la atención
hospitalaria, en lugar de los entornos comunitarios, escuelas, lugares de
trabajo y atención sanitaria en los domicilios. Las escuelas de enfermería
deben incrementar los cursos y las experiencias de aprendizaje en estos
entornos comunitarios, en la atención primaria y en centros de salud cualificados
federalmente, las clínicas de salud rurales y los centros de salud indígena (Indian
Health Service sites). La educación en enfermería también debe preparar a
los estudiantes para adaptarse a las nuevas tecnologías, particularmente la
telesalud y las aplicaciones del big data.
Promover la diversidad, la inclusión y la equidad en la educación
de enfermería y en la formación continuada de los profesionales:
Actualmente, los profesores de los programas de enfermería son abrumadoramente mujeres
blancas. Los estudiantes y profesores de enfermería no solo deben reflejar la
diversidad de la población de los Estados Unidos, sino que también deben ayudar
a desmontar el racismo estructural que prevalece en la educación y en la formación
continuada. Las escuelas de enfermería deben mejorar el reclutamiento, la
contratación y el avance de profesorado diverso y con experiencia en determinantes
sociales de la salud; apoyar a los líderes de enfermería en tutorizar y patrocinar
enfermeras de comunidades subrepresentadas; identificar a estudiantes que
pueden necesitar ayuda financiera al principio del proceso de reclutamiento y
admisión. Los programas de educación en enfermería también deben extender el
aprendizaje a distancia y establecer asociaciones con colegios comunitarios.
Invertir en enfermeras escolares y de salud pública:
Para algunos estudiantes, una enfermera escolar puede ser el único profesional
de la salud que vean regularmente. Sin embargo, alrededor del 25 por ciento de
las escuelas no emplean a enfermeras escolares, y la enfermería escolar sigue contando
con fondos insuficientes, especialmente en las escuelas que atienden a niños de
hogares de bajos ingresos. El Informe sostiene que los gobiernos locales
y estatales deberían asignar más fondos en general para la enfermería escolar,
o identificar otras fuentes de ingresos para ello.
Proteger la salud y el bienestar de las enfermeras: Según
el Informe, la COVID-19 y los incidentes de odio y discriminación,
particularmente contra enfermeras de ascendencia asiática, intensificaron aún
más el agotamiento de las enfermeras y les hicieron sentirse desprotegidas. Las
empresas empleadoras deben priorizar la mejora del bienestar de las enfermeras,
responsabilizándose del liderazgo para llevar a cabo los cambios necesarios en
la cultura corporativa, el entorno y las políticas del lugar de trabajo. [En
resumen, “cuidar a los que cuidan”]. De hecho, en la medida en que se espera
que más enfermeras aborden los problemas de salud y justicia social, tendrán
que asumir un trabajo más exigente emocionalmente, y los empleadores deben
proporcionar espacio y apoyo adecuados. Además, las enfermeras de los grupos
subrepresentados informan de que deben hacer frente a un “impuesto a la
diversidad”, ya que se les pide que participen en comités de diversidad e
inclusión y colaboren en otras actividades que no están compensadas ni
reconocidas ni remuneradas. Estas demandas pueden llevar al agotamiento y la
frustración. Las iniciativas sobre equidad y antirracismo no deben tratarse
como separadas de las actividades y responsabilidades cotidianas, sino
integradas en todos los aspectos de la enfermería.
Preparación de enfermeras para desastres y respuesta a emergencias
de salud pública: Las enfermeras han respondido de manera
fehaciente y segura ante cualquier emergencia de salud pública, incluida la
actual pandemia de COVID-19, desastres climáticos o las consecuencias de la
violencia armada. Sin embargo, se necesitan reformas fundamentales en la
educación, la práctica y la política de enfermería para que las enfermeras
puedan proteger y cuidar mejor a las poblaciones en recuperación. Los
Centros para el Control y la Prevención de Enfermedades (CDC) deberían
financiar un ‘Centro Nacional de Enfermería de Desastres y Respuesta a
Emergencias de Salud Pública’, junto con centros regionales, para
proporcionar formación y educación específica, capacitación y desarrollo
profesional relevante. Los exámenes de grado también deben ampliar sus
contenidos para cubrir las responsabilidades de las enfermeras en la respuesta
a desastres y emergencias de salud pública.
Aumentar el número de enfermeras formadas con doctorado:
Son necesarias más enfermeras preparadas y con doctorado para realizar
investigaciones y trabajar como profesoras para educar y formar a la próxima
generación de enfermeras. Además, tener más enfermeras preparadas a nivel de
doctorado que se centren en la conexión entre los determinantes sociales de la
salud, las desigualdades en salud y la equidad en salud ayudará a construir una
base de conocimientos para que otras enfermeras lo lleven a la práctica.
A raíz del Informe
Víctor Dzau, presidente de la Academia Nacional de Medicina, declaró: «Confío
en que la comunidad enfermera y otros importantes agentes y grupo de interés utilizarán
las recomendaciones del mismo para liberar el poder de las enfermeras y marcar
el comienzo de una nueva era de equidad y bienestar en salud.»
Y concluyó: «Las enfermeras son poderosas en número y en
voz, y el mundo necesita, más que nunca, su firmeza y dedicación. La pandemia
nos ha enseñado que las organizaciones de atención sanitaria serán más fuertes
cuando los conocimientos, habilidades y la contribución de las enfermeras sean
valorados y apreciados, y cuando las enfermeras reciban las herramientas, los
recursos y el apoyo institucional para hacer su trabajo de la mejor manera
posible…»
Veremos...